Si en aquel caso Danielle Haim buscaba plasmar el espíritu que trató de insuflar a su pareja –y, a la sazón, productor no solo de este grupo sino también de Madonna, Adele, Charli XCX o Vampire Weekend– Ariel Rechtshaid cuando hubo de combatir un cáncer, ahora se enfoca en hablar de sí misma y sus hermanas Este y Alana, compañeras de banda.
Concretamente de una depresión que hubo de superar y por la que, cuenta, también han pasado aquellas en distintas etapas de sus vidas. «Son momentos difíciles de olvidar y aún más difíciles de superar. Después de estar constantemente en marcha durante el último par de años, no quería parar y asumir ciertas movidas. Además, cada día mis hermanas y yo nos sentimos tan afortunadas de que este sea nuestro modo de vida… Parecía que parar y manejar estas emociones sería decepcionar a todo el mundo. Cada vez que he estado deprimida me lleva tiempo aceptar que necesito ayuda, empezar a salir de ello», dice en un extenso texto que recoge Stereogum.
Por eso aclara que ese «no podemos ser amigos / no podemos fingir que tiene sentido» que repite Danielle en el pre-coro, aunque se preste a pensar que se trata de una canción de ruptura, se refiere a ella misma y su propia mente
. Y su vídeo oficial, de nuevo dirigido por el reputado cineasta Paul Thomas Anderson con más bien poca metáfora, muestra su «rescate» por parte de sus dos hermanas, que la llevan literalmente en volandas hasta un lavado automático de coches (?) del que sale fresca y renovada, lista para ir a un bar e hincharse a chupitos junto al hombre de su vida (sí, aunque aparece de soslayo, el hombre junto al que se sienta en la barra es Ariel).Pero quizá lo más inspirado y vibrante de este retrato de la depresión es cómo su ritmo acelerado y a veces caótico –plasmado con unos fraseos pronunciados a toda pastilla (recordando un poco a los de Katy Perry en ‘Never Really Over’)– nos hace bailar. La canción –compuesta, por cierto, junto a Rostam y un talento injustamente olvidado de su misma generación, Ramesh Srivastava de Voxtrot– se construye con una suma de elementos discretos, apenas esbozados –con excepción de las exuberantes percusiones–, que al sonar superpuestos transforman en sonido el río de pensamientos que Danielle padece cuando está en esos momentos bajos, siendo ese puente al piano que detiene todo el momento de liberación, la ansiada bocanada de aire que permite recuperar el aliento. Dada la cada vez mayor visibilidad de las enfermedades mentales, parecía cuestión de tiempo que un día bailáramos al son de una depresión.