Para su segundo álbum, ‘Cryptograms’, Deerhunter ficharon por el sello Kranky, famoso por editar a formaciones ambient como Stars of the Lid, Tim Hecker o Grouper. Con Lockett Pundt ya en el barco, el grupo grabó una primera versión del disco con la compositora Samara Lubelski, a la que conocieron durante un festival. Resultó que Lubelski no tenía «ni idea de cómo grabar un disco», según ha contado el mismo Bradford Cox en una entrevista, y Deerhunter decidieron echarla del proyecto y volverlo a grabar sin ella, lo cual resultó en el ‘Cryptograms’ que hoy conocemos.
Con el gran éxito de culto y crítica de ‘Microcastle‘, uno de los discos más importantes de la década pasada para numerosas publicaciones especializadas, es fácil desatender con frecuencia al álbum que lo precedió y, por tanto, olvidar su labor fundamental en el desarrollo de la que terminaría siendo para muchos y muchas la auténtica obra maestra del grupo. Pero sucede que ‘Cryptograms’ era un trabajo de lo más interesante donde el punk, la psicodelia, el shoegaze, el pop y el ambient se fundían en una obra que combinaba rock sangrante con paisajes etéreos de gran belleza.
De este disco es fácil destacar ‘Octet’, probablemente el primer clásico de Deerhunter, debido a su exquisita línea de bajo, un hallazgo rítmico de lo más infeccioso que no sabemos por qué nadie ha sampleado todavía en una canción disco-funk o algo parecido, y a un desarrollo espectacular donde ritmos y distorsión guitarrera dialogan hasta un clímax imponente al que finalmente se une un ritmo bailable. La letra son dos frases: «yo era el cadáver que perdió el control / hacia los pasillos fantasmagóricos». Suficiente para entender lo que ocurre aquí.
Bonus destacado: ‘Hazel St.’
Pero para entender el genio de la banda es necesario remontarse a los días de ‘Turn It Up Faggot’, su álbum debut, del que a duras penas se acuerda nadie porque se encuentra descatalogado (aunque disponible en Bandcamp) y eso que en su portada aparecía el pene de Jared Swilley, bajista de Black Lips, en todo su esplendor. El álbum tiene fama de malo y el propio Cox lo odia por considerarlo mediocre y hecho con prisas, entre otras razones, porque Lockett Pundt todavía no formaba parte del proyecto. En cualquier caso, es un compendio de canciones punk-rock viscerales y caóticas entre las que destaca ‘Tech School’, un tema urgente que desprecia la rutina académica y que no pocos encuentran lejanamente similar a ‘Cousins’ de Vampire Weekend, que salió cinco años después.
Bonus destacado: ‘Adorno’
Deerhunter airearon su tercer disco de la confusión neblinosa con la que habían envuelto hasta el momento sus primeros trabajos para presentar la versión más accesible de ellos mismos. El resultado fue un álbum en el que las voces eran más claras, los instrumentos más nítidos, la labor tras los paisajes de distorsión mejor definida y, en general, la sensación de que estábamos ante grandes canciones más evidente que nunca. Este nuevo ángulo proporcionó a Cox, Pundt, Arhculeta y Boyles la inspiración para dar con canciones de calado emocional instantáneo como ‘Agoraphobia’, un brumoso medio tiempo de punteos delicados y cálida melodía vocal en la que Cox implora: «cúbreme / confortablemente». Se ha convertido en su canción más popular y no extraña que la propia banda decidiera que era lo suficientemente buena como para abrir el disco.
Bonus destacado: ‘Little Kids’
Si para algo tienen talento Deerhunter es para hallar belleza en la más devastadora de las historias, como logran en ‘Helicopter’. Se trata de una balada psicodélica basada en un cuento corto escrito por Dennis Cooper (impreso, por cierto, en el libreto de ‘Halcyon Digest‘ con permiso de su autor) que narra la vida de un afamado joven trabajador del sexo conocido como Dima (de nombre real Dimitry Marakov) y su relación con «uno de los hombres más poderosos del crimen organizado en Rusia». El tema no es sino un retrato musical perfectamente compuesto de esta escalofriante historia donde amor, sexo, poder y misterio se entrelazan turbiamente y una prueba más de la habilidad de Deerhunter para capturar la tristeza del ser humano de la manera más hermosa, en este caso a través de la profunda desolación de esta vida decadente definida por la angustia y la soledad.
Bonus destacado: ‘Coronado’
El primer adelanto de ‘Fading Frontier’ es psicodélico y funky al mismo tiempo: las guitarras irradian luz propia pero Cox les da compañía con una interpretación quejumbrosa, siniestra: «nací ya clavado a la cruz / nací con una sensación / estaba perdido / nací con la habilidad de hablar / nací con unos andares de serpiente». De esta serpiente parecen nacer las sonajas que suenan a lo largo de todo el tema y que le otorgan a ‘Snakeskin’ un atractivo elemento rústico. De nuevo, hay algo vulgar, nada refinado, en el sonido de esta canción, pero los arreglos son espectaculares y sofisticados y sus ritmos tan irresistibles como una canción de Chic… o casi.
Bonus destacado: ‘Ad Astra’
Si ‘Agoraphobia’ es la canción más conocida de Deerhunter, ‘Nothing Ever Happened’ ocupa en su repertorio una posición parecida, si no superior. Compuesta por el batería Moses Archuleta, esta y no otra sería la canción que cualquier persona debería enseñar a sus amigos y amigas para convencerlos a la primera de que este grupo mola: si su intención con ‘Microcastle’ era escribir canciones concretas e inmediatas, esta es una de las cumbres de aquel objetivo, un tema de melodía atemporal sobre una persona que no sintió jamás nada en su vida y que podría haber sido escrita en algún momento de los últimos cuarenta años. La coda instrumental y su dinámico desarrollo asombran a cada escucha.
Bonus destacado: ‘Twilight at Carbon Lake’
Pocos discos he oído en los últimos cinco años tan bien cerrados como ‘Halcyon Digest’. La balada que daba por concluido ese disco, ‘He Would Have Laughed’, dedicada a Jay Reatard, que moría mientras dormía a principios de 2010, es un retrato del tedio en la edad adulta en su máxima esencia, pero es su ambivalencia entre la vigilia y el sueño, trasladada no solo a su texto sino también a una música de tonalidades grises y dimensión psicodélica, en la que no faltan melodías apesadumbradas y guitarras acústicas de desarrollo tenue, lo que hace de ella una canción, en pocas palabras, preciosa. «¿Dónde están mis amigos?», se pregunta Cox al final, sin duda una cuestión con la que todos tendremos que enfrentarnos en algún momento de nuestras vidas.
Bonus destacado: ‘Revival’
Algunas canciones no son menos importantes por haber aparecido en EPs en lugar de en discos largos. A menudo ocurre que algunos artistas escriben una canción excelente desde cualquier punto de vista que luego no hay manera de encajar en un proyecto mayor. Es el caso de uno de los temas incluidos en su EP de 2007, ‘Fluorescent Grey’, inmediatamente anterior a ‘Microcastle’. Y, en concreto, es el caso de la pista 2, ‘Dr. Glass’, un árido número de «grooves» vigorosos, guitarras amables y tecladillos ebrios sobre «parejas besándose y cadáveres pudriéndose» que sirve como testamento de la influencia fundamental que grupos como Stereolab y Broadcast han ejercido en el sonido de Deerhunter, y de la que se habla más bien poco. Una canción perfecta, si bien infravalorada.
Bonus destacado: ‘Fluorescent Grey’
Para durar 2 minutos y medio, pasa mucho en ‘Back to the Middle’, uno de los cortes incluidos en ‘Monomania‘, el disco más crudo de Deerhunter desde ‘Turn It Up Faggot’. De ese gusto por la suciedad sacaron varias buenas canciones y ‘Back to the Middle’ es la que más sucinta y concisamente resumía el concepto de ‘Monomania’: una canción breve donde cada elemento no obstante es un gancho en sí mismo, desde las guitarras (dos líneas melódicas diferentes suceden en ambos canales) hasta los ritmos pasando por los teclados, y que contiene uno de los puentes instrumentales más satisfactorios que ha escrito el grupo. Pocas veces pasa que una canción ofrezca tanto que parece que dure más de lo que dura en realidad y eso es lo que hace de ‘Back to the Middle’ una canción importante. De haberla editado la Velvet (o los Strokes o Sparklehorse), hoy sería un clásico.
Bonus destacado: ‘Sleepwalking’
No son pocos los que piensan que la estrella de la formación es Bradford Cox, pero que es Lockett Pundt, sin embargo, quien escribe las mejores canciones. En verdad, quizás sí sean, por su consistente carácter cálido a la par que melancólico y el gusto de Pundt por cantar con una tranquilidad cercana a lo narcótico, las más reconocibles: por ejemplo, cuando suena ‘The Missing’ en ‘Monomania’ es evidente que es composición de Pundt y no de Cox. Sin ir más lejos, ‘Agoraphobia’ es de Pundt, como también lo es ‘Desire Lines’, que el propio Cox ha descrito como la mejor canción de Deerhunter.
El motivo no es otro que su coda instrumental. Si la canción durara tres minutos también estaría muy bien: su estribillo de «walking free / come with me / far away / everyday» es simple pero efectivo; sus ritmos seducen, sus guitarras dialogantes te hacen soñar. Pero es esa coda lo verdaderamente importante. Al principio, parece un puente hacia el estribillo final; sin embargo, Pundt decide de repente convertir la canción en una «jam» donde guitarras y ritmos vuelan de la mano implacables hacia el infinito, formando finalmente un paisaje tan hipnótico y bello que podría durar horas.
Bonus destacado: ‘Earthquake’