‘Lubna’ de Mónica Naranjo, un gran artefacto «kitsch»

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‘Lubna’ de Mónica Naranjo, un gran artefacto «kitsch»

monica naranjoEl pasado 29 de enero, Mónica Naranjo editaba su último disco, ‘Lubna’, una ópera rock descrita por su sello como el «proyecto más ambicioso de su carrera» y como «una obra inclasificable y compleja, llena de pasajes instrumentales de orquesta sinfónica y coros que alternan con canciones en las que la voz de Mónica Naranjo sobresale llena de matices y con una amplitud de registros como nunca antes la habíamos escuchado». «Momentos de un lirismo de gran belleza», decía la nota, «dan paso al drama más absoluto a modo de banda sonora que se salta todas las reglas convencionales». Escuchado ya el disco, descubrimos que esa descripción se quedaba corta no, lo siguiente. Qué de épica, qué de dramatismo, qué de grandilocuencia, qué de todo. ¿Pero es el nuevo álbum de Naranjo, de verdad, un disco tan inclasificable como parece? ¿Es ‘Lubna’, como opina mi compañero Nicolás del Moral, un suicidio artístico comparable al desvarío que fue ‘La huerta atómica’ de Miguel Ríos y, por lo tanto, un gran despropósito?

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En primer lugar, cabe preguntarse hasta qué punto es ‘Lubna’ un suicidio artístico. ¿En comparación a qué? Tras el éxito de ‘Palabra de mujer’, el siguiente disco de Naranjo fue un disco de versiones de Mina, de sonido bastante alternativo y muy caprichoso por momentos, que no vendió más que el anterior pero sí más que el cuarto, ‘Chicas malas’, que era más comercial y del que se llegó a grabar una versión en inglés con la intención que Naranjo diera finalmente el salto internacional, algo que no sucedió. Cuando Naranjo volvió a la música lo hizo seis años después, es decir, una eternidad, y con una canción de siete minutos más barroca que la vida misma llamada ‘Europa’, que habría aterrorizado al mismísimo Tino Casal. ‘Europa’, pues, sí puede considerarse un suicidio artístico, aunque uno que el publicó entendió. ‘Lubna’, que llega con Naranjo ya consolidada como personaje televisivo y tras varios lanzamientos en directo, entre ellos ‘Adagio’, en los que Mónica ya mostraba un interés más que obvio por el rock sinfónico de Lacuna Coil y Within Temptation, no tanto. Pistas, desde luego, no han faltado.

Por otro lado, ¿es el formato de disco conceptual intrínsecamente un suicidio comercial? En España no solo Malú y Pablo Alborán venden discos, también las obras conceptuales y, sobre todo, el rock, mueven cifras significativas. ‘Lubna’ no es un «corte de radiofórmula», como su misma autora ha expresado recientemente en una entrevista de radio, pero tampoco es una obra vanguardista extremadamente avanzada a su tiempo ni una ópera megalómana de tres horas indigerible para el público, ni una obra que entre dentro del concepto de «arte con mayúsculas». La naturaleza de ‘Lubna’ es bastante pop, empezando por que la ópera rock es un género popular. En resumen, ‘Lubna’ no es un disco elitista, es un disco de canciones, melodías y emociones para la gente, populista por momentos (‘Ya está bien’), bastante «kitsch» en otros, con acercamientos incluso al flamenco y al tango. Pero, sobre todo, es un disco de poderío vocal, que en España las voces venden mucho también, y más si son nuestras.

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Vale la pena detenerse en el lado «kitsch» de ‘Lubna’. Porque sí, ‘Lubna’ es una ópera rock, pero se queda tan lejos de la elegancia buscada en tantos puntos, que resulta hilarante. La misma fusión de estilos de la que este disco hace gala como ópera rock, pero que supera en momentos destacados como el flamenco meets metal de ‘L’ombra’, interpretada por Jaime Heredia, es «kitsch» en sí misma. Por no hablar de la producción en sí, que, como bien indica Rock the Best Music, deja las guitarras, bajos y baterías tan bajos en la mezcla, que la sensación que queda al final de ‘Lubna’ es de un disco de rock de baratillo, muy lejos de la épica a la que aspira. Y luego están los coros en las estrofas de ‘Jamás‘, el «spanglish» de ‘Perdida’, el momento radio retro de ‘Ese es mi público’, el power-rock caspa a lo ‘Final Countdown’ de ‘Ya está bien’, el rollo Nine Inch Nails masticadito de ‘Romance con la locura’, el salto de acentos…

‘Lubna’ es, sin duda, un gran artefacto «kitsch». ¿Pero anula algo de esto su calidad como obra musical? Reconozco que en el álbum hay varios pasajes de cuestionable gusto (esa manía de Naranjo de cambiar acentos esquizofrénicamente es un tanto irritante) pero las canciones en sí, aunque no sean nada que no hayamos oído antes ni en España ni en el resto del mundo, son buenas, tienen pies y cabeza, están compuestas con una inteligencia musical incuestionable, y arregladas con extremo gusto en muchas ocasiones, tanto en el plano orquestal como en el coral. Los mismos interludios, como ‘Lasciatemi qui’, ‘Contemplazione’ y ‘Mortem Eleonard’, presentan melodías instrumentales bellísimas, mientras las melodías vocales y desarrollos de canciones como ‘Jamás’, ‘Perdida’, ‘Ya está bien’, ‘Fin’, ‘Holocausto’ o ‘Boomerang’ son memorables y satisfactorios. En ese sentido, no podríamos estar ante una obra más clásica. ¿Cómo iba a ser esto un suicidio artístico? ¡Si ‘Jamás’ podría haber sido de Rocío Jurado!

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Otro de los argumentos que esgrimaba mi compañero Nicolás del Moral en relación a ‘Lubna’ es que esta era la primera vez en la carrera de Mónica Naranjo que la cantante lograba transmitir algo con su voz. No podría estar más en desacuerdo. Dejando de lado lo peregrino que resulta cuestionar el talento vocal de Naranjo a estas alturas, me sorprende que alguien pueda pensar que la cantante se ha pasado toda su carrera chillando y ya está, cuando, primero, como soprano lírico spinto que es, su registro es dramático en sí mismo, además de muy complejo en matices, y segundo, su repertorio está repleto de ejemplos que demuestran lo contrario, empezando por ‘Desátame’, interpretativamente de lo más espectacular que ha grabado, y siguiendo por canciones tan memorables y de registros y tesituras tan variadas como ‘Empiezo a recordarte’, ‘Entender el amor’, ‘Ahora, ahora’, ‘Toda mi vida por un hombre’, ‘De qué me sirve ya’ o ‘Europa’. En definitiva, no, ‘Balada desesperada’ no es la única obra maestra interpretativa de Naranjo ni de lejos.

De hecho, algunos de los pasajes vocales más desagradables que ha grabado Mónica se esconden en este disco, por ejemplo en ‘Ese es mi público’, de cadencias rockeras un tanto arriquitaun, muy poco atractivas. Pero ‘Lubna’ es sobre todo un disco de momentos vocales arrolladores, varios de ellos, de hecho, presentes en una misma canción, como es el caso de ‘Jamás’, ‘Fin’ y ‘Holocausto’. ‘Lubna y Eleonard’, por su parte, es un hermoso episodio paisajístico, sutil y emocionante. El dramatismo desorbitado de ‘Lubna’ no es un problema, porque además de ejecutado con maestría (al fin y al cabo, si esto fuera de verdad chillar, Naranjo ya no podría hablar), es integral en su desarrollo como obra conceptual. Su lado «kitsch», desde luego, le resta elegancia y épica, pero le suma particularidad a su vez, mientras es Naranjo quien proporciona elegancia a todas (o la mayoría) de las canciones incluidas gracias a su deslumbrante voz. Al fin y al cabo, ¿quién quiere escuchar de Naranjo una cosa sutil y recogidita en plan Julie London? Nadie. Pero es que esto tampoco es un disco de gritos descontrolados y solo hay que escuchar ‘Lubna’ atentamente para averiguarlo.

De hecho, si ‘Lubna’ adolece de algo no es de su alta cuota de excesos vocales, sino de que, como obra conceptual, podría haber sido mucho mejor. Sus interludios son buenas composiciones, algunas, de hecho, de una gran belleza, como es el caso de ‘Eleo é Nato’, pero no atan el disco tan bien. En realidad, en varios momentos lo alargan innecesariamente, mientras la voz de Naranjo es tan central en la mayoría de sus pistas, que es difícil encontrar a su intérprete verdaderamente integrada en muchas de sus historias. Como no podría ser otra manera, Naranjo es siempre la protagonista en ‘Lubna’, pero, quizás por este mismo motivo, el hilo narrativo del álbum termina diluido por el peso de la misma artista. Si se le hubiera dado la misma importancia al concepto que a la voz de su intérprete como hilo conductor único, probablemente estaríamos ante un álbum mucho mejor cerrado. Pero como obra conceptual para las masas, con sus más y sus menos, ‘Lubna’ es un triunfo. 8.

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