Cuando ya estamos aburridos de listas con lo mejor del año, ¿qué disco se nos ha quedado fuera y ahora nos apena? ¿De cuál nos estamos acordando más de lo que esperábamos? ¿Cuál es el disco más infravalorado del año?
Comienza hablando nuestro colaborador Carlos Úbeda: «En mi opinión es difícil seleccionar el disco más infravalorado del año porque, ¿qué es infravalorado? Si es no salir en las listas más conocidas o respetadas, creo que tengo claro que para mí sería ‘Tooth’ de Raime. Un disco austero y minimal que transciende su género, pero también un disco alejado de lo que suelen ser los discos que pueblas las listas de final de año: instrumental, corto, discreto. Sorprende que no aparezca en la selección de The Wire -pese a haber sido muy bien recibido en su momento- pero creo que la aparición del disco de Carla dal Forno -en el mismo sello- les ha perjudicado. Pero ‘Tooth’ ha tenido buenas críticas casi unánimes, si hablamos más de discos maltratados o ignorados me quedaría con el nuevo lanzamiento de Travis Bretzer, ‘Bitter Suites’. El anterior -‘Waxing Romantic’, del año anterior- dio bastante que hablar y, sinceramente, creo que este es mejor. Pese a que haría las delicias de cualquier aficionado a MGMT o Ariel Pink, no parece que nadie le haya hecho el menor caso. Ya no es que no esté listas, es que apenas hay críticas sobre él, ni buenas ni malas. Tal vez tenga algo que ver que Bretzer es un tío tan moderno que lo ha sacado directamente en casete. Algo que también le ha sucedido a Sean Nicholas Savage con un fantástico último disco al que se le ha dado menos bola que de costumbre. Por lo menos, eso sí, a Savage le quedará el haber colaborado en el disco de Solange, uno de los trabajos más ponderados por esa suerte de pensamiento único involuntario al que nos subimos cada año».
Jaime Cristóbal nos recomienda el álbum de Psychic Ills, ‘Inner Journey Out’. «El quinto disco de este grupo neoyorquino es tan alucinante que la colaboración con Hope Sandoval se queda casi en anécdota, y tan rico que la etiqueta de «psicodelia» se queda ridícula. Quizá ‘Cosmic American Music’ se acerque más a la verdad. Son como la mezcla perfecta entre The Jesus & Mary Chain o Jason Pierce y el sonido Americana. O como cuando Primal Scream se ponen yankees, sólo que bien hecho. Un disco redondeado con composiciones de primer nivel».
Miguel Sánchez hace varias menciones: «Hay varios discos que entrarían en esta categoría, como el de Lambchop (‘FLOTUS’) y su giro a la electrónica, el de DIIV, Warpaint, Melange… elegir se hace complicado, pero me quedaría con el de Band Of Horses, ‘Why Are You OK’, que para mí supone un regreso con la fuerza de álbumes clásicos en su discografía como ‘Cease To Begin’. Tanto ‘Infinite Arms’ como ‘Mirage Rock’ me parecen buenos discos, pero creo que uno se perdía entre excesiva melosidad y el otro tiraba demasiado hacia el folk rock americano tradicional. En su nuevo trabajo vuelven a equilibrar su sonido, suenan más a ellos mismos y, sobre todo, traen grandes canciones con melodías preciosas y con una fuerza que llega al oyente desde el minuto uno. Pueden sonar potentes y épicos, como en ‘Solemn Oath’, divertidos en ‘Casual Party’, folkies en ‘Throw My Mess’… hay Band Of Horses para todos los gustos. A destacar también el hipnótico comienzo del álbum con ‘Dull Times/The Moon’ y la estremecedora belleza de ‘Hag’, en la onda de temazos clásicos como ‘No One’s Gonna Love You’. Sin duda, ‘Why Are You OK’ merecía más protagonismo».
Después están los artistas tan buenos a los que damos por garantizados, y quizá por ello no valoramos lo suficiente. Entre ellos yo mencionaría a Chucho o Sr Chinarro y Mireia Pería escoge a Swans. «‘The Glowing Man’ es otro viaje tenso y desasosegante donde brilla la rabia… pero también una pequeña esperanza. Y con temas enormes; el brío de la inmensa ‘The World Looks Red/The World Looks Black’, el nervio y la furia de ‘Frankie M’ (a pesar de sus 21 minutos), el sensual blues de ‘People Like US’, Jennifer Gira posicionándose entre entre Pj Harvey y Shirley Collins en ‘When I will Return?’… Canciones que abren claros en el camino de retorno desde el infierno, hasta culminar en ese canto de liberación que es ‘Finally, Peace’, con sus coros femeninos redentores: “the glory is mine…”. Un viaje de las tinieblas a algo parecido a la luz».
A Sergio del Amo el primero que viene a la cabeza es el de M83. “El disco en la mayoría de medios se lo cargaron, pero a mí me sigue pareciendo más que decente. La semana pasada lo recuperé y me sigue gustando”. En nuestra lista de mejores discos de 2016 sí lo incluíamos y así defendía Del Amo su inclusión: «Recreándose en un ejercicio de nostalgia (al igual que paisanos suyos como Daft Punk hicieran con ‘Random Access Memories’ o los propios Justice en ‘Audio, Video, Disco’), Gonzalez ha querido desvincularse de cualquier atisbo de modernidad y se ha abrazado a sus guilty pleasures personales, a esa playlist que probablemente escucha en “sesión privada” en Spotify, para rememorar una época pretérita que forma parte de su ADN». Sr John escoge el de Porches, que prácticamente podríamos considerar el número 51-52 de nuestra lista anual. Un álbum ‘Pool‘ que comparaba con los encantos de Junior Boys, Bob Moses o Jay-Jay Johanson y del que destacaba «la intencionalidad vocal synthpop y el encanto melancólico».
Nadia Leal cita los álbumes de The Parrots, Suede, Mystery Jets o Glass Animals pero finalmente se decanta por el disco homónimo de Roosevelt, que definíamos como «pura brillantina ochentera perfecto para fans tanto del italo disco clásico de Savage, Fun Fun, Spagna y compañía como de los últimos discos de M83, La Roux, Kisses, Miami Horror o Poolside».
Jordi Bardají defiende el trabajo de Jenny Hval. «Ella se define «compleja e intelectual». No sé hasta qué punto una persona que se hace preguntas como «¿la historia menstrúa?» merece ser tomada cien por cien en serio, pero solo Hval se atreve a comunicar estas cuestiones al mundo, muchas de las cuales terminan en su propia obra, como en este ‘Blood Bitch’ que es una de las pequeñas grandes joyas de pop experimental de 2016. En ‘Blood Bitch’, Hval nos habla de menstruación, feminismo, muerte, sexo, vampiros o la decadencia de los medios de comunicación; compara el deseo con el capitalismo o se imagina introduciéndose los dedos en su vagina ensangrentada después de que le haya bajado la regla. Hval expresa una feminidad real que, a menudo, es oscura e incómoda, y lo hace a través de una música de formas electrónicas hermosa, a menudo caótica pero siempre fascinante, entre lo-fi, kitsch y de una exquisita elegancia, y a través de unas interpretaciones íntimas y gustosas que parecen secretos en voz baja. Sus letras en monólogo interior solo contribuyen al efecto de fascinación que crea la música de Hval que ya avisa, ella no tiene respuesta para sus propias preguntas, ¿pero quién las quiere realmente cuando el arte de la noruega es tan especial?».
Finalmente, nuestro co-director Raúl Guillén escoge el álbum de Mykki Blanco, que alababa como «la obra más personal de Quattelbaum en el plano lírico, desnudando como nunca antes sus emociones más íntimas (su feminidad, el divorcio de sus padres, su huida a Nueva York con apenas 16 años, sus primeros pasos allí en el travestismo, su nihilista paso por la vida nocturna, las drogas y el alcohol, la depresión) y la importancia de la popularización del rap LGTB; y mi elección es el último álbum de Slow Club, ‘One Day All of This Won’t Matter Anymore‘. Sí se echan de menos singles tan instantáneos como ‘Suffering You, Suffering Me’, pero la sucesión de grandes canciones a lo largo de casi una hora merece la pena: la doo-wop ‘Give Me Some Peace’, la preciosa ‘Rebecca Casanova’ e incluso la pista sorpresa. Definitivamente hay un encanto en este disco que hace pensar en los últimos discos de los Cardigans e incluso en ‘Rumours’.