En solo tres años, Ryusuke Hamaguchi ha pasado de ser un director desconocido que hacía películas de duraciones poco convencionales -de las cinco horas y media de ‘Happy Hour’ (2015) a la media horita de ‘Heaven Is Still Far Away’ (2016)- a convertirse en el principal referente internacional del cine japonés junto a Hirokazu Koreeda (podríamos incluir también a Naomi Kawase, pero creo que ha bajado bastante su nivel).
Todo comenzó con ‘Asako I & II’ (2018), presentada con gran éxito en Cannes y estrenada en medio mundo (‘Happy Hour’ había triunfado en Locarno pero no obtuvo tanta repercusión). Sus siguientes trabajos confirmaron las expectativas: ‘La ruleta de la fortuna y la fantasía’ (2021) ganó en Berlín (fue la primera que se estrenó en salas en España) y ‘Drive My Car’ está arrasando: Mejor guión en Cannes, Globo de Oro, premios de la crítica… y máxima favorita para el Oscar de habla no inglesa. Sin olvidar también ‘La mujer del espía’ (2020), cuyo guión lo firma Hamaguchi.
‘Drive My Car’ es la adaptación del relato homónimo de Haruki Murakami perteneciente al volumen ‘Hombres sin mujeres’ (Tusquets, 2014). El guión también incluye partes de otro de los relatos, ‘Sherezade’. Hamaguchi mezcla las dos historias y las conecta con ‘Tío Vania’, de Antón Chéjov, la obra que está montando el protagonista de la película, un director teatral a quien le gusta repasar el texto escuchando en el coche una lectura grabada por su mujer.
Como en la obra de Chéjov, la profusión de diálogos sirve en ‘Drive My Car’ para ocultar lo que no se dice, para esconder los sentimientos. Esta represión, que parece conectar con cierta idiosincrasia japonesa, es el motor dramático y poético de la historia. Los personajes hablan mucho: en la barra del bar, en los trayectos en coche, durante los ensayos… A veces ni se entienden, ya que en la obra hay actores que hablan distintos idiomas, incluido el de signos (el personaje de la actriz muda es todo un hallazgo).
Sin embargo, es más importante lo que los personajes callan, los silencios que se van acumulando en su interior y amenazan con desbordarse. Una sedimentación emocional que necesita su tiempo. Por eso la película dura tres horas, para que el depósito sentimental de los personajes se vaya llenando poco a poco mientras se vacía el del Saab 900 Turbo, un icono del automovilismo (es uno de los coches de James Bond) que le sirve a Hamaguchi como metáfora de la aceptación y la confianza, de ser capaz de dejar en manos de otra persona la conducción de tu coche/existencia.
‘Drive My Car’ es la favorita para llevarse el Oscar a mejor película de habla no inglesa, pero no sería raro que fuera también nominada como mejor guión adaptado (la película es un prodigio de escritura) y ¿mejor película? El 8 de febrero saldremos de dudas.