Según estos parámetros, por argumento, intenciones y presupuesto, la película más oscarizable de este año sería sin duda ‘Hasta el último hombre’. Cumple todos los requisitos: un intenso drama bélico de casi dos horas y media, centrado en la historia real de un héroe americano de la Segunda Guerra Mundial, con mensaje humanista (¿pacifista?), vocación comercial y realizada por un director, Mel Gibson, que ya sabe lo que es ganar un Oscar (con ‘Braveheart’, otra película que podríamos considerar bélica).
Sin embargo, hace tiempo que los Oscar se han «empequeñecido». En la última década, salvo el caso de ‘Argo’, que era una producción cara, las demás películas ganadoras (‘Spotlight’, ‘Birdman’, ‘The Artist’…) tenían el presupuesto y el espíritu de una película indie. De hecho, hasta hace muy poco, un filme industrialmente tan modesto (y negro, y gay) como ‘Moonlight‘, jamás habría estado nominado y, mucho menos, estar considerado uno de los favoritos.
‘Hasta el último hombre’, está claro, va a dar poca guerra en los Oscar. Salvo los premios de sonido (imprescindible “oírla” en una buena sala) y, quizás, el de montaje, la vuelta de Gibson al campo de batalla de Hollywood no va a dar en el blanco. Sin embargo, eso no quita para que sea una película notable. Un contundente drama épico, de vigorosa narrativa y muy bien interpretado por un esforzado Andrew Garfied, mucho mejor que en ‘Silencio‘. A pesar de sus debilidades (a veces cae en el melodrama más adocenado), solo por la secuencia de la salvaje batalla de Okinawa merece la pena pagar una entrada y aguantar el sermoneo cristiano y maniqueísta con el que nos bombardea Mel con más saña que los japoneses. 7,5.