Siguiendo esta tendencia, ‘Green Book’ sería el ‘Criadas y señoras’ o ‘Figuras ocultas’ de este año. El debut en solitario de Peter Farrelly, el mayor de los hermanos que triunfaron en los noventa con taquillazos como ‘Dos tontos muy tontos’ y ‘Algo pasa con Mary’, es una amable comedia dramática tan convencional como efectiva. Haciendo un paralelismo con una de las secuencias de la película, la receta de ‘Green Book’ sería como la del pollo del KFC: simplona y tosca pero bastante sabrosa.
La mezcla de ingredientes “de toda la vida” funciona bastante bien. Cien gramos de drama inspirado en hechos reales (la relación entre el pianista Don Shirley y el chófer y futuro actor Tony Lip), otros cien de discurso racial (el título del filme hace referencia a una guía de alojamientos para huéspedes de raza negra), y un buen chorrazo de comedia basado en el choque sociocultural de sus antagónicos protagonistas (un exitoso y refinado músico afroamericano, y un rudo proletario italoamericano). Si lo cocinas todo a la vieja usanza mientras suena una playlist con clásicos del rhythm and blues, el resultado es un plato tan convencional como apetitoso.
A diferencia de la enérgica y combativa, pero también panfletaria y poco sutil ‘Infiltrado en el KKKlan’ (también nominada a los Oscar), la película de Farrelly apuesta por la concordia y el entendimiento a través de un discurso plagado de buenas intenciones. En ese sentido, ‘Green Book’ se acerca más a la retórica sentimental de la película navideña que a la del drama social comprometido, al ligero cine familiar que al áspero filme de denuncia. Como si de un nuevo ‘Paseando a Miss Daisy’ se tratara, Peter Farrelly nos propone un viaje por el profundo (profundísimo) sur de los años sesenta, cuyo mayor aliciente son sus dos viajantes: Mahershala Ali está fantástico; Viggo Mortensen, inmenso. ¿Logrará dar la sorpresa y “birlarle” el Oscar a Rami Malek, el gran favorito? 7.