Alice, dos años más joven (las dos son hijas de padre alemán y madre italiana), fue la revelación del festival de Cannes de 2014 tras ganar el Gran Premio del Jurado -el segundo en importancia del certamen- con ‘El país de las maravillas’. Era su segunda película como directora tras ‘Corpo celeste’ (2011), inédita en España y que se proyectó en la Quincena de Realizadores. ‘Lazzaro feliz’, donde también actúa su hermana, ha supuesto su consagración. La película volvió a llevarse premio en Cannes (Mejor guión, escrito por la propia Alice) y acaba de pasar con éxito por el festival de Sitges (Premio especial del jurado, Premio de la crítica y Mejor película del jurado joven).
‘Lazzaro feliz’ narra la singular historia de amistad entre un inocente campesino (el Lazzaro del título), que vive en una aldea apartada del mundo y casi del tiempo, y el hijo de una marquesa para quien éste trabaja junto a varios jornaleros. La abusiva y anacrónica relación laboral que se establece entre la patrona y los trabajadores (basada sorprendentemente en un hecho real) marca el tono de la primera parte del filme. Una mezcla entre fábula política y naturalismo casi antropológico (atención a la impresionante secuencia de la toma de la temperatura de un febril Lazzaro), que se convertirá en algo completamente diferente y gozosamente inesperado en la segunda parte de la película.
Clásicos del cine italiano como Pasolini (el protagonista recuerda a los que interpretaba Ninetto Davoli), el neorrealismo y la aristocracia decadente de las películas de Visconti, el Vittorio de Sica más poético de ‘Milagro en Milán’ (1951), la fantasía de Fellini o el Ermanno Olmi de ‘El árbol de los zuecos’ (1978) sobrevuelan por ‘Lazzaro feliz’ como la música sacra que se “escapa” de una iglesia en una de las más hermosas secuencias de la película. Alice Rohrwacher recoge toda esta rica tradición para dar forma a un nuevo neorrealismo, una manera de interpretar la realidad del siglo XXI llena de imaginación, lirismo y humanismo.
‘Lazzaro feliz’ es una película felizmente a contracorriente. En tiempos donde es más fácil hablar desde una (cómoda) postura nihilista, airada o derrotista, viendo a tu prójimo como un enemigo a batir, expulsar o destruir, la directora resucita, como el Lázaro bíblico, conceptos que parecen muertos, como la empatía y la ternura. Un combativo discurso que aparece encarnado en un personaje inolvidable: Lazzaro, un santo laico (interpretado por el actor no profesional Adriano Tardiolo, afectado con síndrome de Asperger), que observa todo con ojos inocentes y candorosos. Y es que, en mundo cínico y egoísta, la bondad es el mayor gesto revolucionario. 8,5.