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‘Pose’ puede parecer un cuento de hadas, pero uno que a ningún niño le contaron

Una serie protagonizada por mujeres. Una serie protagonizada por mujeres negras y latinas. Una serie protagonizada por mujeres negras y latinas pobres. Una serie protagonizada por mujeres trans negras y latinas pobres. Una serie protagonizada por mujeres trans negras y latinas pobres donde son actrices trans, y no actores cis, quienes las interpretan. Pensemos en alguien que va a presentarle su proyecto de serie a unos productores: cualquiera de esas categorías hubiese hecho difícil que la respuesta fuese “ok”, y más a medida que la frase se hace mayor. Y directamente imposible con las dos últimas frases. Está claro que sin el éxito de ‘Glee’, ‘American Horror Story‘, ‘Feud‘, ‘Popular’, ‘Nip/Tuck’ o ‘American Crime Story‘, es decir, sin la figura de poder que supone Ryan Murphy, ‘Pose’ no podría existir. Pero tampoco sin el caldo de cultivo en el que muchísimas activistas han trabajado sin descanso, siendo Janet Mock una de ellas: no en vano, la articulista ha sido en esta ocasión la mano derecha de Murphy y de su inseparable Brad Falchuk. ‘Pose’ es, en muchísimos sentidos, una serie necesaria. Y ese adjetivo que tantas veces se usa de forma condescendiente con productos que destacan por su labor social, pero no tanto por su calidad, no tiene aquí en absoluto esa segunda lectura. ‘Pose’ es una serie necesaria… y es una gran serie.

‘Pose’ presenta la serie con más intérpretes trans de la historia, con Mock como la primera mujer negra trans en producir, escribir y dirigir una serie, y coincide en el tiempo con dos polémicas sobre personas cis interpretando a personajes trans: la de Scarlett Johansson con su papel en ‘Rub & Tug’ (que terminó abandonando) y, a nivel nacional, la de Paco León con ‘La casa de las flores’. Y el casting no es solo un acierto por el hecho de que sean mujeres trans: ES un buen casting. Por nombrar solo a las tres protagonistas, MJ Rodríguez hace un gran trabajo con Blanca componiendo uno de los personajes más intrínsicamente puros que se hayan visto en televisión, Indya Moore está también sensacional como Angel, y Dominique Jackson, aunque salga perdiendo en lo interpretativo en comparación con las anteriores, lo suple todo con la presencia absolutamente magnética de su Elektra, que consigue que cada vez que aparece en pantalla, no puedas quitar tus ojos de ella.

En la parte masculina, quien se come al resto es el Pray Tell de Billy Porter (cuya amistad y momentos de intimidad con Blanca son de lo mejor de la serie), aunque también Ryan Jamaal Swain hace un buen trabajo con la inocencia de Damon, y Angel Bismark con el equilibrio entre macarra y bonachón de Lil Papi. Aquí los secundarios son, al contrario que en la mayoría de lo audiovisual, los blancos heterosexuales, y para ellos Murphy y Mock también han dado en el clavo con valores seguros como Evan Peters, Kate Mara y Chris Meloni, y un sorprendente papel de James Van Der Beek (sí, el mítico Dawson de ‘Dawson crece’) que aporta un enfoque curioso a la historia: su personaje y el de Peters trabajan para Trump (!) en medio del capitalismo de finales de los ochenta a lo ‘Armas de Mujer’ o ‘El lobo de Wall Street‘. Al situarse en esa época, y gracias también al presupuesto que toda producción de Murphy tiene, la BSO está tan llena de temazos como se puede esperar: Diana Ross, Tina Turner, Grace Jones, Janet Jackson, Whitney, Kate Bush, Donna Summer, 10cc, Sade, Bryan Ferry o Whitesnake se pasean por el universo de Blanca, Elektra y compañía.

Es evidente que todo lo que rodea a las personas trans despierta aún mucha confusión en la sociedad, y que ésta tiene mucho desconocimiento al respecto, y precisamente por eso es tan interesante que la serie se adentre en territorios inexplorados en este aspecto (o explorados desde el morbo y la exotización) como el tópico de que todas las personas trans quieren someterse a la cirugía genital, o cómo conseguían el dinero si querían dicha cirugía y los implantes de silicona, o cuál era la opción barata (lo más cercano en nuestra televisión es la historia de Marisol, «La Falsa Cirujana»

) o, tema tabú donde los haya, la tan cuestionada sexualidad de los hombres hetero que buscan específicamente una mujer trans con pene: Janet Mock escogió personalmente a Chris Meloni para su papel precisamente por eso, quería un actor con una apariencia concreta, “a quien nadie le cuestionaría su sexualidad”, según sus propias palabras. Y esto de “Janet Mock escogió” es importante: tener a personas trans, y LGBT en general, que saben con exactitud qué les ha faltado a lo largo de su vida, contando su propia historia, tiene mucho que ver con la sensación de veracidad (otro ejemplo eficaz en este sentido es lo inaudita que puede resultar cierta charla madre-hijo sobre sexo) que arroja ‘Pose’.

Una veracidad que solo ha sido puesta en duda en un sentido: cuando, al hilo de Kiddy Smile, hablé del documental ‘Paris is Burning’ (recomendable verlo antes de ver la serie, por cierto), mencioné el momento en que se decía que podías confirmar que una concursante era una “femme realness queen” cuando podía salir de la ball y llegar a su casa sin sangre; es decir, cuando pasaba por cis y por tanto no era víctima de ataques tránsfobos callejeros. La historia de unos personajes trans en los EEUU de finales de los 80 bien podía ser una ‘American Horror Story’, y no es lo que Murphy y su equipo han hecho. Aunque no se llegan a romantizar la pobreza, la prostitución callejera, etcétera, tampoco se muestran de forma sórdida. Pero ‘Pose’ no es anacrónica ni irreal, simplemente elige qué mostrar y cómo: sí, no funciona como una ficción con intención documental que podía tener la reciente ‘120 pulsaciones por minuto‘, pero si la sensacional obra de Robin Campillo acertaba de pleno en su representación de los clubs como evasión de las mierdas que tenían que soportar sus personajes, ‘Pose’ va más allá y consigue transmitir a la perfección el escapismo, la alegría y la sensación de comunidad que se podía encontrar en las balls.

En muchas piezas sobre la serie se menciona que consigue hacer historia (por el tema del cast) sin llegar a ser original, y discrepo. Claro que es original, claro que innova. Lo tremendamente nuevo de ‘Pose’ es otorgar felicidad a unos personajes que sistemáticamente son maltratados en la ficción, es ofrecer un happy place audiovisual (¡ese episodio de Navidad!) a un grupo que no suele verse representado, y menos de forma optimista. MJ Rodríguez cuenta que, el último día de grabación, dijo al equipo que podían sentirse orgullosos porque “incluso si no tenemos segunda temporada, hemos podido mostrar que somos más que simplemente estigmas”. Finalmente van a tener esa segunda temporada (¿con aparición de Madonna incluida?), pero esa es la clave: sin ser una serie de misterio, ‘Pose’ posee un gran plot-twist. [¡ATENCIÓN, SPOILER!] Y el plot-twist es precisamente que Blanca decida ayudar a Elektra en su peor momento, en lugar de aprovechar para pisotearla; es esa cita de Pray Tell en la que todos pensamos que se va a llevar un palo… pero no; es que Blanca diga “quiero ser yo quien le de a Damon las buenas noticias” y que no ocurra una desgracia que lo impida (como seguro que todos pensamos que ocurriría, por lo que estamos acostumbrados a ver), como decía la propia Janet Mock en una entrevista sobre esto, en la que también ironizaba sobre que el gran día llegará cuando Indya Moore lleve a Zac Efron como acompañante en la alfombra roja.

“¿Que es demasiado cuento de hadas?”, se preguntaba Mock sobre las críticas por este aspecto a ‘Pose’. “Vale, dejadnos crearlo. Esto no es ‘The Wire’ ni pretende serlo. (…) Y, aunque la serie fracase, mi comunidad podrá decirme ‘esto me ha hecho sentir bien, me ha hecho sentir esperanza, me ha hecho sentir que quizás debería ir a una audición para algún papel, y que quizás debería volver a la escuela’”. 8.

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Publicado por
Pablo Tocino