‘Rendición’: el «mundo feliz» de Ray Loriga

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‘Rendición’: el «mundo feliz» de Ray Loriga

De los tres iconos españoles de la generación X literaria -José Ángel Mañas, Lucía Etxebarria y Ray Loriga- el autor de ‘Lo peor de todo’ (1992) es sin duda el que ha desarrollado una carrera más interesante, el que ha logrado sobrevivir a su propio mito. No solo superó con creces el síndrome de la segunda novela (después del exitazo de la primera, siguió triunfando con ‘Héroes’, ‘Días extraños’ o ‘Tokio ya no nos quiere’), sino que su paso por el cine ha sido más que notable (escribió, entre otros, los guiones de ‘Carne trémula’ o ‘El séptimo día’ y dirigió la muy reivindicable ‘Teresa, el cuerpo de Cristo’).

Por eso sorprende que, tras ganar el premio Alfaguara, Loriga haya sido recibido como si se acabara de cortar la melena grunge, como si llegara directamente desde los noventa. Basta leer la estupenda ‘Za Za, emperador de Ibiza’, publicada hace solo tres años, para comprobar que uno de los temas centrales de su aplaudida última novela, la búsqueda desaforada de la felicidad casi como obligación, ya aparecía ahí, aunque en un tono diferente, de comedia negra.

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En ‘Rendición’, Loriga amplía el campo de batalla y elabora una fábula llena de riqueza metafórica; una distopía retrofuturista (el libro empieza: “Nuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que algo puede mejorar”), con ecos de Orwell, Huxley y Ballard, donde se reflexiona sobre temas como el destierro por culpa de la guerra, la hipervisibilidad del mundo contemporáneo o las diferentes caras de la sociedad del bienestar.

‘Rendición’ está narrada en primera persona por una voz muy singular. Es, sin duda, el mayor logro de la novela. Loriga consigue que siempre escuchemos al personaje (un hombre de campo que ha alcanzado cierta posición social), nunca al autor que hay detrás. Un personaje que nos cuenta, en tiempo presente, lo que le está ocurriendo: cómo tiene que abandonar su casa, junto a su mujer y un niño huérfano, ante la llegada de la guerra, y cómo los tres son evacuados a una ciudad con una particularidad: es transparente. Estamos en un “mundo feliz”, una versión extrema de la sociedad del bienestar donde tienes de todo menos intimidad: un trabajo sin jefes, todo el entretenimiento que quieras, cerveza gratis… Un mundo donde todo se recicla, hasta la caca; que, como todo allí, no huele.

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Loriga ha construido en ‘Rendición’ una fabulosa alegoría sobre nuestro presente híper conectado e híper visible, donde todos nos delatamos continuamente y nos (sobre)exponemos al juicio de los demás. La ciudad transparente es como la red social definitiva, un lugar donde la soledad no existe, ni los secretos, ni el misterio, ni el pudor. Un sitio donde no tienes razones para sentirte infeliz ni para rebelarte. Es el Gran Hermano perfecto, sin estado totalitario, horizontal. El autor habla de todo esto sin engolar la voz ni pontificar. Mostrando, más que juzgando. Haciendo preguntas, más que respondiéndolas. Con un fino sentido del humor que revela una verdad transparente: las distopías del futuro tendrán forma de utopía. 8,5.

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