Como en los últimos años (2012, 2013 y 2014), celebramos el Día del Libro con varios cómics (y un cementerio de celebrities).
En ‘El Caminante’ encontramos el vínculo de su autor con el entorno desde las primeras viñetas, siempre enclaves en los que la naturaleza está en primer término, sin subestimar los ambientes urbanos y bajo una mirada contemplativa. La tranquilidad y las reflexiones en silencio forman parte de unos dibujos sin artificios, de trazo sencillo, que adquieren nuevos significados gracias a esos diálogos inexistentes en muchas de las páginas. Algo que Taniguchi aprovecha de forma poderosa, pues esa misma ausencia de conversaciones hipnotiza al lector hasta la veneración, no solo por su autor, sino también por los personajes o los numerosos animales que aparecen discretamente. Tal vez se eche en falta que dé un paso distinto al intimismo acostumbrado: las semejanzas con ‘Furari’ son notables, pero el arraigo sentimental e incluso autobiográfico abre un agujero que puede seguir dando mucho de sí, gracias a la generación de tensiones y a un ritmo inusitadamente sutil.
Calificación: 8/10
Lo mejor: El tono apacible y sin sobresaltos, si bien la acción no deja de estar presente. La inquietante sensación de estar en un laberinto emocional, sin ir a la deriva ni tener la impresión de estar extraviado en los largos paseos del protagonista. La presencia de la naturaleza sin hacer alardes forzados ni arrebatos pasionales ecológicos. La cuidada edición de Ponent Mon, no solo por el tamaño o la cubierta, sino también por unas páginas que no se transparentan: es habitual para este tipo de dibujos, especialmente claros, encontrar ediciones con hojas traslúcidas.
Lo peor: Los que conozcan al autor no encontrarán grandes sorpresas. El peligro, para nuevos lectores, de encontrar anodino un trabajo con el que todo el mundo debería estar más familiarizado.
El punto de partida de ‘Sam Zabel y la pluma mágica’ nace de un bloqueo creativo. No sabemos si esto es autobiográfico a tenor del tiempo transcurrido desde ‘Hicksville’, pero sirve para abordar otros estados como la negación a ser adultos o la adoración por tiempos pasados. Aunque la nostalgia en la trama es evidente, no falta el humor blanco, ni cesan las preguntas que harán reconsiderar el futuro del protagonista de la historia. Horrocks maneja a la perfección realidad y ficción, dejando en la frontera interrogantes como hasta qué punto somos responsables de nuestras fantasías, o si estas deben ir más allá de ciertos límites.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: La larga espera ha valido la pena. Los personajes son sólidos y la inercia de la historia avanza con velocidad, sin altibajos ni puntos difusos.
Lo peor: No aporta nada clave en el género de aventuras pero bienvenida… por no tan frecuente.
En esta recopilación nos encontramos a guionistas como Gardner Fox, Jack Oleck o Al Feldstein, siendo este último el más destacado en cuanto a número de relatos. El tándem cuenta con un estilo áspero, de impacto visual descarnado y donde las chicas de calendario dan el único respiro. La particularidad de esos personajes femeninos dotados de imponentes curvas choca con el tono serio y con la moraleja de relatos como ‘Hermanos de Sangre’, donde queda patente el lado oscuro de la sociedad norteamericana. El estilo nos recuerda, no solo en cuanto a suspense, al programa de la cadena CBS ‘The Alfred Hitchcock Hour’, aquella serie que era presentada por el propio Hitchcock y donde se examinaba también el modelo de vida que se gestaba en los años 50.
Pero no todo fue crimen o suspense en la obra de Wood: su aportación humorística en revistas le revela como un artista versátil, con una técnica impecable no solo en el dibujo, sino también en la rotulación y en el entintado, una distinción que a día de hoy se sigue imitando a la hora de hacer uso exclusivamente del blanco y negro.
Calificación: 8/10
Lo mejor: La valentía de cuestionar a la autoridad policial en su momento. Sesenta años después de su publicación original, vistas las últimas protestas raciales en algunas ciudades estadounidenses, vemos un lastre que sigue vigente. Los extras incluidos nos ayudan a conocer un poco mejor al autor, su obra y el entorno.
Lo peor
Lo que más llama la atención de Sanger es el perpetuo combate, no solo a nivel público sino también en el entorno familiar, que tuvo que soportar desde su inicial vocación: la enfermería. En este punto de partida la vemos crecer, sacrificando parte de su vida personal, con el objetivo básico de al menos poder hablar con claridad sobre asuntos de salud sexual, algo que provocó que fuera censurada por el alcalde de Boston, que le prohibió incluso hablar en público.
El tono que emplea Bagge en ‘La Mujer Rebelde’ es cómico, al igual que la pose de retintín y cariño utilizada en los 90 en ‘Odio’, pero distanciándose en el fondo en este tema tan serio de principios del siglo XX. La firmeza documental se mantiene pero con poco dramatismo en perfecta armonía: no se resta solemnidad a la figura de Margaret Sanger, y se identifica enseguida con el personaje incluso el lector más despegado en cuanto a derechos de la mujer.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: El descubrimiento de un personaje histórico desconocido. La información adicional al final del libro, sobre Sanger y los motivos que llevaron a Bagge a hacer su retrato narrado. También se han incluido fotografías de la protagonista, tanto familiares como en plena actividad o siendo arrestada por la policía.
Lo peor: Aunque la labor de documentación es importante y al relato le vienen bien, es inevitable caer en la cuenta de que algunos pasajes no son reales. La fortaleza de ‘La Mujer Rebelde’ se sustenta mucho más en el dibujo que en la narración.
En este segundo volumen, en el que Kitaro es un niño extraviado que siempre aparece de la nada y tiene por misión solucionar los conflictos entre los humanos y los espíritus de la cultura japonesa (yokais), se sigue manteniendo intacta la sustancia singular de Mizuki. Un compendio que, tomando como portal de entrada la vida cotidiana, nos invita a caminar entre lo sobrenatural, el humor naíf o las supersticiones, sin menospreciar el toque siniestro.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: Las similitudes de la historieta ‘El Gran Monstruo Marino’ con Godzilla. El realismo con tintes mágicos que hace creer en algo que no podemos ver.
Lo peor: La falta de un ingrediente contundente que atraiga a un gran número de lectores.
Si el semanario no tiene por costumbre hablar de economía y lanzó con éxito la primera entrega, mucho se ha hecho esperar esta tercera que trata sobre los libros, una materia que desde sus inicios ha sido la columna vertebral de la publicación: muchas obras han aparecido en sus páginas por entregas o como relatos cortos.
En esta antología verificamos que los comportamientos en la promoción literaria -el espinoso asunto de los anticipos antes de editar, el impacto de la crítica, el día a día de los escritores, el funcionamiento de los clubs de lectura o las expectativas generadas en los lectores- no ha cambiado prácticamente nada con el paso de las décadas. Auténticas bombas concentradas en un solo dibujo y un mínimo texto, un mérito que no solo reside en la habilidad gráfica.
Calificación: 7/10
Lo mejor: El enorme proceso de selección entre tanto material, separado en cuatro bloques: autores, editores, lectores y libreros.
Lo peor: La edición no ha sido cuidada como las anteriores. No trae un prólogo o una introducción sobre los autores, ni información adicional, algo que ya empezamos a echar de menos en su predecesor ‘La Oficina en The New Yorker’.
No faltan defunciones: Lola Flores -por supuesto a doble página con su hijo Antonio Flores-, recientes como las de Peret o Germán Coppini, cañís como las de Bambino o El Fary, las de estrellas punteras en los 80 como Carlos Berlanga y Antonio Vega, o simplemente hilarantes como Torrebruno o Joaquín Luqui. Y no falta el panteón de ilustres internacionales, que no desvelaremos para mantener la intriga. Se ha hecho una edición especial de 300 ejemplares, localizables aquí.
Calificación: inclasificable
Lo mejor: La selección es potente. Los regalos, entre los que no falta una ouija.
Lo peor: No se puede catalogar para todos los públicos: puede herir la sensibilidad de algún lector.