El (habilidoso) manejo de los referentes: La serie es un gozoso homenaje a las películas de los años 40 y 50, por lo que se disfruta mucho más si conoces el Hollywood que retrata: los melodramas de Douglas Sirk protagonizados por Rock Hudson, las películas de posguerra de George Cukor (‘Doble vida’, ‘La costilla de Adán’), la progresista ‘Encrucijada de odios’ (donde al director Edward Dmytryk le obligaron a cambiar el personaje homosexual de la novela por uno judío y, como desquite, llenó el reparto de figurantes gays)… Además, el guión está basado en el suicidio de la actriz Peg Entwistle y en ‘Servicio completo’ (Anagrama), las memorias del proxeneta Scotty Bowers. Su lectura (o la visión del documental ‘Scotty y los secretos de Hollywood’), y la de ‘Hollywood Babilonia II’ (Tusquets), donde se cuenta la historia de Entwistle, son altamente recomendables.
El (esplendoroso) diseño de producción: Ahora que casi todos parecemos jubilados recién levantados de la cama, ver la exuberante recreación que ha hecho Murphy del Hollywood dorado nos hace recordar aquellos tiempos en los que la gente no estaba todo el día en chándal y zapatillas. Los estudios de cine, las gasolineras, los diners, las mansiones de Beverly Hills, la ceremonia de los Oscar… ‘Hollywood’ es una gran espectáculo visual donde los decorados, el vestuario y los peinados son igual de elocuentes –sino más- que cualquier línea de guión.
La (estimulante) premisa argumental: ‘Hollywood’ se puede ver como un cruce amable entre la relectura del melodrama clásico que hizo Todd Haynes en ‘Lejos del cielo’, y la emotiva carta de amor al cine que filmó Tarantino en ‘Érase una vez en… Hollywood’. Murphy imagina un Hollywood de posguerra donde la moral reaccionaria que se impuso tras el código Hays de censura y la persecución macartista impulsada por la Guerra Fría, fue combatida por un gran estudio con la producción de una película que desafiaba el machismo, la homofobia y el racismo imperantes. Un desafío temático y de casting que, sin embargo, en una feliz y arriesgada voltereta irónica, respeta los códigos dramáticos (los famosos “finales hollywoodienses”) del mainstream de la época. Esta apuesta por el sentimentalismo luminoso puede que descoloque a más de uno, pero está plenamente justificada. ¿No era el Hollywood dorado una fábrica de sueños?
Su (molesto) tono discursivo y aleccionador: Desde un punto de vista narrativo, ‘Hollywood’ tiene un problema: una parte importante de los conflictos dramáticos que expone la serie no los vemos, solo los oímos. Algunos de los personajes, los más sufrientes, tienden a verbalizar sus sentimientos como si estuvieran mandando mensajes al espectador en vez de conversar con su interlocutor. Esto provoca una distensión dramática que afecta tanto a la credibilidad de las escenas como a la eficacia del discurso que se quiere trasmitir, haciéndolo parecer más simplón de lo que debería. ¿Corregirán este fallo en la segunda temporada? De momento no hay confirmación, pero el rodaje de ese ‘Dreamland’ puede ser un buen punto de partida… 7.