Adele / 25

Adele nos ha mentido. O peor, se ha mentido a sí misma. Después de años de considerable secretismo, con noticias contadas sobre ’25’, lo primero que reveló sobre su tercer disco es que si ‘21‘ era un «disco de ruptura», este lo sería sobre «reconciliación». Y en verdad, casi nunca suena ni conciliador ni reconciliado, como pasa en ese mismo single que abre el álbum y ha conseguido convertir una palabra tan inocua como ‘Hello‘ en una gigante apisonadora. ¿Qué es lo mejor de esta balada que reconoce abiertamente «dicen que el tiempo lo cura todo, pero yo no me he curado mucho»? El estribillo es 200% efectivo, pero parece algo forzado, obligado a un éxito que no le ha sido precisamente negado, todo lo contrario: la canción ha batido récords y es imposible a día de hoy imaginar un éxito mundial de mayor envergadura. Pero lo grande es que detrás de esa llamada a un ex para pedir perdón se esconde una herida sin cicatrizar que se manifiesta en el puente y cuando Adele canta, despechada, después de que él no quiera atenderla: «no importa, claramente nada de todo esto te duele ya».

Es una suerte, en verdad, que Adele no nos haya aburrido con un disco post-maternidad, recreado en la felicidad que ha encontrado con su bebé y con su nueva pareja. Ella misma dice en las entrevistas que ha querido evitarlo a toda costa, y con la excepción del tema final dedicado a su hijo, un ‘The Sweetest Devotion’ mucho menos edulcorado de lo que promete su título, se ha refugiado por el contrario en lo peor de su pasado, miedos no superados, relaciones sexuales frustrantes, fotografías de una niñez que entre fama y familia se le ha escapado de las manos; y también de su presente, como esos viejos amigos que no se atreven a saludarla por la calle porque piensan que el éxito se le ha subido a la cabeza. Entre las primeras, la canción fundamental del disco sería ‘I Miss You’, co-producida por Paul Epworth, hombre de confianza tanto de Florence + The Machine como de la propia Adele (de ‘Rolling in the Deep’ a ‘Skyfall’), un número turbio y explícitamente insatisfecho desde su título, que muestra a una Adele musical y líricamente un poquito más atrevida, de «treat me soft but touch me cruel / I wanna teach you things you never knew» a «We play so dirty in the dark / Cause we are living worlds apart». Entre las segundas, la doliente ‘Million Years Ago’, que recurre a la canción de los 60 y los 70 (imagino en su melodía lo mismo a Cecilia que a Raphael) para retratar la melancolía por una vida anónima.

La fama es un tema recurrente -y aburrido- en los terceros discos de muchos artistas, de Cranberries a Pearl Jam, pero en este caso no es abrasivo: cualquier persona puede identificarse con esta última canción y muy especialmente con cualquiera de las otras diez. Como con la tormentosa ‘River Lea’ junto a Danger Mouse o con ‘Love in the Dark’, que lidian respectivamente con la culpa y con la angustia por una relación prohibida, mientras ‘All I Ask’, con co-autoría de Bruno Mars, utiliza un piano muy setentas para proponer: «si esta va a ser mi última noche contigo / abrázame como si fuera más que una amiga».

El piano es también protagonista de una pista que consigue ser a la vez ligera e intensa, ‘Remedy’, pero Adele ha querido introducir pequeñas novedades sonoras en su repertorio. La más vistosa es ‘Send My Love (To Your Lover)’, una co-producción de Max Martin sobre una relación entre dos personas que van a un ritmo muy diferente, que a todas luces es el «Rumour» de este disco para bien y para mal. Por un lado aporta variedad y llama mucho la atención de primeras. Por otro, este viaje a Sudáfrica por la vía de Paul Simon en ‘Graceland’ no puede ser lo mejor de un disco de Adele. Más destacable, sobre todo a modo de sándwich entre ‘Remedy’ y ‘River Lea’ (o abriendo la cara B), es la similar pero más popera ‘Water Under The Bridge’, en la que ha participado Greg Kurstin.

Pero sin duda la canción con mayúsculas de este disco, esa que esperabas poner cara a cara con ‘Rolling in the Deep’, ‘Someone Like You‘ y ‘Set Fire to the Rain’, es ‘When We Were Young‘, co-escrita junto a Tobias Jesso Jr, autor de dos de mis canciones favoritas este año, ‘Without You’ y ‘How Could You Babe’. Tobias es un obseso de la canción setentera como Adele, y esta pista les muestra a los dos haciendo lo que mejor saben. La melodía es una absoluta gozada en el estratégico cambio de acorde de «movie»; el piano, que perteneció nada menos que a Philip Glass y Tobias ha heredado de sus abuelos, te hace desear en el último puente que la canción no acabe nunca; y la imagen creada en torno a un encuentro inesperado en el que se mezclan realidad, irrealidad y recuerdos («you look like a movie / you sound like a song») está perfectamente redondeada por una Adele que resulta gloriosa ante su repetida súplica: «déjame hacerte una foto con esta luz, por si fuera la última vez que podemos parecernos exactamente a los que éramos… antes de darnos cuenta de la pena que nos daba hacernos mayores». Puede ser una canción más «conciliadora» que ‘Hello’, pero su inquietud es la misma: «a mí aún me importa, ¿todavía te importa a ti?», termina. ‘Your Song’ de Elton John, ‘(They Long to Be) Close to You’ de los Carpenters, ‘You’ve Got a Friend’ de Carole King, ‘Sara’ de Fleetwood Mac… las canciones que vienen a la mente son palabras mayores, pero es que además Ariel Rechtshaid ha añadido un fondo brumoso, casi imperceptible pero que ahí está, que acerca la canción tímida pero decididamente, sólo para oídos atentos, a la intensidad de ‘A Whiter Shade of Pale’. No son cuatro instrumentos los que suenan, los créditos revelan más de doce. Supongo que ‘Hello’ ha aplastado las opciones de ‘When We Were Young’, pero ya sólo por las ventas del álbum… Tobias, ve preparando la cuenta para los ceros, que mira por dónde al final vas a recibir lo que te merecías desde el principio, aunque no por los canales que esperábamos.

’25’ sigue sin ser el ‘Back to Black‘ de Adele debido a algunos puntos flacos: echamos de menos esa malicia que conocemos en la cantante de las entrevistas o directos, hay algunas letras demasiado obvias como ‘Million Years Ago’, cuando habla de sexo no evita cierto aroma blandito a ‘50 sombras de Grey‘, y ‘Love in the Dark’ está algo recargada, sonando además demasiado a ‘Turning Tables’. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que se ha desinflado con el tiempo «Rumour» y lo que han crecido esa ‘Turning Tables’ o ‘He Won’t Go’; teniendo en cuenta que hace dos días me aburría ‘All I Ask’ y ahora me encanta, es difícil vaticinar qué canciones de ’25’ preferiremos en el futuro. Lo evidente desde hoy mismo es que no estamos ante un «caso Alanis» ni un «caso Dido». Si eres de los que esperaban del tercer disco de Adele una especie de ‘Tusk’ (?) o una especie de ‘OK Computer’ (?), ’25’ no es un álbum para ti. Por el contrario, si eres de la escuela Bacharach, King, Newman… y sobre todas las cosas buscas canciones que te acompañen para siempre, más que un disco de moda que nadie recordará el mes que viene, posiblemente volverás sobre muchas de estas canciones unas cuantas veces. A menudo un tercer álbum sirve también para que nos demos cuenta de que un artista estaba infravalorado o de que no molaba tanto. Está claro cuál es el caso. A día de hoy es de necios negar que las composiciones de Adele perduran. Unas van, otras vienen, unas suben, otras decrecen, pero rara vez sobran o pasan desapercibidas. A cada paso que Adkins da, ‘Chasing Pavements’ suena menos triunfita y más Brill Building.

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Publicado por
Sebas E. Alonso