Cine

Amenábar vuelve a arrasar en taquilla, y yo vuelvo a no entender casi nada

‘Mientras dure la guerra’ afronta su cuarto fin de semana en taquilla con cifras totalmente espectaculares, casi insólitas. Con más de 5 millones de euros recaudados y casi 1 millón de espectadores, sabemos que será una de las cintas más exitosas de todo el año. Un dato muy significativo: el segundo fin de semana la última de Alejandro Amenábar recaudaba más que el primero, algo nada habitual y reservado a los más excepcionales «sleepers».

A toro ya pasado, puedo entender de dónde puede venir su éxito: para quien desconociera la relación entre Unamuno y los Franco, el origen del famoso «venceréis, pero no convenceréis», la trama es de cortar el hipo. Además, la cinta llega en un momento histórico totalmente pertinente, con la extrema derecha volviendo a subir en las encuestas y los restos de Franco a punto de ser exhumados del Valle de los Caídos. ‘Mientras dure la guerra’ se está beneficiando de la idea de que en 2019 dos Españas siguen conviviendo un poco de aquella manera. Y como comentaba mi compañero Pablo N. Tocino en su crítica, bastante generosa en mi opinión personal, al menos un intento de neutralidad asoma a debate, para lo que han sido siempre las películas sobre la Guerra Civil en España.

No creo que esté muy logrado, y pese a lo bien parada que sale Carmen Polo, la cinta por supuesto no ha emocionado nada a VOX; y el ABC se ha entretenido apuntando los «18 errores históricos» de esta película, casi todos con matices ideológicos. Unamuno fue un personaje poliédrico, repudiado por la derecha y por la izquierda, y ese es uno de los atractivos de ‘Mientras dure la guerra’, pero teniendo en cuenta cuál es el clímax de la misma y su modo de exponerlo, diría que básicamente su espectador tipo es el ciudadano que se ha interesado a lo largo de su vida por ver cine español, no el que solo lo ha menospreciado desde su casa, por un lado, y desde las instituciones y el gobierno, por otro.

Pero ese no es el problema de ‘Mientras dure la guerra’, sino su extremo academicismo, lo que incluye una puesta en escena impersonal que deja tan indiferente como un capítulo de ‘Amar en tiempos revueltos’; una muy mejorable dirección de actores (Karra Elejalde se llevará todos los reconocimientos pero lo de «Franco» es grotesco, sobre todo porque Amenábar comete la torpeza de mostrarnos al verdadero en un documental y no se parecen en nada); y una música a cargo del propio director que no puede ser más relamida. Hay una escena en la que Unamuno discute con su colega Salvador y Amenábar busca sin duda retratar cómo los españoles de izquierdas y derechas no hacemos más que tirarnos los trastos a la cabeza, siempre con los mismos argumentos. Sin embargo, en lugar de noquearnos con frases imaginativas, vibrantes y actuales, lo intenta con un exceso de música bastante inane. Gabriel Rufián atribuyó en un discurso la frase «me parece inútil pediros que penséis en España» a Unamuno cuando no le pertenecía, pero al menos nos movió un pelo mediante la palabra, cosa que este guión no consigue.

Al margen del punto lacrimógeno aportado por el nada manido recurso del personaje infantil, son varias las reiteraciones en la película, entre los papelillos de figuritas y la recreación onírica de la juventud de Unamuno. Para cuando al final Amenábar nos explica lo que pasó con Franco, uno no sabe dónde meterse: ¿de verdad alguien que vaya a ver esta película no lo sabía? ¿Podemos acusarle de «spoiler» ante una hipotética segunda parte? Y es lo de menos. Lo de más es dónde se ha metido aquel director que debutó con películas underground, prometedoras e imperfectas pero diferentes, y ha terminado sucumbiendo a los imperativos estéticos más aburridos. ¿Es Amenábar el nuevo Garci? 4.

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Publicado por
Sebas E. Alonso