Cine

‘Black Is King’ de Beyoncé no es el sucesor de ‘Lemonade’ ni busca cambiar el mundo… desgraciadamente

¿Desde qué punto de vista analizar ‘Black is King‘, la película musical de Beyoncé estrenada en Disney+? Lo seguro es que Beyoncé ha vuelto a crear una obra que invita a reflexión y debate, no siempre para bien. La película utiliza la historia de ‘El rey león’ y la música de «The Gift«, el álbum inspirado en el «remake» de esta clásica cinta de Disney que Beyoncé publicaba el año pasado acompañada de una ristra de famosos artistas africanos, para expresar un mensaje de orgullo y empoderamiento al pueblo africano, a su cultura y tradiciones; pero también uno más personal, el de la búsqueda de su propia identidad como mujer negra nacida en un mundo de blancos, y por extensión en un mundo racista que ha institucionalizado y promovido la opresión hacia las personas no blancas.

Para entender ‘Black is King’ nos podemos quedar con la interpretación de su autora, de la que se extrae que este es un proyecto personal ante todo: «Con este álbum visual, he querido presentar elementos de la historia negra y las tradiciones africanas y expresar lo que realmente significa encontrar tu propia identidad y construir un legado», ha explicado en Instagram. La cantante indica que ha pasado «mucho tiempo explorando y absorbiendo las enseñanzas de generaciones pasadas y la rica historia de diferentes tradiciones africanas» para crear una película que «instilara orgullo y conocimiento» e inspirara a los espectadores a «continuar construyendo un legado que haga impacto en el mundo de una manera inconmensurable». Así, la historia de Simba y su viaje «hacia el amor, la traición y el entendimiento de la importancia de su historia» sirve a Beyoncé para «celebrar la amplitud y belleza de la ascendencia africana» en una cinta que ha sido rodada en Sudáfrica, Ghana y Nigeria, además de en Londres, Nueva York, Los Ángeles y Bélgica, y que a pesar de listar a Beyoncé como directora principal, ha contado a su vez con la participación de varios directores africanos.

Desde un punto de vista visual y estético, la película, que por otro lado, está decepcionando en términos comerciales, es intachable. Los paisajes son espectaculares y, a través de varias escenas divididas por canciones, Beyoncé presenta un panóptico de la cultura africana a través de sus riquísimas vestimentas, cosméticas, peinados, religiones (Oshun vuelve a aparecer por aquí como ya lo hacía en la película de ‘Lemonade‘), prácticas como el bogolan maliense, la indumentaria Ouango de Burkina Faso y los estampados de cera africanos. Artistas africanos como el ganés Shatta Wale, los nigerianos Wizkid y Mr Eazi, las también nigerianas Yemi Alade y Tiwa Savage, el camerunés Salatiel o el sudafricano Busiswa Gqulu y su compatriota Moonchild Sanelly, entre otros, además de amigos de Beyoncé como Kelly Rowland, Naomi Campbell, Pharrell Williams o Jay-Z, más incómodo delante de una cámara que Britney Spears, aparecen en la película para convertirla en una celebración de las maravillas de África desde el segundo cero. La diversidad es presentada sobre todo a través de la moda, y en este caso Beyoncé es siempre la protagonista absoluta.

Pero desde un punto de vista político, ‘Black is King’ pone sobre la mesa otro tipo de cuestiones que vale la pena contemplar. La película ha sido acusada de romantizar a las monarquías africanas, de presentar una visión monolítica del continente (lo cual es discutible dada la diversidad de elementos que aparecen en ella) y de homogeneizar «miles de culturas africanas» con el único propósito de servir intereses capitalistas. La rapera Noname, una de las activistas por los derechos de la población negra más prominentes de hoy, ha afirmado sobre ‘Black is King’ lo siguiente: «nos encanta una estética africana cubierta de capitalismo. Espero que nos acordemos de toda la gente negra que vive en el continente y cuyas vidas siguen estando afectadas por el imperialismo americano. Si podemos utilizar la estética de África, espero que nos acordemos también de aquellos que nunca podrán tener acceso a ella. La liberación negra es una lucha global». Desde luego, Beyoncé no ha buscado con ‘Black is King’ posicionarse radicalmente hacia esa liberación: esta es una película estrenada en Disney+ e igual de «Disney» es todo lo que cuenta, pero eso no significa que no caiga en el error de promover ciertos clichés de África como el tribalismo, o que no debamos preguntarnos hasta qué punto esta producción era necesaria en un mundo cada vez más sensibilizado con la idea de que racismo y capitalismo van de la mano.

Menos se está hablando del contenido musical de la película, y en ella radica su mayor error. Algunos fans de Beyoncé hablan de ‘Black is King’ como el sucesor de ‘Lemonade’, pero nada más lejos que la realidad. Volvemos a estar ante un álbum visual riquísimo en referencias y significados, pero nadie debería pasar por alto que la calidad de la música de Beyoncé solo ha ido en declive desde el lanzamiento de aquel histórico disco en el año 2016. Y este declive está muy presente en la música de ‘Black Is King’, donde ni una sola canción podría rivalizar con las mejores de Beyoncé. De hecho, todas son de una mediocridad alarmante, especialmente la balada ‘SPIRIT’, digna de los peores premios Oscar, y apenas ‘BROWN SKIN GIRL‘ se acerca a ser memorable. Es lógico que Beyoncé haya querido contar con un sinfín de artistas africanos para que aparezcan en su homenaje particular al continente, pero si de verdad hubiera considerado ‘Black is King’ el sucesor de ‘Lemonade’, quizás se habría molestado en buscar mejores canciones para potenciar a estos artistas, canciones con las que la gente pudiera quedarse con sus nombres una vez el «hype» en torno a la cinta se haya desvanecido. Sin embargo, en ‘Black is King’ ha pesado el trabajo de campo y el mensaje por encima de la calidad musical, lo que hace que esta sea una película «musical» por momentos muy difícil de seguir. Son muchos los momentos soporíferos presentes en esta película a pesar del festín audiovisual que ofrece, y la mayoría son culpa de la música.

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Publicado por
Jordi Bardají