Pasado y presente se superponen en ‘Manual de Cortejo’ desde su portada, que, obra de Ricardo Villoria, muestra a Cuevas pintado de negro, a modo de minotauro, con su cuerpo tiznado con ceniza de carbón de las cuencas asturianas, y con el artista subido encima de unas plataformas hechas con madera de fresno- y de su mismo título, tan anacrónico en la era de las redes sociales y de las aplicaciones para ligar. Pero Cuevas, que no ve ninguna contradicción entre ser una persona moderna y vivir en el campo (como él hace) y menos hoy en día con los avances tecnológicos que existen, aboga por el contacto humano ante todo, por que no se pierda la «poesía a la hora de ligar» ni tampoco el contacto del ser humano con la naturaleza. ‘Manual de Cortejo’ no es tanto un «manual» como un recordatorio de que las cosas se pueden hacer de otra manera y que, de hecho, se pueden hacer mejor. Sin embargo, el álbum no es solo eso, sino que también es un trabajo sobre el amor, la alegría de vivir, la muerte e incluso sobre los derechos civiles y que, a través de algunos personajes célebres de Asturias, hace un repaso a la historia social de la región para reflexionar sobre la importancia de conocer su historia y de proteger su cultura.
La composición de ‘Manual de Cortejo’ empezó con Cuevas y Refree yéndose 10 días al norte, en concreto a Asturias y a Galicia, para empaparse de la cultura y de la atmósfera de ambos territorios, descubrir sus voces y percusiones antiguas y entablar conversación con sus habitantes. Este trabajo de investigación y de archivo ha culminado en una obra que mezcla cante tradicional con grandes percusiones y una electrónica que, sin ser moderna, actualiza las canciones abordadas. La voz de Cuevas, mucho más cerca del encanto ordinario de Lorena Álvarez que del timbre sobrenatural de Rosalía, hilvana estas canciones con gusto y a veces con desparpajo, pero no es lo mejor que el artista tiene que ofrecer. Y no tiene por qué serlo, pero en ‘Manual de Cortejo’ brilla sobre todo su visión conceptual y sobre todo un repertorio muy bien escogido y secuenciado que no puede estar más lleno de letras emocionantes y tiernas como la de ‘Tengo de xubir al puertu’, donde canta: «tengo de xubir al puertu, y aunque me cubra la nieve, tengo de xubir al puertu, que allí ‘ta la que me quiere».
A veces, la fusión de tradición y contemporaneidad lleva a Cuevas por caminos insospechados. Las texturas electrónicas y percusiones orgánicas de ‘Muiñeira para a filla de bruxa’ construyen el single de Cuevas más asequible, mientras ‘Arboleda Bien Plantada’ y ‘Ronda de Robledo de Sanabria’ utilizan sutiles estilismos sonoros próximos al deep-house aunque no sea intencionado, y ‘Tengo de xubir al puertu’ emplea la distorsión vocal como medio para enrarecer el mensaje de Cuevas sin ningún otro propósito aparente. Es una sobreproducción que no termina de favorecer los textos en algunas ocasiones, como en ‘Xiringüelu’, donde la alegría de este baile tradicional queda algo entorpecida por una serie de ritmos y efectos innecesarios. Sin embargo, los samples vocales y las percusiones electrónicas de ‘Muerte en Motilleja’ crean una gran apertura para el álbum. Por otro lado, ‘Ronda de Robledo de Sanabria’ es otro de los momentos destacados del disco gracias a su conjuro tradicional, que Cuevas no deja de actualizar con una graciosa referencia a una conocida aplicación de mensajería móvil: “cada vez que te pases por debajo de mi casa, rezo que me llegue notificación al WhatsApp”, canta Cuevas con el «pensamiento» no se sabe dónde.
A lo largo de ‘Manual de Cortejo’, el oyente se va topando con testimonios de La Tarabica, una señora de Cimavilla (Xixón) muy querida en la región, pero también con una copla y una habanera e incluso un interludio con el que Cuevas defiende la causa de los refugiados, aunando lo ultralocal con lo nacional y después con lo universal. Entre tantas capas de historia y significado destaca la cumbre emocional de ‘Rambalín’, una balada que, con El Coro Minero de Turón, recuerda a Rambal, un icónico personaje precisamente de Cimavilla que fue transformista en pleno franquismo y que fue asesinado a los 47 años en circunstancias que aún no han sido esclarecidas. En esta preciosa canción, Cuevas interpreta sobre Rambal para cantar que «era maricón de nacimiento, una cosa mítica en Xixón» y para recordar que no hubo mayor «esplendor» en su pueblo que el que él regalaba a las personas que se acercaban a verle actuar en los bares, siendo él siempre la persona que quería ser sin importarle el resto. Es difícil no ver en Cuevas parte de ese espíritu libre y valiente que caracterizó a Alberto Alonso Blanco, sobre todo en un disco que se dirige a tantas direcciones sin miedo y, a la vez, con tanto acierto.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Muiñeira para a filla de bruxa’, ‘Muerte en Motilleja’, ‘Ronda de Robledo de Sanabria’, ‘Rambalín’
Te gustará si te gusta: Rosalía, Niño de Elche, Los Hermanos Cubero, Sílvia Pérez Cruz
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