Esto es importante porque de alguna manera hemos pasado esta década despidiéndonos de Leonard Cohen: parecía estar diciéndonos adiós con este empeño por sacar álbumes cada 2 años justamente ahora. Por supuesto, ‘You Want It Darker’ (2016) pasará a la historia como su epitafio, pero ‘Old Ideas‘ (2012) contenía frases tan explícitas como «no tengo futuro, me quedan pocos días» (‘Darkness’) o “soy viejo y los espejos no engañan” (‘Crazy To Love You’). Y ‘Popular Problems‘ (2014), aunque no prescindía de su humor habitual, contenía también cierto olor a fin (“La fiesta se ha acabado / pero he aguantado de pie / permaneceré en esta esquina / donde antes había una calle”, en ‘A Street’); llevándonos a ‘You Want It Darker’, que se promocionaba con aquella larguísima, histórica entrevista con The New Yorker que dejaba el titular «estoy listo para morir«.
Leonard Cohen llegó a desdecirse de aquel titular, y al fin y al cabo había sido en la misma entrevista muy explícito sobre una serie de canciones que no habían tenido cabida en ‘You Want It Darker’, pero sobre las que le hacía ilusión volver. Sus palabras fueron: «No creo que sea capaz de acabar esas canciones. Quizá, ¿quién sabe? Tal vez reciba un nuevo aliento, no lo sé». No lo recibió, desgraciadamente, así que lo que encontramos en ‘Thanks for the Dance’ es una serie de tomas vocales realizadas en general durante la grabación de su último disco en vida, y que ahora su hijo Adam Cohen, con quien solía colaborar, ha podido terminar con ayuda de músicos amigos y afines. El single ‘Happens with the Heart‘ es una canción arreglada con el mejor gusto, con un rico texto en el que el artista se debate entre lo espiritual y lo social («conociendo a Cristo / leyendo a Marx»), y tratando de comprender los entresijos del «corazón», no siempre con una salida fructífera, a veces más bien huyendo del mismo.
El álbum toma su nombre de un tema que remite inevitablemente a ‘Take this Waltz’ a todos los que descubrimos con él lo que era un «tres por cuatro», pero que en verdad ya fue grabado por su ex compañera Anjani Thomas en 2006. Por supuesto ahora adquiere nuevos significados en boca de Leonard, con esa posible referencia al bebé que casi tuvo con Marianne («gracias por el baile / y por el bebé que engendraste / casi fue una hija o un hijo»); mientras la «rosa en el pelo» y los «hombros desnudos» mantienen la sensualidad que tenían las canciones de Cohen más lascivas. Y el disco se cierra con un recitado del artista presentando el álbum anterior que ha podido transformarse en canción por obra y gracia de la tecnología.
El resultado es mucho más cálido y reconfortante de lo que se podía adivinar. El número de arreglos es modesto y austero pese a que los nombres aquí implicados son enormes. Además de Adam están Daniel Lanois, Beck en la guitarra y el arpa de boca, y a los coros Jennifer Warnes, Damien Rice y Leslie Feist; con mención especial para los artistas españoles, Javier Mas al laúd y a la guitarra, Carlos de Jacoba a la guitarra flamenca y Sílvia Pérez Cruz a los coros. ‘The Night of Santiago’ es una adaptación de ‘La casada infiel’ de Lorca, por lo que se ha querido invitar a estos artistas específicamente para esta grabación, que incluye palmas y más imágenes sexuales (dicen en Spin que lo de «sus pezones se elevaron como pan» provocó risitas en la presentación del álbum en Nueva York).
Hay mucha aportación, pero el disco es fino y minimalista como casi siempre, y Cohen es de manera permanente el protagonista. ‘Listen to the Hummingbird’, que parece una referencia a ‘Bird on the Wire’, se compone tan sólo de una línea de piano a la que se van sobreponiendo unos pocos coros y discretísimos, casi imperceptibles, detalles de bajo, guitarra y teclado. Damien Rice o Patrick Watson aparecen en este tema dominado por Cohen para hacer casi literalmente dos notas. Es otro tema correcto de despedida, pero en este contexto se crece especialmente el tema de adelanto ‘The Goal’, pese a durar solo 1 minuto, por ser el que más directamente se enfrenta a la muerte, pese a proceder en verdad de 1998. Toda su letra al completo es un retrato de la asunción de la decadencia, de “no puedo salir de casa / o responder el teléfono / estoy cayendo de nuevo / pero no estoy solo” a “me siento en mi silla / y miro la calle / el vecindario devuelve / mi sonrisa de derrota”.
La enfermedad también aparece en ‘The Hills’, en la que agradece a «Dios» por «las pastillas» que le mantienen vivo, pero no hay que esforzarse por buscar en ‘Thanks for the Dance’ únicamente mensajes que se adelantaran a la muerte de Leonard Cohen. La grandeza de este disco es que también se abre a mensajes universales como el amor, como sucede en la preciosa ‘Moving On’, guiada por la mandolina de Avi Avital; o lo social, que tiene especial protagonismo en ‘Puppets’, con sus referencias al Holocausto judío y también al sistema actual. Es inevitable que todas las críticas se detengan en frases como «fue un infierno, fue grandioso, fue divertido» (tema titular), pero quizá es más llamativo que el artista mantuviera sus ganas de hablar de sexo, amoríos que juegan al gato y al ratón y política. Seguro que este no es el acabado exacto que el artista habría dado a cada composición, pero el respeto hacia su sonido y trabajo durante los últimos años está en máximos: se nota en cada entrada de un piano, en cada salida de un clarinete.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Happens to the Heart’, ‘Moving On’, ‘Thanks for the Dance’, ‘The Goal’
Te gustará si te gusta: la que era la trilogía final de Leonard Cohen.
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