La maquinaria del legado de los Beatles sigue a pleno rendimiento apenas un año después del impacto contundente pero no renovador de ‘Get Back’, y nos ha traído recientemente la versión ‘Super Deluxe’ de uno de los discos más legendarios del grupo: ‘Revolver’ (1966). La idea de esta enésima revisión consiste en hacer una remezcla actualizada del histórico álbum (antesala del conceptual ‘Sgt. Pepper’) utilizando los recientes avances tecnológicos que permiten separar digitalmente con total nitidez cada instrumento y voces de los másters originales. Una vez más el motor del proyecto es Giles Martin, hijo del productor original de la discografía del grupo (George Martin), y sucesor suyo como encargado de los asuntos sonoros del cuarteto de Liverpool.
Observador curioso de los usos y costumbres musicales de sus hijos adolescentes, Martin se percató hace algo más de un año del fascinante eclecticismo en gustos de la Generación Z, capaz de escuchar seguidos a Fleetwood Mac, Billie Eilish o Arctic Monkeys sin preocuparse de la década o el estilo. Y se lamentó de que discos como ‘Revolver’ carecieran del suficiente punch y coloración sonora como para formar parte de esas playlists sin sonar “viejos”. Así comenzó este ‘2022 remix’.
Tocar artefactos tan sagrados como un disco de los Beatles puede parecer presuntuoso, cuando no directamente suicida. Te la juegas con todo el mundo y es fácil acabar no contentando a nadie: demasiado conservador para convencer a los oídos jóvenes y demasiado transformador para los fans que llevan en algunos casos cinco décadas oyendo estas canciones. Es un viejo dilema que regresa cada pocos años: ¿tendría sentido retocar la Mona Lisa para mejorar los colores, corregir un pequeño fallo y actualizar el cuadro para el ojo contemporáneo, o sería un crimen contra el arte?
La respuesta -en lo que nos ocupa- es menos obvia de lo que podría parecer, porque la producción de nuevas versiones de las mezclas originales y canónicas de los discos de los Beatles se ha producido, históricamente, tan rápido como unas horas o días después de la mezcla supuestamente definitiva. Lo explicamos: hasta ‘Abbey Road’ (1969) la mezcla importante de cada nuevo LP del grupo, a la que asistía todo el grupo y daba su visto bueno conjunto, era la mezcla mono. Y se hacía así porque la mayoría de giradiscos a mediados de los 60 eran monofónicos, y el grueso de los compradores del disco lo oirían de esa manera, al igual que las emisoras emitirían esas canciones también en sonido mono. Y -por sorprendente que parezca- cuando McCartney, Lennon y compañía se iban a casa, se quedaban los ingenieros de sonido (a veces incluso sin George Martin) haciendo una remezcla en estéreo relativamente expeditiva para las ediciones en ese formato, que todavía se consideraba un avance tecnológico bastante experimental.
En los sucesivos años, ya con el estéreo implantado, los propios los miembros del grupo (Lennon especialmente) declararon a menudo que “para oír el sonido auténtico de nuestros discos hay que escuchar las mezclas en mono”. Es decir, las versiones supuestamente originales y definitivas, las que hemos recibido con el paso de los años, sea en los míticos recopilatorios rojo y azul del grupo, o en las sucesivas ediciones en vinilo o en CD de sus discos (todas ellas siempre en estéreo) eran ya una versión retocada y distinta de los originales, adaptada a una nueva tecnología. Y a menudo hecha por delegación.
Un proceso que continuó de forma natural con las remezclas y remasters digitales de su discografía, realizadas por Giles Martin más recientemente de lo que parece: el catálogo de los Beatles no estuvo disponible en iTunes hasta 2010, y en las plataformas hace apenas siete años (2015). Aquellas re-versiones para el mercado digital ya alteraban sonidos y retocaban pequeños detalles (lo cual por cierto desató la cólera de un personaje histórico de las grabaciones originales en Abbey Road, el ingeniero Geoff Emerick). Así que con todos esos antecedentes hay que entender que la nueva remezcla de ‘Revolver’ (y las que puedan seguir) sólo es un paso más en una larga tradición de revisiones periódicas, que además cuenta -recordemos- con el visto bueno de los dos Beatles vivos y las familias de los dos que no lo están.
La cuestión es, pues, más estética que de legitimidad artística: ¿ha tenido éxito Giles logrando que las nuevas versiones, con su flamante nuevo rango dinámico, luzcan mejor junto a temas actuales? Pues me inclinaría a decir que sólo parcialmente: es cierto que el nuevo reparto en el espectro estéreo da un aire más actual a parte del disco, y el máster suena algo más comprimido. Pero adonde no puede llegar la tecnología es a cambiar el estilo de estas canciones, y ‘Revolver’ era de entrada un disco muy vanguardista con influencias “arty” y experimentales. Por otro lado, es un producto que suena muy a mediados de los 60. Sus armonías vocales son todavía muy Everly Brothers, el sonido de baterías y guitarras es gloriosamente estridente… algo muy alejado de las sedosas armonías vocales de, por ejemplo, ‘Here Comes The Sun’ y sus suaves baterías e instrumentación (de hecho muy proto-Fleetwood Mac) con un pie estilístico en los 70 y seguramente por esa razón su tema más popular en Spotify. ‘Revolver’ tampoco tiene baladas al estilo de ‘Hey Jude’ o ‘Let it Be’, otras de las piezas más populares de la banda en las plataformas digitales. Con toda la fascinación que producen los aspectos vanguardistas del disco y sus logros melódicos, no vemos que su suerte en el reñido mundo del streaming vaya a cambiar tras este lavado de cara.
¿Son tantos esos cambios? Lo cierto es que, si bien sutiles, son numerosos. En los mejores casos son respetuosos, correctos, aplicando esos estéreos más estándar antes mencionados, más al uso para el oído moderno (desaparecen voces paneadas hacia un lado, por ejemplo). En los peores, sin embargo, resultan agridulces. Por ejemplo, la nueva mezcla estropea esa misteriosa alquimia que hacía que la combinación de las guitarras de ‘She Said She Said’ y la batería te impactara con resultados electrizantes. El paneo estéreo de las guitarras arruina ese efecto y entraría en la categoría de evidentes “peoras” de este ‘2022 Mix’.
En otros momentos de la nueva versión los cambios son a mejor o a peor en función del medio de escucha: se nota enseguida que las ecualizaciones han cambiado con el oído puesto en los nuevos altavoces de portátil o de móvil: así por ejemplo, la nueva mezcla de ‘Tomorrow Never Knows’ mejora en esos soportes, al haber rebajado los agudos y medios de la voz de Lennon y dado más potencia al excelente bajo de McCartney. Pero una escucha en un equipo de alta fidelidad convierte estos cambios en una experiencia mucho más plana: la batería es menos mordiente, y la voz ha perdido esa estridencia tan ácida del original: una pena. ¿Mi recomendación? Usar las nuevas remezclas para gadgets modernos y ceñirse a las versiones previas para equipos de sonido buenos, mientras sigan estando disponibles todas las versiones del disco, claro.
Una última reflexión: probablemente lo más interesante alrededor de esta nueva remezcla es, en realidad, la tecnología que la ha hecho posible: un algoritmo de inteligencia artificial basado en el “deep learning”, que Peter Jackson utilizó por primera vez en ‘Get Back’ y que es la razón por la que la música del documental sonaba tan bien: esos cientos de horas de ensayos fueron milagrosamente despiezadas a partir de las muy estridentes cintas mono de magnetófono, transformándolos en cómodas pistas separadas por instrumentos y voces, que se volvieron a mezclar y ecualizar muy cuidadosamente para hacer la escucha disfrutable y muchas de las conversaciones audibles. Es una técnica que ya se está denominando “demixing/remixing”.
Demostrada así la efectividad de esta nueva tecnología, la revisión de ‘Revolver’ ha sido el primer ejemplo importante de demezcla, con un resultado ciertamente increíble a nivel técnico. De las cuatro simples pistas que conforman las cintas originales de ‘Revolver’, en cada una de las cuales se apiñaban instrumentos y voces mezclados juntos y hasta ahora inseparables, se ha conseguido una prístina separación de instrumentos tan realista que algunos técnicos sonidos lo han denominado “magia negra”.
Las posibilidades cara al futuro de esta tecnología todavía se están muy levemente intuyendo: además de poder en teoría hacer este mismo tipo de demezcla/remezcla con cualquier grabación antigua de la que no se dispongan pistas separadas, permite reparar tomas saturadas, eliminar efectos como por ejemplo la reverb… es decir, resetear cada instrumento hasta un punto cero de grabación, por separado, como un “undo” que viaja atrás en el tiempo. Las posibilidades son enormes y ya se fantasea con hacer de/remezclas de un sinfín de grabaciones de artistas que sólo se conservan en mono (directos, maquetas).
En definitiva, un arma muy poderosa que podía augurarnos un infierno de remezclas y revisiones infinitas, pero que utilizado inspiradamente podría también abrir nuevos e interesantes caminos creativos. Un buen ejemplo serían los DJs que están empezando a demezclar por su cuenta para pinchar sus propias recreaciones de selectos bangers, como es el excelente caso de François Kevorkian y su reciente de/remezcla de ‘Running Up That Hill’.