El regreso de OT, uno de los primeros baños de nostalgia millennial

El país ha amanecido revolucionado por la resaca del concierto de Operación Triunfo, retransmitido en directo por RTVE desde Barcelona como si estuviéramos en 1990 y Madonna visitara por primera vez la ciudad. No sabía que esta fórmula de retransmisión de conciertos en vivo siguiera siendo una posibilidad para la cadena pública, pero el público respondió y fueron 4 los millones de espectadores que no quisieron perderse la treintena de canciones interpretadas y que llevaron a la finalización del show, como era de prever, con ‘Escondidos’ de la ex pareja Bisbal y Chenoa, ‘Europe’s Living a Celebration’ de Rosa y ‘Mi música es tu voz’ por todo el equipo.

El «espectáculo» me pareció muy duro de roer en los escasos minutos que mi ansiedad me permitió aguantar (un ‘Corazón espinado’ por parte del elenco masculino con una coreografía improvisada la madrugada de antes, y un paupérrimo ‘Black Magic Woman’ interpretado por un tal Alejandro Parreño), pero ha terminado dejando una mina de titulares a su paso.

Los más esperables son los que han criticado el show por su falta de valor artístico. Los más sonados los que hablan de la supuesta cobra de Bisbal a Chenoa, con David supuestamente rechazando un beso suyo, un hecho que ha sido comentado hasta por Íñigo Errejón, si bien un ángulo inverso podría mostrar que quizá no habría existido tal cobra, sino simplemente un deseo de Chenoa de limpiar la cara de Bisbal de carmín. Así lo asegura Haneke, nuestro forero, no el director de cine, dejando como prueba un tuit.

Lo más cutre de todo no parece que fuera el concierto, ni la cobra, sino la falta de naturalidad de sus protagonistas, que más de 12 horas después de «trending topic» #LaNocheCobra, permanecen incapaces de comentar el asunto en sus redes sociales, de reírse de él, de desmentirlo o de restar importancia al asunto. O incluso de dársela. ‘Operación Triunfo’, emitido a principios de los 2000 pero con un tufillo a primeros años 90 en su estética, sigue resultando igual de anacrónico en 2016, mostrando una realidad como de otra época en cuanto a estética, repertorio y ahora también gabinete de crisis. Si en 2001 podían fingir que no existía la música moderna o underground, hoy pueden fingir que no existen las redes sociales al no hacer uso de ellas de manera apropiada o sagaz.

Y es una pena, porque frente a esos editoriales tan predecibles que acusan a Operación Triunfo de todos los males de la música, y a los que seguramente me sumaría ahora si me hubiera tenido que tragar esto durante 120 minutos en plena noche de Halloween, hay que destacar también que el target que se ha interesado por el regreso de Operación Triunfo no se compone de gente que sólo ha seguido a Busta y Bisbi durante estos 15 años. Hay un tipo de público que en aquellos años era niño o adolescente (esa generación millennial que nacía según los sociólogos entre el 80 y el 2000 aproximadamente) y al que el programa le resulta entrañable como a otros ‘El Show de Xuxa’ o ‘A mediodía, alegría’, que, ojo, también dejaron sus himnos musicales. «Ha sido uno de los mejores guilty pleasures que me he tirado a la cara, me lo he pasado teta, y «Escondidos» ha sido el MOMENTAZO, para enmarcar», dice nuestro usuario Zarko. Sí, esa parte del público que un día va al festival de moda y al día siguiente ve esto existe. Ya solo falta que el entretenimiento que sepan darnos sus protagonistas como personajes mediáticos se olvide de lo políticamente correcto de una vez y se ponga a la altura de los nuevos tiempos, huyendo del secretismo del lado más gris y rancio de la vieja industria.

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Publicado por
Sebas E. Alonso