El mayor mérito que se puede atribuir a un artista que no solo no esconde sus influencias sino que las expone abiertamente, sin entretenerse a mezclarlas con otros sonidos para disimular, es que sus canciones calen más allá de recordar a otras cosas. El Último Vecino ha declarado que El Último de la Fila es exactamente el «mejor grupo de la historia» y, sin embargo, no es necesario que te guste o que conozcas a la banda de Manolo García para que las canciones de Gerard Alegre te conquisten. Estas tienen suficiente entidad como para que por sí solas posean el poder de significar cosas para mucha gente.
En la década que separa los inicios de El Último Vecino de la actualidad, Gerard ha buscado la canción pop perfecta en los teclados y las cajas de ritmo de los ochenta y en las melodías vocales y de guitarra de grupos como los Smiths o Golpes Bajos, y en muchos casos mencionar estos nombres no ha respondido más que a un trámite periodístico, pues la «canción pop perfecta» es algo que Gerard ha encontrado varias veces, sin necesidad de tener que explicarla más de lo debido, tanto en la inicial ‘Tu casa nueva’ como en la reciente ‘Nostalgia’, sin olvidar si siquiera esa gran canción llamada ‘La Selva’ que cerraba su último disco, a riesgo de que pasara desapercibida por la mayoría.
En ‘Juro y prometo’, solo el tercer disco de El Último Vecino en 9 años, aunque ha habido un buen EP de por medio, el artista barcelonés persigue el mismo propósito de entregar canciones con aura de clásico, y vuelve a sumar a su repertorio una serie de canciones redondas que proporcionalmente vienen a completar un disco casi igual de redondo. Ninguno de los singles publicados por Gerard en el último año forma parte de la secuencia, y en su lugar ‘Juro y prometo’ se compone de piezas escritas solo en los últimos meses, en las que Gerard ha buscado reproducir el sonido de sus inicios pero con una producción ligeramente más elevada dirigida por Adrià Domènech, conocido por el alias de InnerCut, que ha trabajado con Natos y Waor o Natalia Lacunza y quien ha entendido el sonido de El Último Vecino a tal punto que Gerard considera que «ha salvado» el proyecto.
Pero es Gerard quien se salva a sí mismo -al menos musicalmente- con singles tan claros como ‘Ábreme la puerta’, que abre el disco. Es otra de sus habituales canciones de desamor arraigadas en el indie-pop de los 80 que no renuncian a cierto punto horterilla en los sintetizadores, y que guarda mucho potencial de convertirse en uno de sus grandes himnos. La imaginería de la canción, que incluye espejos, agua y mesas puestas que desaparecen en el éter, vuelve a sumergirnos en el «mundo mágico» de El Último Vecino, y así se titula de hecho otra de las pistas destacadas de ‘Juro y prometo’ que, entre referencias a la depresión, la fe cristiana (¿serán significativas las velas de la portada?) y la trama de ‘La ventana indiscreta
’, esconde una letra llena de ingenuidad y desencanto, dos sentimientos que marcan el contenido de ‘Juro y prometo’ desde su mismo título, tan dramático.Ese amor puede dar lugar al desengaño descrito en ‘El desastre’, otro single de indie-pop excelente que aparece hacia el final del álbum, en el momento mas oportuno; o a la frustración de la final ‘Otra vez tú delante’, que incluye dejes aflamencados tipo Manolo García (menos conseguidos, eso sí) y frases tan incómodamente naíf, 100% «EÚV», como «si ayer mismo por la tarde me dijiste «hola mi vida», ¿por qué ahora me dices adiós?» En la amenazante ‘Mentirosa’, Gerard se defiende de una acusación («obligado a arrepentirme por un acto que no hice») y hace uso de la típica metáfora acuática de la fuente para hablar de un amor al que un día tuvo acceso pero ya no; y en ‘Átame’ se envuelve de elegantes sintetizadores tipo New Order para contarnos una historia llena de sensualidad pero también de perdón. Es como si las composiciones de Gerard estuvieran abocadas a la perdición por defecto.
A veces ese desencanto adopta diferentes formas como en ‘Niño discúlpame’, otra apañada composición muy Smiths en la que Gerard describe su preocupación por el paso del tiempo a través de la imagen de una «mano que cuenta los años» que ya «nota en su espalda», porque él a partir de «los 2000 ya perdió la cuenta»; y su inseguridad como artista marca aparentemente el transcurso de ‘No me dejas’, otro single potencial que sin embargo cuenta con un estribillo disonante, medio feo, pero que crea adicción.
No son muchísimas las novedades musicales que presenta ‘Juro y prometo’, pero la secuencia se reserva una pequeña sorpresa para el final con las guitarras españolas presentes en la pista titular, aplicadas en realidad a una balada muy The Cure, preciosa, cuyo estribillo de «na na nas» conmueve. Pero a raíz de centrarse en su propio estilo, El Último Vecino entrega un álbum en el que sigue perfeccionando su fórmula una vez más, un trabajo que nos hace anhelar que un día tenga acceso a los mejores estudios y a los mejores productores si así lo desea: sus canciones merecen sonar tan plenas como un día lo hicieron las de su grupo favorito. Aún más de lo que lo hacen ahora.