Creado como la banda sonora para una muestra interactiva de arte escultórico, plástico y tecnológico de Wayne Coyne titulada como el álbum, resultado de una de sus historias delirantes: una reina da a luz a un bebé, pero muere en el parto. El bebé se convierte en un bebé gigante, que crece feliz en su reino, donde todos le cuidan y quieren. Un día, una avalancha se cierne sobre el reino y el bebé gigante protege a su pueblo y muere. Estos se refugian dentro de su descomunal cabeza e instalan en su interior su nueva residencia, celebrando que vivirán siempre junto a su rey –la instalación artística de Coyne es, precisamente, una gran cabeza metálica en la que uno puede entrar, como una experiencia inmersiva–. Toda esta fábula, tan excéntrica como siempre, tiene una inspiración personal: Coyne se casaba a principios de este año con su pareja, Katy Weaver, embarazada de su primer hijo, Bloom Bobby Coyne, que nacía hace apenas unas semanas. Pero no solo la paternidad, una nueva vida, es el tema de ‘King’s Mouth’, sino también la muerte: en ‘Giant Baby’, un Coyne canta al monstruoso retoño “una noche, vi tu cara al cielo / en una nube alrededor de la luna, me hizo llorar / Pude ver a mi madre cuando murió / En mi cabeza y en mis manos / En la suciedad y en el terreno / Y me hizo entender / Que la vida a veces es triste” –conviene apuntar que su madre efectivamente murió tiempo antes de publicarse ‘The Terror’, víctima de un cáncer–.
Esta preciosa alegoría inspira uno de los discos más amables y bellos en la larga (este es el álbum número 15 de su carrera) carrera de Coyne, Michael Ivins y Steve Drozd, de nuevo apoyados en varios músicos del grupo Stardeath and White Dwarfs y también en el histórico Mick Jones
: el de The Clash ejerce de observador/narrador de este cuento precioso y terrible. No puede decirse que contenga singles que vayan a disputar el protagonismo a los temas de su cumbre comercial –o sea, ’The Soft Bulletin’ (que acaba de cumplir 20 años, dos décadas de nada) y ‘Yoshimi Battles The Pink Robots’ (2002)–. Aunque sí cuenta con canciones con gancho, como ‘How Many Times’, la preciosa ‘The Sparrow’, la funky ‘Feedaloodum Beetle Dot’ (de las pocas que recurre a su sonido de bajo-batería más característico) y la beatle-esca ‘All For The Life Of The City’.Pero ‘King’s Mouth’, quizá ayudado por la línea argumental que se mezcla con las canciones e instrumentales con muy buen tino, brilla más como conjunto. Contiene unos ajustados 41 minutos de una más bien relajada y contemplativa fantasía musical, que nos introduce (literalmente, en la parte física del proyecto) en un universo alternativo en el que lo adulto y lo infantil, el pasado y el futuro, pasean de la mano entre preciosos arreglos –orgánicos o sintéticos, tanto da– hasta culminar en la catarsis ‘How Can A Head’, que revela el auténtico trasfondo del disco: el amor. “¿Cómo puede una cabeza contener tantas cosas? Toda nuestra vida, todo nuestro amor, todas las canciones que canta / Y ¿cómo puede una boca contener tantas cosas? / Todos nuestros dientes, todas nuestras palabras, todas las canciones que cantamos / Las canciones que dicen “ten un día maravilloso” / Que te permiten saber cuánto te quiero”, dice Wayne en esta canción que contiene toda la belleza de la vida y la muerte. Pese a su existencia aparentemente coyuntural –se lanzó en una edición limitada el Día de las Tiendas de Discos, y no ha estado disponible para el resto del mundo hasta hace unas semanas–, si ‘King’s Mouth’ no es el disco más bonito de The Flaming Lips en mucho tiempo, no anda muy lejos.
Calificación: 7,9/10
Lo mejor: ‘The Sparrow’, ‘How Many Times’, ‘Feedaloodum Beetle Dot’, ‘All For The Life Of The City’, ‘How Can A Head’
Te gustará si te gustan: MGMT, Foxygen, Melody’s Echo Chamber, Pink Floyd.
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