Después de la película de Abel Ferrara del año pasado, el Festival de San Sebastián volvió a repetir la jugada de 2019 con ‘Joker‘ y programó este año como “película sorpresa” una que venía con firma de autor pero a la vez con grandes expectativas comerciales. Se trataba de ‘Spencer’, segunda en la particular trilogía de Pablo Larraín sobre mujeres históricas en días concretos (y difíciles) de su vida. Después de retratar a Jackie Kennedy y ahora a Diana Spencer AKA Lady Di, hay muchas especulaciones sobre quién será la protagonista de la tercera, por supuesto con infinidad de memes fácilmente localizables sobre la Reina Sofía, Isabel Pantoja o Cifuentes.
‘Spencer’ venía precedida de grandes aplausos en Venecia, pero además de eso y del tirón que sigue teniendo la figura de Lady Di, otro factor para su posible buen rendimiento comercial es el nombre de Kristen Stewart, que, como su compañero en la saga ‘Crepúsculo‘ Robert Pattinson, es de sobra conocida entre el público general. Y, también como su compañero, ha conseguido labrarse con éxito un nombre como actriz “respetable”, siendo esta película su cénit, al menos de momento.
‘El Club‘, ‘Jackie‘ y ‘Ema’ tratan temas muy distintos, pero uno de sus elementos comunes es el frío que parece estar presente durante toda la película, y que aun así no la contagia de frialdad ni impide que lleguen emocionalmente al espectador (aunque lleguen para ser odiadas, como le ocurrió a muchos con ‘Ema’). En ‘Spencer’, ese frío vuelve a estar presente, quizás más que nunca porque es lo que siente Diana de Gales cuando está cerca de la familia real británica, un frío que no se despega de ella -y que, a su vez, la desconecta del entorno- durante los días que pasa en la Casa de Sandringham, en lo que serán sus últimas navidades junto a su familia política. Una de las familias más poderosas del mundo, pudiendo servir esto como inicio de un cuento de hadas… o como todo lo contrario, que es a lo que juega también Larraín cambiando el argumento de la chica buena que se casa con el príncipe.
‘Spencer’ no es un biopic al uso, y de hecho puede que tenga -en el público general que vaya a verla atraído por Stewart y por Lady Di- un efecto similar al que tuvo ‘El árbol de la vida‘ en quienes fueron a verla atraídos por Brad Pitt. En Donosti, tras ver días antes ‘Titane‘ o ‘Drive My Car’ ya estábamos curados de espanto, pero desde luego ‘Spencer’ no es un capítulo de ‘The Crown‘, siendo más un viaje interno a la mente de Diana esos días, que una descripción de lo externo.
Y aquí es donde deslumbra Kristen Stewart, a quien Larraín decidió fichar tras ver ‘Personal Shopper’ de Olivier Assayas: “Diana era alguien muy misterioso, y Kristen en cámara tiene eso, sentí que podía mostrar ese misterio”, cuenta, “es una extraña combinación entre misterio, magnetismo y un mundo interior que ella tiene y que viene muy bien al personaje”. Con guión de Stephen Knight (‘Promesas del Este‘), ‘Spencer’ usa diversos recursos del cine de terror, porque la propia historia que relata es la angustia y desrealización de una persona cuya salud mental se debilita por momentos, despertando parecidos con ‘El Resplandor’ por esos pasillos siniestros en los que Stewart corre sin rumbo, o con ‘La Posesión’ por la similitud con la (magnífica) interpretación de Isabelle Adjani en la película de Zulawski, aunque desde luego la comparación rápida es con ‘La Semilla del Diablo’. Angustia, paranoia creciente, y una familia -y servicio- que son tu eterna compañía… en un sentido perverso y pesadillesco.
Ayuda también a crear este ambiente la fantástica banda sonora a cargo de Jonny Greenwood de Radiohead, que ya se encargó de las de ‘Pozos de ambición’, ‘En realidad nunca estuviste aquí’, ‘El Hilo Invisible’ (por la que fue nominado al Oscar) o ‘The Master’. Greenwood compone unos cortes que nos llevan al estado de delirio y asfixia de Diana, y frente a los que supone un necesario contrapunto el uso de ‘All I Need is a Miracle’ de Mike and the Mechanics en cierto momento de la cinta.
Pero ‘Spencer’ tiene también sus debilidades: quizás se regodea demasiado en ciertas cuestiones como las comparaciones con Ana Bolena, tiene algún momento caricaturesco como el de la cacería, y por momentos pierde el equilibrio entre la mezcla de angustia y vacío acercándose más al tedio. Por otro lado, hay un debate interesante respecto al tratamiento de Diana: Elena de los Ríos cuestionaba recientemente en Mujerhoy el acercamiento trágico a su figura, preguntándose si esta victimización no invisibiliza los logros de la mujer real tras el personaje de cervatillo indefenso, y comparándola con los retratos que se hacen de Marilyn (otra candidata a cierre de la trilogía de Larraín).
En cualquier caso, Larraín firma de nuevo un trabajo muy interesante, aunque aquí los aplausos deberían ser sobre todo -y así está siendo- para Kristen Stewart, firme candidata al Oscar por el que puede ser el papel de su vida. Todo el reparto está bien -especialmente Sally Hawkings y Timothy Spall-, pero desde luego Stewart es la estrella indiscutible de la función, entendiendo muy bien lo que quiere contar el realizador chileno y procurando siempre no caer en la parodia (aunque por el trailer pudiese parecer que sí).