En ‘Maria canta copla’ Maria Rodés da un giro a su carrera y nos regala un precioso disco de versiones de canción española, donde reúne piezas celebérrimas del género con otras menos conocidas, trasladándolas a su terreno y a su sensibilidad. Todo regado con un punto de picardía y humor, pero sin caer ni en la parodia ni en justificarse tras una coartada irónica.
La primera pregunta es de cajón. ¿Por qué un disco de coplas?
La idea de hacer un disco de versiones la tenía desde hace mucho tiempo, como hace siete u ocho años. Mi cabeza funciona de una manera tal que, si tengo una idea, por rara que sea, la tengo que acabar llevando a cabo para poder pasar a otra. El plan original era hacer un disco de versiones de canciones que se hubieran hecho famosas a través de películas americanas, tipo ‘Moon River’ o ‘Qué será, será’, que era lo que por entonces me llamaba la atención. Me gustaba la figura de la actriz-cantante, era algo que de pequeña me había motivado mucho. Cuando estaba preparando ‘Una forma de hablar‘, mi primer disco en solitario, le comenté este proyecto a Ricky Falkner (Standstill, Egon Soda), que era el productor y me contestó: «ostras, ¿por qué no lo haces con cantantes españolas?». Entonces él me habló de ‘Ay pena, penita, pena’, que entonces no la conocía y la escuché. Yo era muy joven y en aquel momento fue como: «No. Esto no sabría cómo cantarlo». Al cabo de unos años, volvió la idea de hacer el disco de versiones y me dije: «¿Por qué no hago lo mismo, pero en lugar de con cultura cinematográfica americana, lo hago con cultura española, que es algo más curioso y lo tengo más cerca?». Me parecía más interesante como proyecto. Y así, llegué hasta una interpretación de Lola Flores en una película en que canta precisamente el ‘Ay pena, penita, pena’, y me encantó. Cogí la guitarra, la canté a mi aire y me gustó el contraste. Ese fue uno de los “inputs”.
Después, grabando el disco de ‘Convergència i Unió‘ con Ramón Rodríguez (The New Raemon, Madee) y Martí Sales (Els Surfing sirles), me puse el ‘Tengo miedo’ de Rocío Jurado y fue como «¡hostia!». Empecé a rascar. Me gustó Imperio Argentina bastante, quizás porque las grabaciones son más antiguas y tienen más encanto; buscando por Youtube di con la versión de ‘Marinero de la barca’, que me encantó: los arreglos, cómo la canta ella…
[Un inciso. El viernes anterior a la entrevista fui a ver a Maria a un concierto en Badalona. Una actuación muy extraña, no tanto por ella, que se presentó en formato acústico -«el de cuando no hay presupuesto», me comenta-, sino por el lugar. Una sala de fiestas bastante kitsch en mitad de una zona industrial al lado de la playa y sólo una docena de asistentes al concierto, pero un montón de gente en el piso de arriba que estaba celebrando un cumpleaños y cuyo jaleo nos llegaba en oleadas. Pero nada de esto arredró a Maria que, a pesar de estarse recuperando de una gripe dejó fluir su preciosa voz. Y entonces hubo asistentes de la fiesta que abandonaron el sarao para escucharla e incluso los hieráticos camareros le prestaron atención (y algún que otro aplauso). Allí nos fue explicando de quién había sacado algunas de las canciones: ‘Agua que no has de beber’ y ‘Flor del mal’ de Sara Montiel, ‘El día que nací yo’, de Imperio Argentina, ‘Con las manos vacías’ (que define humorísticamente como un tema «de chantaje emocional») de Lola Flores].
«Hay como una fijación con lo que viene de EE UU y piensas «con la de cosas que hay en el mundo…», empezando por España»
Quizás antes había más prejuicios con la copla, porque fue un género secuestrado por el franquismo y se tenía como la apoteosis de lo rancio hispano. ¿No te daba algo de reparo que te dijeran «pues estas canciones son muy reaccionarias?»
La verdad es que no, al contrario. Para mí no es un género rancio, ni son canciones franquistas, porque ya existían antes, pero el régimen se las apropió. Por otro lado, también es una manera de reivindicar la música como arte libre, que no sirva para hacer política, al revés. Y también tiene un punto… yo estaba mirando hacer un disco de versiones en inglés. Hay como una fijación con lo que viene de EE UU y piensas «con la de cosas que hay en el mundo…», empezando por España. Hay mucha música interesante, pero estamos como muy enfocados hacia EE UU y lo que viene de allá. Igual que en América hacen mil versiones de su folclore, del country, etc, ¿por qué nosotros lo tenemos que ver como algo vergonzoso, como algo rancio? A ver, si te pones a observar de cerca el género claro que hay canciones muy malas o muy machistas. Pero, por ejemplo, el pop catalán de toda una generación también tiene canciones muy violentas o muy sexistas. Vamos, que en cualquier género te vas a encontrar basura, canciones malas y buenas.
¿Te costó mucho llevar las canciones a tu terreno?
Algunas sí, otras no tanto. Algunas las tuve que adaptar más y otras salían como más fácil.
Lo pregunto porque existen algunas versiones canónicas, como la ‘Ay pena…’ por Lola Flores o ‘Que nadie sepa mi sufrir’ de María Dolores Pradera. ¿Tuviste miedo de que estas lecturas tan asentadas fueran un peso muy grande en el momento de interpretarlas?
¿Respeto?
Sí, respeto y… parece que estemos acostumbrados a que las coplas las canten intérpretes muy vehementes, muy desgarradas. Sin embargo, tu lectura es más… sosegada.
Es que esa era la gracia. Coger esas canciones como muy interpretadas, muy grandes y solemnes y reducirlas a un espacio más íntimo, a que la procesión vaya más por dentro. La palabra no sería “fría”, porque no me considero fría, pero sí que soy una persona más contenida en mis emociones. Es una manera de decir que yo también puedo vivir dramas, pero los expreso de esta manera, más pequeña, menos expresiva y extrovertida, pero eso no significa que no los viva. También quería buscar el contraste, dar relevancia a la palabra, a la escritura, porque muchas veces, con tanta interpretación y tanta cantante, te olvidas de que hay una poesía detrás muy buena.
En ‘Tatuaje’, es chocante que Albert Pla interprete al marinero “hermoso y rubio”. Él es tan característico cantando que resulta muy gracioso cuando te da la réplica.
Bueno, era también un punto de coña. Es un género muy vinculado al teatro y Albert también lo está, lo que hace es bastante teatral, aunque de otro tipo. Un teatro de lo absurdo, de lo pequeño. Era un guiño a la teatralidad que acompaña a la copla. También quería buscar al marinero opuesto al de la canción, el “antihéroe”. Bueno, no antihéroe exactamente, pero la canción habla de un hombre rubio, alto… Y, por otro lado, es que yo soy muy fan de Albert Pla de siempre. Lo conocí justo cuando estaba preparando el disco, se lo comenté, le hizo gracia, me dijo «vale» y yo encantada de la vida. Fue un acto de fan (risas)
¿Y descartaste alguna canción? No sé porqué, pero desde que escuché el disco, pensé que ‘Y sin embargo, te quiero’, también te hubiera pegado (nota: sin el fragmento tremebundo en que se reprochan paternidades no atendidas)
Muchas las descartaba por letra, sobre todo, porque les veía un punto demasiado machista. Por ejemplo, ‘Que nadie sepa mi sufrir’ ya estaba rozando el límite.
La imagen de la portada también la hiciste un poco recreando esta imagen de tonadillera antigua.
Sí, hay un punto de virgen que mira al cielo, así con la mantilla… aunque es una capucha negra. Además está pintada, es una manera de decir que son versiones, que hay un punto de experimento.
Y ahora, ¿tienes algún otro proyecto? El 19 de diciembre haces el concierto de fin de gira en el Apolo y a partir de aquí, ¿qué? ¿Tienes algún proyecto en mente o aún no?
De momento, ir componiendo hasta que el disco esté acabado. Luego habrá que ver cuándo lo grabo… Supongo que el año que viene. No tengo fecha, pero será un disco propio.
¿No más planes de hacer versiones?
¿De majaderías? (risas)
No, majaderías no. Si el disco es muy bonito…
Para mí ha sido un experimento. Hacer un disco de versiones y de copla, que era un género que me pillaba muy lejos… mis padres jamás escucharon copla, yo no conocía nada y he estado experimentando mucho. No tanto en el sentido musical, porque el disco no es “experimental”, pero como proyecto y conceptualmente, sí. Y ahora me apetece más componer.