Hurray for the Riff Raff es une de las artistes internacionales confirmades en el cartel del festival Tomavistas de Madrid, que se celebra los días 19, 20 y 21 de mayo. Tras este curioso nombre se esconde (o se revela, más bien) le cantautore nuyorriqueñe Alynda Segarra, una persona que empezó tocando en la calle, tras huir de casa subiendo a trenes de carga o haciendo autostop por todo Estados Unidos en compañía de una banda de vagaundos, y que hoy lleva ya ocho álbumes de estudio publicados. El último, ‘LIFE ON EARTH’, sale este viernes y le traerá a España en primavera.
En el álbum hablas sobre la crisis climática, los derechos humanos… pero también sobre sanar a un nivel personal. ¿Por qué era importante para ti poner el foco en estos temas?
Hace tiempo que no toco en directo y que no saco disco y necesitaba conectar otra vez con la gente. La gente que escuche el disco se puede sentir identificada con los temas que abordo, todos estamos sanando, todos intentamos adaptarnos y sobrevivir. Hacer el disco para mí ha sido muy sanador. Es como el mensaje en una botella que he echado en el océano a espera de que alguien lo encuentre.
En los últimos años has practicado algunas formas de terapia, como la terapia verbal.
Escribir también ha sido una forma de terapia para mí… y pasear por la naturaleza me ayuda muchísimo. Todos pasamos por momentos de miedo y estrés y conectar con la naturaleza para mí es una experiencia atemporal. Obtienes sabiduría de las plantas, que son criaturas que han sobrevivido muchísimos años. Cuando escribo intento compartir las experiencias que he vivido durante mi camino hacia la sanación.
En las entrevistas has hablado de tu fascinación por las plantas, y una de las canciones del disco se llama ‘Rhododendron’. ¿Cuál es tu relación con ellas?
Me crié en el Bronx, por lo que al principio no tenía mucho conocimiento sobre el mundo natural, aunque en el Bronx hay parques muy bonitos, pero vivir en Nueva Orleans me ha abierto la mente a toda la naturaleza y toda la luz que hay alrededor. Siento que estaba cegade a ella. Cuando estoy en la naturaleza, sentada en un parque o en la bahía, intento meditar, sentir el presente, observar la luna. Así es como sobrevivían nuestros ancestros. Creo que se puede aprender mucho de las plantas, y tengo la suerte de que en Nueva Orleans viven muchos herboleros que practican medicina con plantas. En el disco doy las gracias a las plantas por haberme ayudado.
El álbum suena poderoso y luminoso. ¿Qué buscas transmitir a la gente?
Quiero transmitir la verdad de las dificultades por las que todos pasamos. Y quería ser honesta sobre mi determinación por experimentar esta vida en todas sus facetas. La vida también puede ser maravillosa. Aunque seguramente haya gente en el Gobierno que nos quiere deprimidos, también quiero hablar sobre lo bella que es la vida, y sobre mi determinación por afrontar el futuro con intención de experimentar la belleza y el amor que hay en el mundo.
Te has desligado incluso del término Americana porque crees que carece de cierta conciencia social.
Se me metió en la cajita de la Americana cuando saqué mi disco ‘Small Town Heroes’ en 2014, pero creo que el género «Americana» y mi música tienen intenciones diferentes. No quiero ser «hater» pero la Americana no me interesa, yo intento hacer música que es auténtica y que habla de las cosas que suceden en el mundo, especialmente en Estados Unidos. Creo que la Americana no quiere escuchar este tipo de temas, sobre todo si vienen de una persona portorriqueña.
«No quiero ser «hater» pero la Americana no me interesa»
¿Por eso has dicho que haces «nature punk»?
Me parecía un término divertido con el que referirme a mi música, porque en mis canciones hablo de la vida natural, con intención de dirigirme a todas las criaturas que existen en este mundo… pero también guardan cierto espíritu rebelde. Además me resulta divertido irritar a la gente que se toma el punk súper en serio (ríe).
¿Qué recuerdas de tu etapa punk inicial?
Tocaba punk acústico…. daba un poco de vergüenza (ríe) Cuando me fui de casa y llegué a Nueva York, tocaba en la calle y, dado que cuando vivía en el Bronx no podía tocar ningún instrumento eléctrico, me llevé una guitarra acústica. Pero lo más importante de aquella etapa fue crear una comunidad y aprender de todas las personas que había a tu alrededor. Es lo que me llevo.
Has dicho que una de las influencias del disco es Bad Bunny, supongo que por el ritmillo de ‘Jupiter’s Dance’.
Me encanta Bad Bunny. Mi español es muy malo así que no entiendo la mayoría de cosas que dice en sus canciones, pero me encanta su energía y todo lo que representa. Es auténtico y no pide perdón a nadie. Es muy poderosa su manera de retar la homofobia y cuando le veo en directo percibo que se lo está pasando bien, que se divierte con lo que ha creado, y eso me inspira.
Ha llegado a un punto que a la gente le da igual si la relación de Bad Bunny con lo queer es performativa o no.
El propio público queer se lo ha apropiado. Hace poco acudí a una manifestación en Puerto Rico y, en un descanso, un grupo de drag queens empezaron a actuar con sus canciones de fondo. Bad Bunny ha creado algo que ha cobrado una nueva vida gracias a la comunidad queer.
¿Estás entusiasmade por salir de la gira?
Muchísimo. Empiezo a girar en primavera, tengo muchas ganas de tocar en Tomavistas y de conectar con la gente otra vez.