Este club, acostumbrado a minishows de La Prohibida en bucle y a fiestas tipo Sassy, se transformó en una explosión de decibelios que superaba por mucho el momento más brutal de My Bloody Valentine. El público era también 90% masculino, como en el Ultra Pop, pero no para bailar ‘Mayores’ y ‘No me acuerdo’, sino para entregarse a la mezcla de electrónica experimental, metal y distorsión que Blanck Mass desplegó en solitario, dañando tanto nuestros oídos como la maldad del mundo lo ha hecho con los suyos.
Benjamin John Power parecía un personaje muy querido entre el respetable, pues Fuck Buttons fueron uno de los grupos más importantes de la década pasada, y su música actual funciona igualmente gracias a los guiños melódicos que se asoman en canciones como ‘House vs. House’, ‘Death Drop’ o ‘Love Is a Parasite‘, todas las cuales agilizaron su repertorio durante su extensísima duración. ‘Dead Format’, por su parte, fue capaz de poner al público a bailar en la pista por lo que tiene de ritmos techno. Aupado tras su portátil y cogiendo el micrófono puntualmente para gritar cosas ininteligibles, Blanck Mass se sirvió de proyecciones también distorsionadas, indescifrables, abstractas, para complementar. El público conectó hasta el punto de que incluso 10 minutos después de terminar el concierto, siguió esperando un bis que no llegó, más que nada porque las extrañas proyecciones continuaron cuando ya no quedaba música. Pero Benjamin John ya sólo salió a saludar. En cualquier caso, un arsenal de música angustiosa, existencialista, como la semana que nos está tocando vivir. 8.