Sin embargo, el tópico «yo ya he ganado» se hizo certeza en la semifinal de Operación Triunfo 2020. Porque me atrevo a vaticinar que las dos últimas descartadas de la edición son, precisamente, las que tienen un futuro más prometedor en la música como profesionales. Maialen ya había dado inicio a su carrera como Chica Sobresalto –precisamente en el sello de Extremoduro o Marea que le ha hecho una nueva oferta en firme, como se señala en el foro de OT 2020 de JNSP–, y ha sentado las bases de su personalidad y público objetivo. Lo ha demostrado gala a gala, esquivando con gracia las zancadillas en forma de canciones ajenas a ella que la dirección haya podido ponerle en su camino. El altavoz de este programa no hará sino amplificar su mensaje y, con ello, parece evidente que crecerá en lo comercial y lo creativo, porque trabajará con más seguridad (algo que ya se atisba en sus palabras).
En cuanto a Samantha, huelga señalar que padece una hipoacusia congénita (en torno a un 60% menos de audición que la media), pero la verdad es que multiplica el mérito de lo que ha hecho. La alicantina ha ido creciendo y afianzándose programa a programa, yendo a lo suyo, midiéndose de igual a igual a sus compañeros, y sobre todo mostrando un espíritu y una alegría envidiables. La fantástica interpretación que hizo anoche de ‘Something’s Got a Hold On Me’, popularizada por Etta James, ratificó que tiene una voz a la vez estupenda y reconocible (una auténtica rara avis en este tipo de concursos). Y con su participación en ‘R.I.P.‘, junto a Nia y Anaju, mostró que está lista para ser una diva pop. Además, la elección de Carlos Sadness para producir su primer single original, deja patente que no se conforma con ser una triunfita random. Si hay una artista que podría aproximarse a ser la Lola Indigo de esta edición, esa es Samantha.
Por tanto, las descartadas, a su manera, ya han ganado. También porque el panorama que queda en la final de OT 2020 es desolador. Porque, como decíamos, Flavio ha ido claramente de más a menos en el concurso. Tiene dotes, formación y una voz bonita, pero parece empeñado en aproximarse con cierta desesperación a la música pop, y ayer se mostró apático y frío. Solo el factor carpeta, puesto que fue aupado al último programa por el público, explica que sea finalista. En cuanto a Anaju, arriesgó mucho optando por la espeluznante canción de la Llergo, y realmente tiene condiciones para dar un perfil alternativo. Pero hay que reconocer que no estuvo tan brillante como quiso hacer ver el jurado antes de elegirla (lo cual hace dudar que conocieran la versión original, a decir verdad), sumándole un incomprensible acento cordobés impostado que desnaturalizaba del todo su interpretación.
En cuanto a Eva y Hugo, el programa de ayer dio sobrados motivos para cuestionar que ellos hayan llegado hasta la última gala en detrimento de las arriba citadas: el andaluz no puede ser más impersonal cantando y bailando, y ni su evidente tirón para con el público adolescente hetero justifica que haya llegado tan lejos; en cuanto a la joven gallega, y yendo por delante que tras su actuación en la primera gala se convirtió en mi favorita, ha ido perdiéndose a medida que avanzaba en el programa, haciéndose cada vez más y más personal. Necesita enfocar cuál es su rollo, como quedó claro en una interpretación absolutamente errada de ‘El momento’ con La Casa Azul: la cara de mal café y los poco adecuados ademanes raperos que empleó estaban totalmente desconectados del espíritu de la canción. Tampoco acabó de conectar con el sieso de Flavio en su dueto ‘Hey, Baby’. A Nia se le presentan pocas trabas para alzarse como ganadora, a tenor de lo que ha venido mostrando y reiteró anoche, inalcanzable para el resto de sus compañeros. Lástima que, si nos fiamos de su primer single en solitario, podría estar más cerca de ser otra Famous que otra Amaia u otra Aitana. Ojalá Sony Music sepa reconducirla y proponer algo de interés que se sume a sus enormes cualidades.