Hay un momento de la retransmisión de RTVE del Festival de Eurovisión que ha pasado desapercibido por su insignificancia, pero que a mí me ha llamado la atención. Sucedió en la segunda semifinal. Los locutores españoles Julia Varela y Tony Aguilar estaban presentando a una de las favoritas, Bulgaria, cuando el experto Víctor Escudero realizó este comentario: «Tras años de fracasos, Bulgaria cambió el chip eurovisivo en 2016 y desde entonces no paran. Incluso llegaron al 2º puesto en 2017».
Efectivamente Bulgaria vivió unos primeros años en Eurovisión realmente desastrosos. Entre los años 2005 y 2013 sólo se clasificaron para la final una vez. Dejaron 2014 y 2015 en barbecho, y desde entonces se han clasificado para la final siempre (salvo un año que no participaron), quedando incluso en 2ª y 4ª posición. La pregunta del millón es cuándo tomará nota España y «cambiará ese chip» del que hablaba Víctor Escudero.
Dejando de lado la cancelación de Eurovisión del año pasado por covid-19, España ha hilado 6 resultados humillantes consecutivos en el festival. Desde el top 10 de Ruth Lorenzo con ‘Dancing in the Rain’ en 2014, hemos quedado por debajo del top 20 siempre. Como parte del maldito “Big Five”, hasta Reino Unido lo ha hecho mejor, pues a pesar de haber quedado última dos veces, acudiendo oficiosamente como país más odiado tras el Brexit, al menos pudo arañar un top 15 en 2017 con Lucie Jones. Alemania fue 4ª en 2018 con Michael Schulte, Italia acaba de ganar y Francia está ofreciendo apuestas dispares pero atractivas año tras año. Quede muy bien (Amir) o no tanto (Madame Monsieur), está ilusionando y dando que hablar, algo que en los últimos años España tan sólo ha conseguido de mano de Barei, el único en el que dieron ganas de salir a las calles a quemar contenedores y marquesinas por una posición injusta. El resto, han sido más bien de esconder la cabeza bajo la tierra.
Karina, que llevó una propuesta tan alternativa en estructura como ‘En un mundo nuevo’ en 1971, ha mostrado este domingo su enfado en ‘Liarla pardo’, hablando bien de Blas Cantó, por decir algo, pero arremetiendo contra TVE y la organización: «No le podemos echar la culpa ni a los intérpretes, ni a las canciones. Hay que apostar por contratar a expertos para que la canción te absorba, que no que se queden oscuros (…) A mí me gustaba la canción. Él cantó como los ángeles, ¿qué queremos? Un poquito de movimiento, de que se vea la puesta en escena, que no llevaba la criatura nada, parece que los abandonan a su suerte”.
Supongo que por ser políticamente correcta con un compañero artista, y con una composición para una persona fallecida (la abuela de Cantó), no quiso decir que la canción muy buena no es. Pero ciertamente la puesta en escena no ayudó mucho. Leído en nuestros foros: «Todavía se cae la luna encima y tenemos una desgracia». Qué decir del vestuario, hay una palabra que podría definirlo muy bien: añejo. Sobre todo porque estamos acostumbrados a que la escenografía de la actuación española de Eurovisión nos lleve a tiempos pasados, mientras otros países como Bulgaria se esfuerzan por mirar al presente -por la vía del bedroom pop- o incluso al futuro. ¿Puede representar la victoria de Italia el regreso del rock a la primera plana?
Cuesta creer que ‘Que me quiten lo bailao’ nos representara en 2011 y no en 1997. Que El Sueño de Morfeo fueran a Eurovisión en 2013 y no en 2003. Que ‘Amanecer’ representara a España en 2015 y no en 2007. Que ‘Voy a quedarme’ sea lo mejor que tenemos que decir en Europa en 2021 cuando tenemos la lista de singles completamente tomada por hits latinos. Contemplamos con frustración cómo año tras año otros países introducen el castellano en sus hits disfrutones, del pelotazo de ‘Fuego’ a ‘El diablo’ este año pasando por las «Loco Loco» de Serbia, mientras nosotros apostamos por temas con los que es imposible perrear, sin ningún tipo de potencial, elegidos a dedo.
Alizzz, productor entre otros de C. Tangana y Amaia, ya con un chip muy diferente al de ‘Tu canción’, ha escrito en Twitter que está dispuesto a trabajar en la canción ganadora de 2022. Amaia no volverá a comerse este marrón, pero seguramente haya muchos intérpretes dispuestos a presentarse con una apuesta que sea moderna y no rancia.
Sobre todo porque el festival está trabajando duro para quitarse de encima el factor kitsch, con victorias como la de Salvador Sobral, el buen lugar que ha obtenido Francia este año, y sobre todo el exitazo internacional de canciones que se presentan al festival, hayan ganado o no. ‘Soldi’ de Mahmood, quedando 2ª, tiene cientos de millones de reproducciones en plataformas. La ganadora de 2019 ‘Arcade’ de Duncan Laurence se ha viralizado en Estados Unidos 2 años después. El grupo islandés lograba un viral el año pasado sin que ni siquiera hubiera festival y su tema de 2020, ‘Think About Things’, suma 80 millones de streamings en Spotify.
La delegación española de Eurovisión, que lo más interesante que ha hecho últimamente ha sido un documental ficticio de Azúcar Moreno, tiene que dar un firme paso al frente de una vez, en forma de toma de responsabilidades. Superado, como demostró Portugal, que si las cosas se hacen bien y de manera austera, celebrar Eurovisión puede ser enriquecedor para un país por el turismo que aporta, va siendo hora ya desde hace demasiado tiempo, de renovarse o morir.