Televisión

‘Stranger Things 3’ salva los muebles convertida en “la madre” de todos los blockbusters de los 80

‘Strangers Things 3’ ya. La verdad es que, pese al buenísimo sabor de boca de su primera temporada, pocos hubieran apostado por una repetición o extensión del mismo patrón hasta en dos ocasiones más: pese al bajón de su segunda temporada, la gozamos, y esta tercera temporada está, contra todo pronóstico, en la misma buena línea de la anterior… siempre considerando que estamos ante una serie de puro entretenimiento, sin las altas pretensiones que ha propiciado esta nueva edad de oro de la televisión (en streaming). Y, aunque con peros, es un entretenimiento de calidad.

No lo tenían fácil los hermanos Duffer para convencernos. Aunque ‘Stranger Things 2’ siguió molando, por momentos hubo cierta sensación de que los guiones se iban mucho por los cerros de Úbeda sin demasiado sentido ni importancia real para la trama. En esta tercera temporada, en cambio, han apostado por limitar un poco el tono de humor –aunque lo hay, indudablemente, como ya apuntaban sus teasers– y potenciar la acción incluso por encima de las emociones. Y eso que incluso aumentan las tramas paralelas de amoríos, teniendo en cuenta que los picores sexuales se han instaurado en los chavales, ya adolescentes, de Hawkins.

Pero, aunque esa parte centra los folletinescos primeros capítulos, la trama (o subtramas, en este caso, que confluyen con bastante ingenio en la principal en la recta final) y la acción van haciéndose poco a poco con el dominio en la segunda mitad de esta tanda de ocho capítulos, hasta hacernos olvidar todo lo que no esté relacionado con el Azotamentes. Además, es digno de admirar que hayan sabido manejar muy bien un elenco cada vez más amplio –destacan sobre todo los personajes de Maya Hawke (la hija de Ethan Hawke y Uma Thurman está estupenda como Robin) y sobre todo el gran Brett Gelman (‘Fleabag‘, ‘Love‘), un Murray que gana protagonismo muy acertadamente–. En ese sentido es clave que hayan decidido repartir más equitativamente los protagonismos, no solo reduciendo la presencia de la pandilla formada por Mike, Eleven, Will, Dustin y Lucas (y Max) sino dividiéndolos a ellos con otros personajes-satélite en “equipos”. Cada uno va viviendo sus propias aventuras, que al final confluyen en la misma lucha contra El Mal supremo, el Azotamentes. Y eso contribuye mucho a mantener el interés: por mucho que a veces parezca que se les está yendo la olla, tiene mucha gracia cómo van ensamblando las piezas.

Esa diversificación de escenarios ayuda, además, a lo que vuelve a ser, o más si cabe, el gran goce de ‘Stranger Things’: las referencias culturales a los 80. Más que nunca, con la irrupción de la Guerra Fría del reaganismo, los centros comerciales, los parques de atracciones, el 4 de julio –fecha clave en buen número de películas, series y canciones– y la llegada de los críos a la adolescencia (y, por tanto, del sexo), ‘Stranger Things 3’ se convierte en una auténtica orgía nostálgica en la que dejarse llevar. Y esta vez, más que en la música (aunque suenan muy atinadamente Madonna, The Cars, Wham!, Foreigner, REO Speedwagon…), el gran referente es el cine juvenil de aventuras, acción y fantasía que vivió su mayor esplendor en la época: los guiños, cuando no citas o apariciones explícitas, a ‘Regreso al futuro’, ‘Los Goonies’, ‘Terminator’, ‘La historia interminable’, ’La cosa’, ‘Alien’, ‘La princesa prometida’, ‘Acorralado’, ‘Danko: calor rojo’, ‘Posesión infernal’ son una verdadera gozada para los que vivimos o han revivido ese tiempo. Especialmente, teniendo en cuenta que algunos de sus actores, unos Wynona Rider, Cary Elwes y Sean Astin ya talludos, protagonizaron algunas de aquellas o eran incipientes estrellas entonces. Es, más que nunca, como teletransportarse a un videoclub repleto de blockbusters de los 80 y verlos todos. A la vez.

Por eso se perdonan algunos patinazos, como esa lentitud inicial, algún momento de humor alargado de más en la película capítulo final (si la broma era justo eso, no ha tenido tanta gracia) o la brocha gruesa con la que se cierra la temporada (casi media hora para, encima, dejar cabos sueltos). Si aguantas hasta el final, descubrirás que es bastante seguro que haya una cuarta temporada, pero, otra vez, los Duffer lo tendrán muy difícil para no decepcionar. 7,7.

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Publicado por
Raúl Guillén