Röyksopp han querido compensar ocho años de su ausencia (y el título de un último disco, ‘The Inevitable End‘, que parecía una promesa) con el lanzamiento de no uno sino hasta dos discos nuevos, enmarcados dentro de un mismo proyecto que recibe el nombre de ‘Profound Mysteries’ y que cuenta con videoclips y tráilers varios realizados para la ocasión. Dicen Svein Berg y Torbjørn Brundtland que, si ‘The Inevitable End’ reflexionaba sobre la pérdida y la muerte, ‘Profound Mysteries’ representa su salida del bosque. Una búsqueda de la luz.
Dentro de esta coartada conceptual no se esconde otra cosa que un nuevo álbum de Röyksopp que se divide en dos partes. La primera tenía sus aciertos, dentro de que no dejaba de ser un trabajo continuista del dúo, demasiado para casi una década de ausencia y, sobre todo, después de proyectos tan estimulantes como el que firmaron junto a Robyn. La segunda parte de ‘Profound Mysteries’, más que continuista, es explícita en su homenaje a los sonidos que han dado forma a Röyksopp. Las influencias son «obvias», en palabras del dúo. Lo cual a veces es bueno y, otras, no tanto.
El disco abre con ‘Denimclad Baboobs’, una producción de título absurdo que no recuerda a otra cosa que a ‘Eple’, el icónico single de Röyksopp de 2001. Si Röyksopp aún son capaces de producir temas igual de frescos que este que tanto sonó en anuncios de la época, en ‘Denimclad Baboobs’ demuestran más bien lo contrario, que la sombra de ese corte aún les pesa. Poco después, siguen sonando a ellos en el elegante space-disco de ‘Oh, Lover‘, pero esta colaboración con Susanne Sundfør es tan bonita, está tan bien compuesta, ofrece tal viaje espiritual, que no hace necesario pensar que los noruegos lo llegaron a hacer mejor. En ‘Oh, Lover’ siguen en plena forma.
Esta dicotomía marca el transcurso de ‘Profound Mysteries II’ prácticamente desde el principio hasta el final. Tan pronto como en la pista 2, el disco ofrece uno de sus mejores momentos con los melódicos sonidos trance de ‘Let’s Get it Right’ con Astrud S. Sin embargo, ‘Unity’ emerge después para corroborar que no es necesariamente buena idea que la banda intente sonar como The KLF (y también un poco como Meat Beat Manifesto) en este corte inspirado en la electrónica rave de los 90. Tanto que, de hecho, Röyksopp la escribieron en 1992, solo que han decidido recuperarla en este largo.
‘Profound Mysteries II’ es mejor cuando suena, de hecho, más profundo y misterioso, y menos concentrado en la pista de baile. ‘Sorry’ con Jamie Irrepressible es una hermosa balada ambiental donde el dúo halla toda esa luz que buscaba a su regreso. ‘It Was a Good Thing’, por su parte, es una exquisitez de producción trip-hop que cuenta con la participación vocal de Pixx, preciosa pues su timbre quejumbroso, roto, remite ligeramente al de Beth Gibbons. Sin embargo, ‘Control’ saquea ‘Killer’ de Adamski a la vez que recupera las voces robóticas de ‘Say It’… sin que la producción sea remotamente igual de excitante que la de las canciones mencionadas.
El final de ‘Profound Mysteries II’ se reserva un buen trío de temas. El ambient sombrío a piano de ‘Remembering the Departed’ no es lo que nadie espera de Röyksopp, sin embargo, en ella, el dúo ofrece una composición tan sosegada que conmueve. Susanne Sundfør vuelve a aparecer en el homenaje a Fleetwood Mac de ‘Tell Him’, lleno de drama y violines. Y ‘Some Resolve’ clausura el álbum con más electrónica atmosférica que sí recuerda a los noruegos. Todas las pistas mencionadas conforman un álbum de Röyksopp que no es histórico pero que, sin supuestamente molar tanto como el «hype» de turno, deja un puñado de piezas que no vamos a olvidar necesariamente la semana que viene, o dentro de un año.