Televisión

’45 revoluciones’ cumple las peores expectativas: mala documentación para un folletín del montón

Ya los tráilers y el planteamiento de ‘45 revoluciones‘, la nueva ficción de Bambú para Antena 3 inspirada en teoría en la industria discográfica de la España de los primeros 60, eran poco prometedores en comparación a lo interesante que parecía el planteamiento inicial: un mánager y ejecutivo musical inspirado por Luis Sartorius –fundador del sello Novola y responsable del nacimiento y éxito de Los Brincos, entre otros– se fija en un joven rockero autodidacta y rebelde –interpretado por Carlos Cuevas (‘Merlí’, ‘Cuéntame cómo pasó’) y pretende lanzarle a la fama en un país en el que lo más parecido a las estrellas del pop eran Juanito Valderrama, Carmen Sevilla y Marisol, con la ayuda de una secretaria con formación musical –basada en la pionera Mariní Callejo, histórica productora y arreglista de Los Brincos, Fórmula V o Los Relámpagos–.

Esta suerte de ‘Mad Men‘ del pop cañí podría haber dado muchísimo de sí, también desde el punto de vista narrativo, a poco que se hubiera prestado algo de cuidado a la documentación y tenido alguna intención de dar verdadera relevancia a la incontenible efervescencia al panorama post-Beatles que surgió en la España de Franco. El inicio del primer capítulo emitido anoche, prometía… incluso a pesar de lo chocante de ver cómo jóvenes se besaban públicamente en una época en la que bailar e ir de la mano a la vista de todos era prácticamente un tabú: se situaba en un concierto de Los Pekenikes (tocaban ‘Hully Gully’) en La Matinales del Price, unos recitales que nacieron precisamente en 1962 (punto de partida de la serie) en el histórico teatro madrileño, para dar cobijo a incipientes émulos del pop y el rock anglosajón. La escena culminaba con una carrera delante de los grises sin venir a cuento y el «melenudo» en comisaría. Esto no iba desencaminado.

Pero a partir de ahí se sucede un despropósito en el que ni el trabajo de decoración, vestuario, diálogos ni las localizaciones –que parece casi un desafío tipo «encuentra la errata» y está dando mucho que hablar en Twitter a grandes conocedores de la época como Diego Manrique– se salvan. Un detalle muy llamativo: Discos Golden, la ficticia multinacional inspirada en Zafiro, se ubica en la serie en el edificio Torres Blancas de Madrid… pero el proyecto de Sáenz de Oiza es de 1961 y los trabajos de construcción no terminaron ¡hasta 1968! Y, lo que es peor, tampoco en la parte musical dan en el clavo. No es ya que dudemos que un compositor canario que venía de Argentina tocaba la guitarra como Hendrix, no. Es que el propio score (obra del argentino Federico Jusid, autor de la BSO de ‘El secreto de sus ojos

‘, entre otras) se compone de un soul teóricamente sofisticado que serviría como fondo para otras producciones de Bambu, como ‘Velvet’ o ‘Las chicas del cable’. Es decir, ni termina de tener la pátina contemporánea de un Mark Ronson, ni es decididamente retro, quedándose en un irritante término medio. Sobre todo si tenemos en cuenta que la música de los 60 debería, en teoría, vertebrar la serie.

Ni siquiera parece una cuestión de evitar la gestión de derechos de autor, cuando sí se ha optado por adaptar éxitos del pop internacional contemporáneos para la serie, con canciones de Lady Gaga, R.E.M., Coldplay. En este primer episodio fue el caso de ‘Human’ de The Killers con unos arreglos que se adelantaban a su tiempo a Harry Nilsson y The Byrds. Y para colmo, el público se sabía su letra en inglés (Madrid, 1962, recordemos) ¡en su primer concierto! Toda una figura, el tal Robert.

Es evidente que el contexto histórico no es lo que más ha primado para una ficción que lo es con todas las de la ley (al contrario que en trabajos recientes de Bambú como ‘Fariña’, en la que la documentación y el contexto no estaban reñidos con una trama ágil y entretenida), y que pone en valor trabajos también recientes como el de ‘Arde Madrid‘, por ejemplo. Hay leves esfuerzos de poner sobre la mesa un contexto social con cuestiones casi más candentes hoy que en la época (el sexismo o el progreso vs el conservadurismo no afectaban tanto a la sociedad como el miedo a las represalias por la ideología de cada cual o salir de la miseria económica). Pero lo que más importa a los creadores de esta producción parece ser entregar un producto fácilmente digerible, un vago entretenimiento, con altas dosis de romance y algo de intriga y secretos. Como preveíamos, un melodrama del montón en el que la música es pura coartada. No todo es terrible en ’45 revoluciones’, claro: se agradece que el casting haya apostado por caras nuevas, algunas de las cuales ofrecen interpretaciones convincentes (especialmente las de Guiomar Puerta e Iván Marcos; el resto, dignas de ‘Acacias 138’), mientras que la fotografía y una realización bastante agitada para este tipo de producto (con un divertido empleo de la pantalla partida, al más puro estilo de la época –aquí sí–) se salen de la norma, lo cual se agradece. Pero parece poco rédito para una idea que se antojaba bastante prometedora. 4.

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Publicado por
Raúl Guillén