En el ámbito de la electrónica, Sr John reivindica a Scuba, que este año editaba ‘Claustrophobia‘. «Scuba no termina de encontrar un reconocimiento masivo», escribe, «a pesar de acumular en Metacritic un 80 sobre 100 con este último disco y de contar con un público leal que se rinde con sus sesiones». Continúa: «[Scuba] no parece tener mayor transcendencia a la hora de hacer balance del año, ni tan siquiera en medios más especializados en música electrónica, donde a duras penas le hemos visto ocupando alguno de los últimos puestos. Es cierto que ‘Claustrophobia’ no alcanza los niveles de experimentación de Arca en ‘Mutant‘ y que no aúna géneros como Jamie xx en ‘In Colour‘, pero sí gana en diversidad al alternar la inmediatez con lo escurridizo, la pista de baile con la banda sonora, buceando incluso en profundidades más lúgubres que los álbumes citados y sin recurrir a “revientapistas”».
En cuanto a la electrónica vocal, dos figuras destacadas de 2015 que no han aparecido apenas en ninguna lista de lo mejor del año y que han producido discos notables son dos personas estrechamente relacionadas, Matthew Herbert y Róisín Murphy, que colaboraron en el álbum debut en solitario de la segunda, ‘Ruby Blue‘, editado en 2005. Una década más tarde, el primero lanzaba ‘The Shakes‘, el disco más infravalorado del año para Sebas E. Alonso. Este lo describía en su crítica tipo «mea culpa» como una de las «joyas perdidas de 2015» y un álbum «para escuchar con los ojos abiertos como platos en equipos de alta fidelidad y con auriculares de alta gama». «La música de Herbert», seguía aquel texto, «continúa siendo una verdadera gozada aunque no esté tan de moda como un Caribou».
El caso de Róisín Murphy merece una mención especial por un motivo, pues el suyo, ‘Hairless Toys‘, fue uno de los discos nominados en la pasada edición del Mercury Prize, el premio musical más prestigioso de Reino Unido, pero no ha aparecido en apenas ninguna lista de lo mejor del 2015 (sólo la encontramos en la de Allmusic junto a -glups- ‘Sirope’ de Alejandro Sanz). Al parecer, solo le ha gustado o casi al jurado del Mercury. Ni siquiera en Gorilla vs Bear, con lo exquisitos que son, se han acordado de él. Pero ‘Hairless Toys’ ha sido para mí el tesoro olvidado del año, habiendo alabado
en la contracrítica (la reseña oficial, firmada por Sergio del Amo, lo puntuaba con un 5,6) el modo en que el álbum «aborda la música electrónica de salón desde un ángulo de surrealismo y deliciosa versatilidad que nunca cesa en resultar fascinante».Por su lado, Jaime Cristóbal, autor de nuestra sección «Clásicos que nunca lo fueron«, recuerda al cantautor norteamericano Zachary Cale (no confundir con Zachary Cole, más conocido como DIIV), por su disco ‘Duskland’ (disponible en Bandcamp). «El cuarto disco de este neoyorquino es uno de los grandes perjudicados de la sobreproducción discográfica actual», escribe Cristóbal, «o de la profusión de “cantantes con guitarra acústica”». Y es una pena porque su pop atmosférico en la onda sentimental de Beach House o Alice Bowman es brillantísimo. Con el encanto agregado de un toque de Americana y dos de producción atmosférica a lo Daniel Lanois. A descubrir». No de Americana pero sí de R&B es el disco olvidado favorito de ACM, ‘Making Time‘ de Jamie Woon. «Una joya», escribía en su valoración, «con un acabado que debería valerle al británico todos los halagos y reconocimientos del mundo».
Pocos y pocas se han acordado también de que Low ha sacado disco este año. Se trata de ‘Ones and Sixes‘, el disco más infravalorado del año para Miguel Sánchez. En nuestra reseña, firmada por Raúl Guillén, lo describíamos como el «disco más fácil para acceder a Low a día de hoy», un trabajo «al servicio del aspecto compositivo donde [Low] se muestran especialmente generosos con las melodías, como si quisieran concretar su propio estándar. Tanto que, a veces, parece que estuviéramos ante un falso grandes éxitos». Lo mismo podría decirse de ‘Death Magic‘ de HEALTH, escogido por Sergio del Amo, quien lo escribía en su crítica como una «declaración de intenciones», un «tratado electrónico que les devuelve a la primera liga de la actualidad musical». Sergio, como ACM, también hacían una mención a Susanne Sundfør, cuyo ‘Ten Love Songs’ en su momento elogiamos por «su versatilidad y notables resultados» y por resultar «más ambicioso» de lo que «sus melodiosos temas de electropop escandinavo sugieren».
Entre los nombres nacionales, encontramos el de Tulsa reivindicado por Angèle Leciel. La banda liderada por Miren firmaba a principios de año ‘La calma chicha‘, un trabajo que, según Mireia Pería, que escribía la reseña del disco para este site, mostraba un cambio estilístico del grupo hacia un «pop electrónico confesional y vaporoso que puede llegar a recordar ligeramente a La Bien Querida e incluso a la Javiera Mena más otoñal» y realzaba a una Miren «algo más reposada y atemperada» pero con las garras escondidas «en guardia y preparadas». Otra de las figuras patrias olvidadas podría ser la de Reina Republicana, cuyo álbum debut, ‘El despertar‘, era uno de nuestros Discos Recomendados en marzo, pero que no recibía votos suficientes de la redacción para entrar en nuestra lista de los mejores discos de 2015, por los pelos.