Los riojanos Espanto son uno de los mejores grupos de este país pero, ay, se prodigan menos de lo que desearíamos. ‘Fruta y verdura’ (2016) ya empezaba a quedarse lejos. Y su single ‘Tres canciones nuevas’ (2018) supo a poco. Pero tranquilos: Espanto han regresado. Que Dios bendiga a los dúos austrohúngaros y aledaños. No en vano, Genís Segarra vuelve a producir y Austrohúngaro a publicar.
Si ‘Fruta y verdura’ era una inmersión en la naturaleza, ‘Cemento’ supone el regreso a la ciudad. La preciosa portada muestra edificios emblemáticos de Logroño. Pero este regreso se presume que no ha sido del todo voluntario. Porque en ‘Cemento’ cohabitan dos sentimientos, opuestos pero complementarios. Uno es la desazón por esta vida urbana y perturbada, una queja contra el mundo moderno y sus esclavitudes. El otro aboga por el escapismo, la bondad y la esperanza.
Las canciones alienantes, si fueran una comedia, serían de las que te hielan la sonrisa. Espanto recuperan su mala uva y la presentan con preciosos envoltorios, que esconden situaciones terribles. ‘Todos de acuerdo’, la canción inicial, viaja sobre un sintetizador machacón a modo de acordeón, mientras Luis va recitando una especie de epopeya donde el protagonista es sujeto pasivo de la voluntad de los que le rodean, sin ningún poder de decisión. ‘La tarta’ es un dulce envenenadísimo, un retrato de la alienación laboral y las humillaciones diarias sobre bonitos colchones de sintetizadores, vocoders y coros marcianos, como si fuera un tema de lovers-rock sintetizado. Teresa canta con la entrega propia de una canción de amor… y deja muy mal cuerpo. ‘Fotos con las autoridades‘ recupera el pulso garaje-punk de ‘Rock n Roll’, para denunciar a trepas que buscan medrar y aparentar, aunque «Por mucho que ajustes el ISO de tu cámara / de ahí nunca salen / fotos con autoridades».
La estupefacción y la indefensión ante la injerencia maleducada de los demás se refleja en dos canciones-espejo de pop-bossanova y bongos zumbones, en las que brilla el costumbrismo surrealista del dúo. Una es ‘Fiesta sorpresa‘, donde la desubicación del protagonista ante la felicidad ajena de completos desconocidos está subrayada por los graciosos «¡Baila!» que va soltando Teresa. Y ‘La visita’, cantada por Luis, donde los invitados no deseados se tornan aún más siniestros, lo que contrasta con la ternura de melodía e instrumentación.
En el lado amable y efervescente de ‘Cemento’ hay hermosas canciones, de pequeño tamaño, que pasan al principio de puntillas, pero que rápidamente revelan su grandeza. Como el tenue pasodoble electro ‘Teníamos’. O ‘Nuevos sentimientos’, muy Magnetic Fields, muy naïve y con un hermoso crescendo a base de timbales. También tienen espacio los homenajes a Vainica Doble. ¿No parece ‘La estatua’ una canción del querido dúo, tanto en letra, como en música y espíritu? Y para gozo, el sabroso despiporre italo de ‘Ragazzi e noi’. Incluso Teresa canta un poco desgarrada, en un italiano medio inventado, imitando el deje de los cantantes del género. Hasta recuerda a Raffaella Carrá (¡esos «ballando»!). Y su estribillo es tan fácil y tan estupendo que debería convertirse en la canción del verano. Como en todos sus anteriores discos, todos esos homenajes o inspiraciones, nada disimulados, sirven para hacer más patente la personalidad del dúo.
¿Y quién vence en esa batalla entre alienación y perseverancia? Pues al final gana ‘Piel contra el cemento’, ese himno de la victoria de la piel, tras durísima pugna, sobre el cemento, a pesar de todo: de caídas, de rutina y alienación. Entre redobles casi apocalípticos, la cosa va subiendo y su cierre suena a victoria… Pírrica, pero victoria. ¿No?