Rumba 3 fue el grupo de rumba catalana más popular que haya existido nunca. Los hermanos Juan y Pedro Capdevila, junto con su amigo de infancia José Sardaña conocieron un éxito inmenso en España y Sudamérica durante los años setenta y ochenta. Pero a día de hoy nadie parece recordarlos, como muestra jocosamente la introducción de este documental, que se abre inquiriendo a viandantes anónimos sobre el combo («¿Rumba 3? Son muertos, ¿no?»). Sin embargo, la cosa cambia cuando se rememoran sus canciones. ¿Quién no ha escuchado nunca ‘No sé, no sé’ («no sé qué tienen tus ojitos que me vuelven loco…»)? Pues eso. Y, añado, ellos siguen habitando este mundo.
Un público eminentemente familiar abarrotó la sala grande del cine Aribau para asistir al estreno de ‘Rumba 3 – De ida y vuelta’. Como familiar también es el documental. Uno de los directores es Joan Capdevila, hijo de Juan Capdevila. Y a la familia se ha acudido principalmente para hacer memoria y construir la película. Articulada en capítulos, a través de abundantes actuaciones televisivas (españolas y sudamericanas), recreaciones divertidas de la época y gran cantidad de testimonios, se va pintando el retrato del trío, se exalta su éxito internacional y se erige una formidable muestra de su música festiva. Al documental le podemos reprochar algunas cosas, por eso: que fuerce demasiado la presencia de invitados de «relumbrón» que realmente aportan poco, simplemente para certificar su exitazo (José Mota, por ejemplo). También chirría la ausencia de un marco temporal definido; no se indica bien cuándo empezaron, cuándo despuntaron y tampoco se aclara cuándo vivieron el bombazo en Sudamérica. ¿Los setenta? ¿Los ochenta? ¿Fue un éxito continuado en el tiempo? Y, como último «pero», que se alarguen demasiado las disquisiciones sobre por qué la fama se esfumó. Pero, ciertamente, nada de esto empaña el calado del film. Primero, porque es divertido, fresco y sabe captar muy bien esa alegría de vivir que caracterizaba al grupo. Segundo porque, a pesar de los convidados de lujo, los auténticos protagonistas son aquellos que realmente les conocieron: músicos de acompañamiento, amigos, vecinos y familiares, que desmenuzan gran cantidad de anécdotas y detalles. Sobre todos ellos destacan sus esposas, las que vivieron a la retaguardia del éxito y padecieron la cara menos agradable de la popularidad: ausencias, soledad, el fantasma de las infidelidades nunca reconocidas, etc. Todo ello narrado con un cariño teñido de resignación y melancolía. Gracias a ellas se da una perspectiva valiosísima del ámbito doméstico y del machismo inherente, no solo a la época, sino a la condición de consorte de artista.
Lo más destacable, sin embargo, llega al final. Tras evocarlos desde fuera y escamotear hábilmente su presencia directa durante todo el metraje, el último capítulo los interroga personalmente. Ahí los tres hablan de infancia, de orígenes humildes, de amistad. Pero también de privaciones y horrores. El testimonio de Pere Capdevila en particular es desgarrador. Relata la niñez dura, llena de humillaciones y maltratos que padecieron él y su hermano, internos en un colegio de protección social. Juan salió relativamente indemne, pero a Pere le quedaron graves secuelas emocionales y psicológicas. Sin embargo, a pesar del sufrimiento, de sus desequilibrios, de todos los sinsabores que pueda conllevar la fama («he odiado al Pedro de Rumba 3», declara tajante), es un ejemplo de que la música sí que puede salvar vidas. 7,2.
‘Rumba 3: De ida y vuelta’ ha ganado el premio a la mejor obra nacional de In-Edit y también el premio del público.