Demi Lovato estuvo a punto de morir hace 3 años como consecuencia de una sobredosis. Su vida cambió y el imaginario colectivo tardará mucho en olvidarse de aquello, aunque por suerte lo hará, como se olvidan tantas cosas que nos producen dolor. Lo que quedará siempre será su documental para Youtube, este disco de sanación y la imposibilidad de que volvamos a confundir a Demi Lovato con ningún otro artista de la factoría Disney.
Este disco extraña porque tiene una «intro» que es la pista 4, lo que queda explicado por el título del álbum: estamos ante un disco que tiene 2 partes, sólo que la primera es muy breve y se compone sólo de 3 canciones. Quizá porque esa parte es demasiado dolorosa para Demi o para nuestros oídos. ‘Dancing with the Devil’ incluye el tema homónimo, el single ‘Anyone’ y ‘ICU (Madison’s Lullaby)’, es decir, son composiciones en que Lovato se desgañita para hablar de su tiempo en el infierno, hablando sin tabúes sobre su adicción. Son baladas como peticiones de auxilio, escritas a piano, si bien muy esclavas del impersonal campamento de composición en el que, abiertamente, se crearon. Lo bueno viene cuando pasamos a ‘The Art of Starting Over’.
Como su propio nombre indica, y comenzando con la pista 5, en ese momento comienza otro disco que no tiene nada que ver, un buen álbum de pop que suena más que nada atemporal. Un álbum en el que Demi Lovato deja ver múltiples facetas de su vida, que no se corresponden necesariamente con el arquetipo que esperas de una persona con su pasado, y al que solo se le pueden poner dos peros: el excesivo minutaje y la excesiva deuda estilística con otros artistas que deja «el estilo Demi Lovato» un poco en tierra de nadie. Es lo que sucede cuando ‘Carefully’ te recuerda a Lana del Rey, ‘Easy’ a Sia, ‘The Way You Look at Me’ a Taylor Swift, y así sucesivamente.
No necesitábamos una balada como ‘California Sober’ hacia el final del disco para acordarnos de una de las peores canciones de Rihanna, ni que el disco desembocara en un «Buen lugar» para dejarnos con buen sabor de boca y una visión optimista, porque ese cometido ya lo habían conseguido otras producciones con anterioridad, bastante sorprendentes teniendo en cuenta la flojera de singles con que se ha promocionado este álbum. ‘The Art of Starting Over’ es un agradable canción de neo-soul, con sus palmas, sobre confiar en la persona inadecuada. Está alcanzando ya un moderado éxito el dúo con Ariana Grande, ‘Met Him Last Night’, en el que sobre una base Eurythmics se reta a alguien a no abusar de nuestra inocencia. También funcionan ‘Melon Cake’, sobre el horror de «pasteles» que le hacían comer a Demi para no engordar (la bulimia es otro de los temas del álbum), y ‘Butterfly’, dedicada a su padre pero nada ñoña. Pero lo mejor viene cuando Demi nos habla de sexo.
En un par de canciones, Demi Lovato afronta su pansexualidad, pues la artista ha pasado de considerarse bisexual al género fluido. ‘The Kind of Lover I Am’, aparte de sonar fresquísima, incluye frases como «no me importa que seas mujer u hombre» y «puede que no crea en la monogamia», mientras ‘My Girlfriends Are My Boyfriend’ es la gran joya perdida, versando sobre cómo sus «amigas son su novio» en lugar de un chico, sumando una producción juguetona que llena la pista de ambigüedad y dobles sentidos, casi de una voluntad orgiástica.
Siendo ‘Easy’ con Noah Cyrus realmente la gran balada de esta era, con permiso de lo bien que sienta a Demi Lovato, contra todo pronóstico, susurrar aquella maravilla llamada ‘Mad World’ de Tears for Fears; lo cierto es que ‘Dancing with the Devil… The Art of Starting Over’ termina siendo un disco muy completo, quizá demasiado (demasiado largo), incluso sin entrar a valorar esas ediciones deluxe que ya meten cosas como aquel dueto con Sam Smith para unas Olimpiadas fantasma que debió quedar donde estas mismas. Por suerte, lo que trasciende en ‘Dancing with the Devil… The Art of Starting Over’ es que es hermoso dejar atrás el pasado (las primeras pistas), para celebrar la vida (la segunda parte del álbum).