Como ya comentaba mi compañero Raúl Guillén en un artículo al hilo de su fallecimiento, la de Adamuz se había ido haciendo un nombre entre temas sueltos, colaboraciones y EPs, y en el momento de su muerte estaba ultimando su primer largo, que es del que ahora nos ocupamos, y que entre su familia y amigos han conseguido publicar. Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad de Granada, y con un Máster en Política Internacional por la Complutense de Madrid, la cordobesa se definía como “rapera de noche, poetisa de día (NdR: ‘La Escala de Mohs’ fue su primer poemario), politóloga a ratos”, y como una apasionada de la Historia. Y lo cierto es que, formación universitaria aparte, su envidiable cultura en estos asuntos se pasaba a sus canciones, siendo una de sus señas de identidad: concretamente, en este disco encontramos menciones a Apolo, Anubis, Rómulo y Remo, Akenatón, Antares, Cicerón, Ícaro (éste por partida doble, tanto nombrándolo en una canción como usándolo, sin mención explícita, como el hilo conductor de ‘Hermano Inventor’), Persia, La Reina de Saba, Orión, El Malecón, Medina Azahara… y hasta Darwin y Spike Lee.
Mis compañeros apuntaban la rabia a lo Mala Rodríguez en el estribillo de ‘Mi Burra’; esta garra se ve en todo el disco, especialmente en ‘El Plan’ (“para mis gatas, para mis putas / para mis mulatas en las esquinas paseando la minuta / todo el rato para vosotras / nunca me sentí sola porque estábamos juntas”), y en la que quizás sea el mayor tesoro del disco, ‘Banzai‘. Es complicado elegir frases que citar de esta canción, porque aquí la cosa va de principio -y vaya principio- a fin, en una sucesión de one-liners, de chulería (“no me la busques, no me tires de la lengua pare / que nos vamo a pique porque / ¿quies que nos matemos aquí o qué?”) y de ganchos con mayúsculas (cómo se pega el “pero me sale mu caro”, madre mía). Y, por supuesto, con un título que aparece en el momento cumbre del tema, funcionando además como un grito generacional: “tos lo pensáis pero nadie lo hacéis / yo soy un misterio / el nuevo milenio ma pillao en medio / ¡gritando Banzai!”.
Hay espacio también para un tono más dulce, dentro de esta onmipresente garra, como en ‘Nada Funcionando’ (“que yo te lo soluciono, mi pana / fieles como los primeros cristianos / yo con la katana, tú con las manos”). Y hay también instantes en que lo dulce y la garra se unen: “me gusta pensar que me escuchas cuando acaricias tu pistola” (‘Fuego’) es un ejemplo de su enorme talento para crear momentos que te confunden al no saber si debes catalogarlos de fieros y reivindicativos, o si tienen un tono suave-burlón, o si es todo a la vez. Probablemente sea complicado etiquetar a Gata Cattana una sola categoría, y probablemente esta ambivalencia venga de su propia mezcla entre poetisa y rapera, artista en cualquier caso. Y es que, por más que intento evitar en esta reseña ese lugar común de “el rap es poesía”, en su caso es demasiado innegable.
La fusión no se queda ahí: tenemos influencias de jazz en ‘El Plan’, tenemos un punto más melódico en ‘Limonero’, tenemos un estribillo que puede llegar a bailarse en ‘Mi Negra’, tenemos querencias flamencas en ‘Fuego’ (“me vuelvo esquizo, me vuelvo mala / prohíbeme algo pa que lo haga / (por las calles de la capital, de la capital)”) y en ‘Hasta el Final’, donde colabora Scarface Johansson, entre otros momentos de producción bastante inspirados. Esto también hay que agradecérselo a D. Unison, productor de confianza y pieza fundamental de este disco, junto a Nico Miseria, o a la dirección artística de Silvia Bianchi.
Ana Isabel García Llorente -su nombre real- habría tenido un carrerón de seguir viva, y con esto no me refiero a que, como he leído por ahí, “podría haberle quitado el trono a La Mala Rodríguez”. La Mala es una grande, pero, ¿en serio el discurso del trono también aquí? Qué pereza. El arte que creaba la autora de ‘Anclas’ iba mucho más allá de chorradas de competición, y sí, como decíamos, podría haber tenido un carrerón, pero lo bueno es que su muerte no significa que su contribución al mundo artístico (y sin “artístico”) se haya quedado a medias. Estoy convencidísimo de que pasarán los años y la gente seguirá poniéndose sus canciones, como todas esas prometedoras carreras que se vieron truncadas a los 27 años (en su caso, 26). “Ana tiene muchas debilidades, pero Gata Cattana es invencible”, comentó en una ocasión, y sigue siendo una verdad como un templo: Ana ya no está, pero Gata Cattana es invencible, lo será cada vez que algo haga “clic” en la cabeza de una adolescente mientras escucha versos como el “soy más de libros de la Silvia Federici / será mejor que trates mejor a esas bitches / no sea que de repente me escuchen y se compinchen” (‘Lisístrata’). Será invencible también cada vez que, en lo puramente musical, alguien a quien a priori no le interesa el rap se acerque a otros raperos tras escucharla a ella; y es que, como ha pasado con Rosalía y el flamenco, el intento de Gata de no ofrecer lo mismo de siempre en su propuesta, de mezclar “lo de siempre” con mil cosas nuevas, ha conseguido que, al igual que en el caso de la catalana, más de uno haya vencido sus prejuicios con el rap. De esta forma, sin saberlo, ha abierto puertas a nuevos tipos de público para muchos de sus compañeros, y para el género en sí.
En todos estos puntos que hemos ido comentando consiste su legado. No es poco para alguien que no tenía ni un disco en el mercado cuando se despidió de nosotros. Y, qué duda cabe, es poco comparado con todo lo que podría haber llegado a dar.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Banzai’, ‘Fuego’, ‘El Plan’, ‘Papeles’, ‘Nada funcionando’
Te gustará si: ya vas al arroyo, ya lees a Salinas y a Las Sinsombrero, ya escuchas a Yung Beef y a Princess Nokia, ya reflexionas sobre la Historia y tu papel en el mundo.
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