‘El hilo invisible’: el retorcido romance de Paul Thomas Anderson

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‘El hilo invisible’: el retorcido romance de Paul Thomas Anderson

La nueva película de Paul Thomas Anderson tras la divisiva ‘Puro vicio’ resultó ser la gran sorpresa de las nominadas a los Oscar, cosechando 6 nominaciones, incluidas las de mejor película y mejor director. En esta ocasión, el estadounidense abandona el estilo rocambolesco de su anterior filme para abordar de forma más “clásica” -sí, entrecomillado- la historia de Reynolds Woodcock, un diseñador londinense que durante los años 50 era de los más prestigiosos de la ciudad. Él y su hermana Cyril llevaban el negocio, vestían a la realeza y a las clases altas de la época, elaborando cada vestido con sumo cuidado. Cuando el señor Woodcock conoce a Alma, una camarera extranjera, no tarda en convertirse en su modelo, musa y amante.

‘El hilo invisible’ se centra en la relación que se establece entre Alma y Woodcock. Más cerca de ‘The Master’ que de ninguna otra de sus películas, Paul Thomas Anderson crea un detallado y retorcido estudio de la relación de pareja, analizando casi de manera psicológica cada gesto o cada movimiento de sus personajes. En ‘The Master’ -ambientada en la misma época que la película que nos ocupa- el telón de fondo era el mundo de las sectas, en esta lo es el mundo de la moda, pero ambas tienen en común que lo que verdaderamente importa son los «hilos invisibles» y poderosos que nos unen a otras personas. Y esos hilos no son siempre comprensibles, ni siquiera racionales.

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Anderson -que además, en esta ocasión es también el director de fotografía- recrea con una elegancia exquisita las clases altas de la época logrando una puesta en escena impecable. Se sustituyen los largos planos secuencia y la enrevesada planificación de ‘Boogie Nights’ o ‘Magnolia’ por sutiles travellings que aportan delicadeza y, a la vez, cierta inquietud. La música de Jonny Greenwood, nominada al Oscar, presente durante gran parte del metraje y cuyo uso jamás resulta molesto o demasiado insistente, acompaña y enriquece el conjunto logrando momentos verdaderamente hermosos. La pieza principal, escrita para piano y viola, es solemne y sugerente. Se nota que el compositor ha entendido a la perfección el guion y ha plasmado ese tono misterioso que invade a la cinta en su partitura.

Daniel Day-Lewis encarna al meticuloso Woodcock (inspirado en el diseñador vasco Cristóbal Balenciaga), en la que se supone que será la última interpretación de su carrera, más contenido que otras veces, adecuándose al tono de la película, que le ha valido -con total justicia- otra nominación al Oscar. También la consiguió Lesley Manville, su hermana en la ficción, en uno de esos papeles secundarios discretos pero que realmente requieren un gran talento interpretativo para resultar creíbles y autoritarios (como el de Amy Adams, en ‘The Master’).

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Incomprensiblemente, Vicky Krieps, quien es la protagonista de la película, ya que está narrada desde su punto de vista, no ha tenido ningún reconocimiento durante toda la temporada de premios. Ella es el alma (y nunca mejor dicho, ya que es el nombre de su personaje) de la película. Consigue transmitir una mezcla explosiva de dulzura y malicia. Tanto Alma como Reynolds Woodcock son dos de los personajes más fascinantes de la filmografía de su director, y su película es tan compleja y retorcida como ellos. Es imposible en tan solo un visionado sacar en claro todos los matices y pequeños detalles que esconden. Anderson se muestra quizá más preciso que nunca retratando su envenenada y enferma historia de amor, tejiendo minuciosamente cada matiz como si de un gran diseñador de moda se tratara.

Cabe destacar que no es, en absoluto, una película que vaya a agradar a todo el mundo. Habrá quién no entre en la enfermiza y densa propuesta del director californiano, especialmente si nunca ha conectado con su peculiar estilo psicológico. Pero ‘El hilo invisible’, pese a su complejísimo fondo, no deja de ser una historia de amor. Una tan romántica como perversa. 7.

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