Aunque NME recuerda que cuatro y no ocho personas fueron premiadas por escribir la música y la letra de ‘Next to Me’ (Hugo Chegwin, Harry Craze, Anup Paul y Emeli Sandé), la anécdota nos sirve para reflexionar sobre una de las categorías de nominados más desacertada en la edición 2017 de los premios Grammy que se entregan el próximo 12 de febrero. Se trata de la de mejor productor «no clásico». Desde que esta categoría fuera presentada por primera vez en 1975, se han llevado el premio Stevie Wonder (1977), Quincy Jones con y sin Michael Jackson (1984, 1982, 1991), Brian Eno (1993), Babybace (1996-1998), The Neptunes (2004), Mark Ronson (2008), Danger Mouse (2011), Paul Epworth (2012) y Jeff Bhasker (2016). Una muestra bastante aceptable de cómo han ido evolucionando los tiempos.
Siguiendo con la comercialización de los premios, que últimamente han querido arrimarse al público joven de unos MTV, este año no está ni siquiera nominado Tony Visconti por su espléndido trabajo al frente del último trabajo de David Bowie, y sí encontramos en cambio nominados a mejor productor a Benny Blanco, Greg Kurstin, Max Martin, Nineteen85 y Ricky Reed. Aceptada esa nueva línea editorial adolescente de los Grammy, en esta categoría premiando a los productores de hits de Adele, de Sia o de Drake, llama muchísimo la atención la ausencia de productores de Kanye West, Rihanna y muy especialmente Beyoncé, pues el trabajo de los 3 ha sido decisivo para definir el sonido de 2016. ¿Cómo es posible que ni un solo productor de ‘Lemonade’, ni el productor de ‘Work’, ni ningún co-productor de Kanye West esté nominado al Grammy a mejor productor?
Sintiéndolo mucho por Noel Gallagher, nos hemos acostumbrado a ver a 12 personas implicadas en la autoría de una canción. Más que nada porque si esa canción contiene un sample de un grupo, ese sample puede añadir de un plumazo un grupo de tres o cuatro personas a la lista de co-autores. Otra cosa es lo que está pasando con la producción de algunos de los discos más importantes del pop actual. Mientras hace unos años la figura de Quincy Jones era indisociable de la obra de Michael Jackson y todo el mundo sabía que él era el productor de ‘Thriller’ y ‘Bad’, que Timbaland era el productor de Aaliyah como ahora lo es -junto a J-Roc- de Justin Timberlake o que The Neptunes lo eran de Kelis, las cosas se están complicando cada vez más, con tal cantidad de manos apareciendo en según qué tipo de productos que más de uno nos quedaríamos en blanco si nos preguntaran quién ha producido ‘The Life of Pablo’, ‘ANTI’ o ‘Lemonade’.
Multitud de productores han intervenido siempre en los discos de Beyoncé, aunque en ‘Beyoncé’ (2013) llamó la atención el modo en que rescató al desconocido Boots para producir en solitario algunos de los temas junto a la propia Knowles, destacando ‘Haunted’. Boots ha vuelto a ser invitado en ‘Lemonade’, pero sólo en ‘6 Inch’, una pista en la que por si no fuera suficientemente gracioso ver compartir créditos a Panda Bear y a Burt Bacharach y a Hal David, interviene Abel Tesfaye, entre otra decena de personas, lo que incluye a The-Dream. Por el resto del disco circulan como co-productores lo mismo Diplo que James Blake que Jack White que Hit-Boy que gente que ni siquiera tiene página en Wikipedia o a duras penas en Discogs o Linkedin.
Lo mismo puede decirse de Rihanna, cuyos álbumes nunca hemos sabido muy bien por quién estaban producidos. Decenas de manos vuelven a pasar por ‘ANTI’ como antes había sucedido con ‘Good Girl Gone Bad’ o ‘Loud’. Podemos pensar que son Boi-1da, un productor con una década de experiencia y famoso por sus colaboraciones con Nicki Minaj o Drake, y Noah «40» Shebib, directamente la mano derecha de Drake, quienes han convertido ‘Work’ en lo que es. Y sin embargo el nombre que aparece en todas las pistas de ‘ANTI’ como co-productor es Kuk Harrell, hombre de confianza de Rihanna, aunque parece limitado a la producción de las voces. ¿Y quién va a dar un Grammy a un productor solo por producir las voces de un disco?
Más lejos va el caso de Kanye West. Él se pone al frente de los 20 temas de ‘The Life of Pablo‘, pero los créditos de Wikipedia (no existe copia física del disco) reconocen hasta a más de 30 productores adicionales. ¿Quién tuvo más peso de todos ellos en la producción de ‘The Life of Pablo’? ¿Os imagináis a los 30 subiendo a recoger un premio? ¿Presuponemos a West, por su larga trayectoria en producción, un genio que no necesita a nadie más para crear? ¿Entonces por qué de hecho sí necesita a más gente que nadie y a más gente cada día?
Nada de esto es nuevo en la música comercial. Y mucho menos el debate de la autenticidad, que se reavivó de lo lindo cuando Beck, que hizo todo ‘Morning Phase‘ él solo, dejó sin Grammy al centenar de colaboradores de ‘Beyoncé’. La novedad es que mientras el tipo de música que solía reunir a 30 productores en un solo trabajo solía ser un trabajo «más de singles», ahora está dando lugar a discos excepcionales. Es unánime que Beyoncé y Rihanna han hecho dos de los discos más importantes de 2016. Y es toda una novedad no tener ni la más mínima idea de quién fue su productor principal.
Mientras siempre nos vendrá a la mente el nombre de Brian Eno y Daniel Lanois al frente de ‘Achtung Baby’ de U2, el de Lauryn Hill a los mandos de ‘The Miseducation’, el nombre de William Orbit al frente de ‘Ray of Light’ de Madonna, el de Nigel Godrich como sexto Radiohead o los de Mark Ronson y Salaam Remi al frente de ‘Back to Black’ de Amy Winehouse, dentro de unos años no sabremos qué contestar cuando nos pregunten quién produjo algunos de los mejores discos de 2016. Igual cabría elogiar, en estos casos, la labor de «productor/a ejecutivo/a» como director/a artístico que se adjudica siempre el/la cantante. Nunca había sonado tan importante como ahora, pero quizá la madurez y lo bien encarriladas que van las carreras de Rihanna o Beyoncé sea un paso para que nos la tomemos en serio.