Y esto ha llevado a un nuevo giro de tuerca en el universo de Gira/Swans. “Descubriréis que el material se apoya fuertemente en las palabras (montones de ellas) y en la voz, lo que imagino que es una inclinación natural tras 7 años de inmersión en música que estaba obsesivamente orientada hacia largos pasajes instrumentales”. En ‘Leaving Meaning’ Gira parece más empeñado en pulir canciones que sean consideradas como tales, antes que en erigir dólmenes. Aquí no hay suites infernales de 25 minutos; el tema más largo dura 12. Aun así, es una obra extensa: 93 minutos de recorrido. Pero sí que es un disco más ligero (todo lo ligero que un álbum de Swans puede ser) que ‘The Glowing Man’, su anterior disco que, ya en su tramo final, mostraba una luz que lo alejaba de las pesadas tinieblas. ‘Leaving Meaning’ aún tiene su parte tenebrosa y los temas siguen actuando como mantras, como es habitual en la banda. Son estructuras circulares, patrones rítmicos repetidos para conseguir algún tipo de trance y enajenación, con un fuerte componente krautrock, pero también tribal y telúrico. Sólo que ahora todo es más leve y luminoso, lo que le acerca al folk de Angels of Light, el otro grupo de Michael Gira. Otra constante que se mantiene es una apabullante lista de colaboradores y escuderos: Anna von Hausswolff con su hermana Maria, Ben Frost (ahí sigue), Baby Dee, la banda de jazz The Necks y un larguísimo etcétera.
El disco está dividido en una suerte de tres partes; una primera más sentida, una segunda más monolítica y una final más convencional y trepidante. Tras una introducción plácida, llega ‘Annaline’, una preciosa balada acústica que pilla con la guardia baja: desborda sentimiento. Es tan sentida que recuerda al último Nick Cave. La sensualidad oscura de ‘The Hanging Man’ nos devuelve a derroteros conocidos; el tema es mantra obsesivo construido a través de líneas que se repiten, una voz que combina lamento y gritos del averno, salpicado con quiebros casi gozosos. La figura principal va repitiéndose cada vez con más insistencia mientras aumentan las percusiones y los platillos, hasta completar sus casi 11 minutos. Sin embargo, no resulta árida de escuchar. Al contrario; apela a ese ritmo primario, casi tribal, para engancharte, mientras Gira aúlla: “I am the hanging maaaaaaaaan”. Y sin caer, que podría ser fácil, en la autoparodia malditista.
La preocupación de Gira por darle más peso a la parte vocal se refleja en su manera de cantar/recitar, que a ratos recuerda a Leonard Cohen. Esto se hace especialmente evidente en ‘Amnesia’. No sólo la voz, incluso la instrumentación toma prestadas las formas del bardo canadiense; el uso de una guitarra acústica que recuerda a una mandolina, la tremenda irrupción de coros de las hermanas von Hausswolff, las cuerdas… Así, ‘Amnesia’ es otra joya, sosegada a ratos, hirviente a otros, con un ambiente de feria decadente y un final inquietante, aunque esta vez la inquietud la aporta el elemento teatral, no el visceral; como si fuera una hermana perdida de ‘The Carny’ de Nick Cave & the Bad Seeds. El parecido con Nick Cave no es baladí; Larry Mullins, actual teclista de los Bad Seeds, es otro de los músicos que acompaña a Michael Gira en esta aventura. ‘Leaving Meaning’, con The Necks, resulta oscura pero adusta, quieta en su letanía. Agota más por repetición que por su estructura circular. Pero la cima del gozo de esta primera sección es ‘Sunfucker’, repleto de huidas blues, con alaridos tribales acompañando a los de Gira, hasta convertirse en new age chunga primero y rock blues sexy y pantanoso después. Las ecolalias de Gira vuelven a cumplir esa máxima de los Swans: generar aprensión. Un delirio tremendista que apela no tanto, por eso, a las tinieblas como a las vísceras, a una rabia primordial, pero gozosa más que angustiosa. Y, al final, la voz de Jennifer Gira como alivio entre tanto marasmo.
Esta primera parte, tan intensa, hace que entremos en un momento de cierta atonía a partir de aquí. Todo lo átono que pueden resultar Swans, claro. Por ejemplo, ‘Cathedrals of Heaven’ es un blues a la manera de (otra vez) Nick Cave. O ‘The Nub’, la pieza más larga del disco (aunque “solo” sean 12 minutos), una letanía apocalíptica de aire medieval construida con los vientos de The Necks y la voz de Baby Dee. Esta tónica se rompe con la espiritual y soberbia ‘It’s Coming It’s Real’, que recuerda, otra vez, al último Leonard Cohen, aunque a la manera de Gira. Su letra sobre redención religiosa (“Reach out, mindless, save us, formless / Rise up, righteous, kneel down, fearless”), se eleva, se aligera e ilumina gracias a, de nuevo, los coros de las hermanas von Hausswolff. Una pieza de liturgia Swans casi alegre. A partir de aquí viene una tercera parte bastante eufórica. ‘Some New Things’ es sucia, punk y adictiva; ‘Whats Is This’’ melódica y alegre, casi de… ¡fantasía navideña de Sufjan Stevens! (¡esos coros!). La final ‘Phantom Limb’ vuelve a las letanías “nickcavistas”, aunque la voz de Gira suena diferente, incluso irónica.
Se han abierto los cielos en el reino de Michael Gira. Los que huyeron de Swans por los excesos de los últimos años, pueden regresar felices. Encontraran un álbum más accesible y menos duro. Los fans de la trilogía ‘The Seer’-‘To Be Kind’-‘The Glowing Man’, los que ansían asfixiarse, seguirán encontrando piezas sofocantes, densas y envolventes. Y motivos de sobra para renovar la fe en Michael Gira.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Annaline’, ‘The Hanging Man’, ‘Amnesia’, ‘Sunfucker’, ‘It’s Coming Its’ Real’
Te gustará si te gusta: Nick Cave and the Bad Seeds, Anna von Hausswolff, Leonard Cohen, el krautrock