Al final, la secuencia del álbum pone las cosas en orden y revela que ‘i,i’ es mucho mejor disco de lo que parecía. Se trata de un paso más en la evolución artística de Vernon –lo cual también incluye proyectos paralelos como Volcano Choir y Big Red Machine–, como demuestra el hábil manejo de rítmicas más propias del hip hop y el R&B contemporáneo: entre las reputadas y variadas colaboraciones del disco, sorprende no encontrar a un rapero haciendo algún verso en las fantásticas ’iMi’, ‘We’ o ‘Naeem’, porque lo piden a gritos. Pero, a la vez, es una mirada a sus orígenes folkies y orgánicos, como bien retratan ‘Hey, Ma’, ‘Faith’ y ‘Salem’, en las que, pese a no abandonar la experimentación –especialmente en el plano de texturas sonoras y estructuras– casi son canciones convencionales. De manera insólita, incluso ha rehusado a enmascarar su voz con filtros artificiales y ha recuperado el falsete como arma.
Sin embargo, lo que podría ser una reconciliación con los que rechazaron de plano el desafío de su tercer álbum y prefirieron el segundo, el homónimo, no lo es porque, en varias ocasiones hay mejores intenciones que resultados. Es decir: es encomiable que se haya propuesto no entregar un ladrillazo de una hora de duración, con apenas un par de cortes que superen los 4 minutos y tan solo una introducción. Pero a la vez, da la impresión que esa búsqueda de concreción frustra muy buenas ideas que podían haber dado más de sí. Es el caso de ‘Holyfields,’, con ese maravilloso giro que le da un arreglo de cuerdas propio del mejor Joe Boyd (de nuevo, el trabajo de Rob Moose en ese plano es exquisito) que da una dimensión distinta a la canción… antes de acabar. O de ‘U (Man Like)’, la propicia colaboración con Bruce Hornsby, cuyos dos minutos largos son claramente muy cortos. En el lado contrario, ‘RABi’, precedida del maravilloso crescendo instrumental ‘Sh’Diah’, es preciosa… pero está a un paso de hacerse pesada.
Quizá sea por eso que ‘i,i’ no logra sostener la emoción que consigue transmitir en muchos momentos, dejándola caer. Ocurre también cuando cortes como ‘Jelmore’ o ‘Marion’ parecen embelesarse en lo estético y olvidarse de tocarnos. Es, sin duda, el disco de Bon Iver que menos empatía logra despertar en el oyente, por entregado que este esté. Y quizá podamos encontrar una explicación en la parte lírica: puede perdonarse que hable del crepúsculo, del otoño, de meditación para aludir a esa madurez ya mentada, aunque sea de una obviedad sonrojante. Pero peor aún es cuando sus letras se aventuran huecas, llenas de frases en las que es difícil encontrar un sentido… contrapuestas con otras de aparentemente genuina emoción, como ocurre en ‘Hey, Ma’, ‘Faith’ o ‘Naeem’. No es algo nuevo en Bon Iver, lo explícito y lo confesional (salvo en ‘For Emma, Forever Ago’) no son lo suyo.
Con todo, hay que contextualizar todo esto dentro de una discografía que va del notable alto a lo sobresaliente: en muchos momentos, la mayoría, ‘i,i’ vuelve a ser un fascinante compendio de una música profundamente personal, de belleza escorada, alejada de lo convencional, cuya construcción resulta tan sublime –la familia Bon Iver se ha visto engrosada en este trabajo con la incorporación crucial de Jenn Wasner (Wye Oak), además de amigos de la talla de James Blake o Moses Sumney– como difícil de explicar o transmitir. Y no deja dudas de que Justin Vernon es un nombre indispensable en un resumen artístico de esta década que encara sus últimos meses.
Calificación: 7,7/10
Lo mejor: ‘Hey, Ma’, ‘Faith’, ‘We’, ‘iMi’
Te gustará si te gustan: James Blake, The National, Sufjan Stevens.
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