Una nueva entrega de los Video Music Awards de MTV y parece obligatorio soltar la retahíla de chascarrillos «ya no es lo que era», «antes eran mejores» y demás, habituales desde hace demasiados años. La cadena se lo curra para que así sea. Pese a las malas críticas, los bajos índices de audiencia y el escaso impacto social, no mueve una sola ficha. Continúa apostando por la estructura viejuna, una pésima calidad de sonido, los eternos descansos, los aburridísimos teasers de lo que queda por venir (por no hablar de que anunciaron a Lizzo cuando ya había salido), la censura en los tiempos en que vemos de todo en internet y escuchamos de todo en el pop, y la falta absoluta de sorpresa.
Se echó mucho de menos sobre el escenario a los dos grandes protagonistas de la música internacional de este año, Harry Styles y Beyoncé. Además, si en otro momento, estos premios celebrados en agosto eran la antesala de lo que escucharíamos en el Q4 (el otoño, el cuatrimestre más suculento en cuanto a novedades musicales), hoy en día parece que la ceremonia no tiene el suficiente caché para que se estrene un single en vivo. Rihanna no ha utilizado los VMA’s para su esperado comeback. Y Taylor Swift, que sí anunció disco cuando recogió el galardón a Vídeo del Año por ‘All Two Well‘, no presentó el single aquí. Eso lo deja para mejor ocasión.
Hay que elogiar que la MTV estadounidense haya acogido actuaciones de artistas de diversos países y continentes, aunque algunos no hayan aprovechado demasiado bien la ocasión. Las surcoreanas Blackpink realizaron una presentación sosísima de ‘Pink Venom’ que no habría pasado de semifinales en Eurovisión. Era la primera vez que alguien de Brasil ganaba un VMA frente a la audiencia millonaria y además actuaba, pero Anitta apostó por un playback de ‘Envolver’ exento de toda garra. Menos pirámide de escaleras suicida, menos twerking en 2022 y más voz en vivo, aunque fuera desafinada, le habrían insuflado algo de vida. Por su parte, J Balvin y Ryan Castro recrearon una muñeca gigante haciendo más twerking, que lo único que lograba era que te preguntaras dónde estaba metida Nicki Minaj: se suponía que iba a presentar la gala, pero tardó 2 horas y 10 minutos en salir a introducir algo.
Un pelín antes llegó, eso sí, su medley, tibio, con altibajos, con casi una decena de canciones y mucho atrezo en rosa, pero sin el tiempo ni las ideas necesarios para conectarlas con un mínimo de sentido narrativo. ¿Cómo puede ser que ‘Anaconda’ fuera tal bajona? A este paso, nunca la invitarán a la Super Bowl.
Con todo, tanto la actuación de Nicki Minaj como la noche en general dejaron algunos momentos dignos de ser recordados o analizados. Precisamente Taylor Swift, gran protagonista de la velada, protagonizó uno de los más divertidos cuando fue vista rapeando ‘Super Bass’ o alentando a la gente a levantarse a aplaudir a Nicki. Y Taylor Swift animando a Nicki Minaj no es lo que habríamos esperado ver en los VMA’s de 2015, cuando ambas tuvieron un beef
cuando la rapera estaba enfadadísima por el ninguneo de los premios a ‘Anaconda’. Mención especial para el aliento que Taylor tuvo para otros artistas: también la vimos cantando esa canción de Lizzo que parece de Metronomy, ‘2 Be Loved‘.Muy comentado en redes ha sido el beso bisexual de Bad Bunny durante la presentación de ‘Tití me preguntó‘ desde el Estadio de los Yankees. Benito se hizo con el premio a Mejor Artista del Año, su discurso fue en castellano, porque en castellano lleva semanas liderando la lista del Billboard 200 y lo que se vio durante su show es lo que sabe hacer frente a decenas de miles de personas. Y una de ellas es provocar, desconozco si homenajeando el icónico beso en los premios de Madonna a Christina Aguilera y Britney Spears. En el momento en que la letra del tema dice “yo quisiera enamorarme pero no puedo”, Bad Bunny besó a una de sus bailarinas y luego, a otro de sus bailarines. Se confirma así su implicación con la causa LGTB+, como ya probó por ejemplo en el show de Jimmy Fallon, donde portó una camiseta «mataron a Alexa, no a un hombre con falda».
Entre un sinfín de actuaciones sin imaginación, rutinarias, casi improvisadas durante la semana o sin el casi, hay que agradecer que por lo menos Enimem y Snoop Dogg inventaran algo diferente ad hoc, haciendo uso de la tecnología. Se había anunciado una actuación tipo «metaverso» y lo cierto es que gran parte de la presentación de ‘From the D 2 the LBC’ fue animada, protagonizada en verdad por sus avatars. Para quien desconfíe de que ambos estuvieran realmente en Nueva Jersey, tanto el principio como el final de la actuación fue convencional.
Sin que el rock termine de experimentar un revival tan relevante como el que adivinábamos cuando lo de Måneskin, los grupos de guitarras fueron de lo mejor de la noche. Måneskin copan todos los titulares porque MTV decidió censurar su actuación. No voy a calificar tal fiasco como «momentazo», pero la realización prefirió enfocar a la nada durante unos interminables segundos, que un pezón que su bajista había decidido dejar al descubierto. Red Hot Chili Peppers hicieron un popurrí de 2 temas y recogieron un par de premios emocionadísimos, diría que con Chad Smith en un momento al borde de las lágrimas; y Panic At the Disco realizaron una actuación preciosa para cerrar. En medio de todo el artificio, el twerking casi una década tarde y el intento en vano por parecer modernos y actualizados con un par de menciones a Tik Tok, su interpretación cincuentera y cinematográfica de ‘Don’t Let the Light Go Out’ supo a gloria.