Miley Cyrus and Her Dead Petz

Canta Miley Cyrus en su nuevo disco que el «autocontrol no es algo que esté trabajando». No cuesta creerlo dado su historial reciente de desnudos públicos, declaraciones controvertidas sobre las drogas y sobre su sexualidad o su obsesión por enseñar la lengua a cada rato, que yo creo que duerme con la lengua fuera de tanto que la ha llegado a sacar en los últimos años. Esa carencia absoluta de filtro se proyecta también en su nuevo disco, que la cantante publicaba gratuitamente hace unos días tras su explosiva actuación en los últimos MTV Video Music Awards (que presentó la propia Cyrus), pues está conformado por un total 23 canciones escritas y producidas por ella misma en su pequeño estudio casero con la ayuda de varios colaboradores, entre ellos miembros de los Flaming Lips, que hablan de su pasión por la marihuana, de su pasión por el sexo, de su pasión por los animales y, en definitiva, de ella misma, ella misma y ella misma (bueno, y de una tal Karen) durante 90 extenuantes minutos.

Por supuesto, a nadie le interesa escuchar un disco de 23 canciones a menos que todas sean espectaculares por una razón obvia: es demasiado tiempo y, por lo tanto, llega un punto que terminas hasta las narices. Pero eso no pasa solo con Miley Cyrus ni ocurre solo con este disco en concreto: otros artistas supuestamente más respetables han editado obras interminables que duraban menos y traían la mitad de pistas. El problema de este disco que yo considero sin título es su interés por el «todo vale»: las canciones mediocres incluidas inexplicablemente, las letras explícitas que llegan a incomodar, los monólogos durante una borrachera, los lloriqueos a mitad de canción… 23 canciones dan mucho de sí para bien y para mal y más si su honestidad es tan brutal (y por momentos tan innecesaria, como en ‘BB Talk’) como la que ofrece este disco.

Pero «…and Her Dead Petz» no es un álbum de Miley Cyrus al uso, como bien apuntaba su principal colaborador, Wayne Coyne de los Flaming Lips, en una entrevista a Billboard el pasado mes de agosto. Para empezar, no cuenta en el contrato discográfico de Miley, lo que significa que esto no es la continuación de ‘Bangerz‘ sino una cosa completamente única. Además, su creación ha costado 50.000 dólares, es decir, nada para ser ella y para lo que costó ‘Bangerz’ (dos millones); y, para terminar, ha sido publicado gratis en Soundcloud porque Miley creía que era la plataforma ideal dada la «naturaleza personal y casera del proyecto».

Así pues, no hay que juzgar este disco en el contexto en el que se mueve Cyrus normalmente sino que hay que abordarlo como lo que es, una rara avis por parte de una artista inquieta que quiere (y, sobre todo, puede) hacer lo que le dé la gana. Se ha ganado el lujo. Y es gracias a este impulso que Cyrus da aquí con algunas de las mejores canciones de su carrera. El primer single, ‘Dooo It!’, es una de ellas, una completa mamarrachada tan autoconsciente como interesante en sus exploraciones sonoras, a medio camino entre Peaches y la M.I.A. de ‘/\/\ /\ Y /\‘ . «Sí, fumo marihuana / sí, amo la paz / pero me importa una mierda / no soy una hippie», insiste entre ritmos agresivos, pegotes de guitarra acústica y psicodélicos paisajes electrónicos. Es una chorrada de canción, probablemente lo más punk que ha hecho Miley en su vida, y es una pasada.

A pesar de ser una rareza hecha en casa, «…and Her Dead Petz» no es una colección de maquetas inacabadas confeccionada al tuntún. Es un álbum extremadamente autoindulgente, de eso no cabe duda, pero el detalle en la producción es notable dada la cantidad de gente involucrada en el proyecto y por momentos, como en la viscosa psicodelia de ‘Slab of Butter’, una colaboración con Sarah Barthel de Phantogram, incluso exquisito. Hay que aplaudir que ese efecto casero no venga acompañado de un sonido sin pulir: incluso la suciedad suena aquí tratada al detalle y aunque algunas canciones son mediocres, por lo menos están bien producidas y ofrecen cosas interesantes, como es el caso de ‘Cyrus Skies’ o ‘Evil Is But a Shadow’.

Volviendo a ‘Dooo It!’, esta canción es esencial en «…and Her Dead Petz» por dos razones: primero, es una buena canción, y segundo, es el gancho idóneo para mantener al oyente interesado en un trabajo que, en realidad, ofrece más que otra cosa baladas y medios tiempos psicodélicos. El principal defecto de Miley como compositora no obstante es que el suyo no es exactamente un sonido propio: cuando colabora con Wayne Coyne suena a Wayne Coyne (casi todo) y cuando colabora con Ariel Pink suena a Ariel Pink (‘Tiger Dreams’). La balada sexual ‘Fweaky’ es quizás de las pocas canciones en este disco que no asociaríamos a otra persona que no sea Miley, pero su irrefrenable sensualidad, por lo menos en lo vocal, evoca inevitablemente a Lana Del Rey, mientras la enérgica ‘1 Sun’ es en esencia una canción de Lady Gaga. Si ya ‘Wrecking Ball’ sonaba en su momento a descarte de Marina and the Diamonds descartado previamente por Rihanna, imaginaos esto.

Varias de estas baladas y medios tiempos, sin embargo, son memorables. ‘Karen Don’t Be Sad’ es una de las canciones más bonitas que le hemos oído, mientras ‘The Floyd Song (Sunrise)’, sobre su fallecido perro Floyd, que de hecho inspiró este disco, es una de las más escalofriantes. Y es que no somos pocos los que hemos no llorado, sino sollozado a nuestras mascotas muertas: el de Miley es un sentimiento compartido y esta canción lo representa muy bien. Por otro lado, ‘Something About Space Dude’ intriga de principio a fin con su melodía etérea y desnudas guitarras acústicas; ‘Space Boots’ es Flaming Lips en plena forma; la nostalgia ochentera de ‘Lighter’ convence en voz de Miley, ‘Pablow the Blowfish’ es, lágrimas aparte, una tierna canción vegana sobre su pez globo muerto y ‘I Get So Scared’ y ‘Twinkle Song’ son dos bellos instantes de angustia existencial.

Que Cyrus considerara algunas de estas canciones necesarias para el álbum (y no hablo de los interludios, siempre tan infravalorados, sino de canciones totalmente olvidables como ‘Bang Me Box’, ‘Tangerine’ o la inquietante ‘Milky Milky Milk’, cada una de ellas reseñable por algo en particular pero no por su composición) dan buena cuenta de la fe que Cyrus, Wayne y compañía han guardado a este proyecto. Pero si una cosa está clara es que no hay una sola estrella del pop en la actualidad que se atreva a hacer algo parecido. Y lo mejor es que no es para nada un mal disco. «…and Hear Dead Petz» es muchas cosas: excesivo, arrogante, impersonal, por momentos insufrible, pero no es un mal disco. Es un buen disco imperfecto que seguiremos escuchando atentamente y con el que por una cosa u otra siempre nos sentiremos fascinados, entretenidos, horrorizados o identificados. No hace falta mencionar la cantidad de discos más cortos que no logran ni la mitad que eso: probablemente la lista sea más aburrida que escuchar un disco de 23 canciones del tirón, y mucho más agotadora.

Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Dooo It!’, ‘Karen Don’t Be Sad’, ‘The Floyd Song (Sunrise)’, ‘Slab of Butter (Scorpion)’, ‘Something About Space Dude’, ‘Space Boots’, ‘I Get So Scared’
Te gustará si: tu colección de discos de los Beatles y de Pink Floyd no se avergüenza de que te guste Lady Gaga
Escúchalo: Soundcloud

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Publicado por
Jordi Bardají