El libro narra las vicisitudes de una pareja en el Madrid de nuestros tiempos, dando voz tanto a «Él» como a «Ella» en capítulos alternos y brevísimos, que logran que el libro se devore y pase como un suspiro. Sin afirmar ser «la voz de una generación» como Lena Dunham, Zahara sí se muestra como una narradora muy ágil con la que muchos jóvenes y no tan jóvenes se identificarán. Se echa de menos el punto freak, disfuncional y ocurrente de ‘Girls’, pero muchos se sonreirán al asomarse por el retrato decadente que hace de la última Malasaña, esa San Silvestre a la que se asiste por obligación o ese cameo que Leonor Watling protagoniza en este libro. Es, asimismo, una buena retratista de la decadencia de una relación, y esa imagen en la que «Ella» hace sentadillas mientras calienta comida en el microondas, como parte de una rutina diaria, no puede resultar más ilustrativa.
Por el contrario, las verdaderas cumbres dramáticas en el libro no son tan grandes, ni los personajes están tan conseguidos: uno no se quita de la cabeza que Zahara es los dos protagonistas, por un lado «Ella», por otro «Él», escritor intentando terminar una novela; el conflicto de celos entre ambos es impropio de una pareja moderna o al menos de un libro actual (recuerda a la ya viejuna ‘Sexo en Nueva York’); y la aparición de una enfermedad en la trama no revuelve las tripas como un ‘También esto pasará‘.
‘Trabajo, piso, pareja’ funciona mejor si no intentamos buscar en Zahara a la nueva Busquets. Simplemente es una muestra más de la versatilidad y ambiciones de la artista más allá de la música, aquí ofreciendo un retrato muy fácil de leer de una pareja que trata de salir adelante en medio de dudas sobre sus respectivas vocaciones, menores problemas económicos y dudas sobre lo que es e implica en verdad el amor. Es el libro de una artista acostumbrada a trabajar duro, pero que no por ello se toma tan en serio a sí misma como para no bromear con que uno de los puntos del libro sea que la letra es «muy gorda». 6.