Música

Morreo / Alegría

Que nadie piense que por cantar con Soleá Morente en un tema dedicado a Pansequito -que salió horas antes de su muerte-, Morreo son unos advenedizos en esto de rescatar el folclore patrio. Su primer single salió hace 3 años, antes de ‘El Madrileño‘, por poner un ejemplo cualquiera, y ver -y escuchar- al dúo formado por José Carlos Luna y Germán Marchena, es saber que llevan los años 70 corriendo por las venas. Visten como recién salidos de Gente Joven, van por ahí con tote bags de Smash o Lole y Manuel; si vienen al podcast de nuestra web, es para hablar de los álbumes clásicos de Cher.

Su aproximación a los 70 es muy particular. En su primer disco ‘Fiesta nacional’ convivía el gusto por la canción melódica y cierto deje flamenco con la psicodelia anglosajona de finales de los años 60 y principios de los 70. Este segundo álbum, ‘Alegría’, suma influencias poco exploradas, aunque coetáneas. Ahora escuchando su música también podemos hablar de Susana Estrada y de Raffaella Carrá. Dos nombres mucho menos habituales entre los artífices del pop actual.

Mocedades continúan siendo un referente en canciones como ‘Propina’. Ellos bromean, respecto a su colaboración con Adiós Amores (otras grandes seguidoras de la música de otros tiempos), «haber sido ABBA por minutos». Pero la circular ‘Los turistas’, en su canto a la nostalgia y en su reivindicación contra la gentrificación (“Los turistas invadieron toda la capital, el brillo de este sitio se apagó como un volcán”) tiene más de las bandas sonoras de los 60 de Antón García Abril que del cuarteto sueco. Y su ritmo nos lleva más bien a los éxitos de Los Chichos.

Si ‘Propina’ explica de alguna manera la portada del álbum con su referencia a «ropa tendida oliendo a azahar», la colaboración con Soleá Morente en la mencionada ‘Pansequito’ podría justificar el título del largo. Y es que entre composiciones que sí hablan de desamor o despecho, ‘Pansequito’ se refiere al poder curador de la música, hablando sobre volver a «levantarnos» después de «tropezar». Un espíritu positivo que también encontramos en la melodía final, la de la canción titular.

Pero la verdadera gracia de ‘Alegría’ es cómo se amplían sus influencias, sin traicionar sus máximas estéticas, sin de hecho moverse de década. Es cierto que ‘La flor de mi jardín’, como bolero, quizá emparentado con clásicos como ‘Historia de un amor‘, carece de la garra propia del género. Pero tanto ‘Mambo’ como ‘Pichamán’ son sendos tantos que no habrían encajado tanto en su disco de debut. La primera recuerda a Gainsbourg y a la era del destape en España, a través de saxos, susurros y samples. Hacen falta más canciones que hablen de sexo y no sea necesariamente sobre un beat de reggaeton. De hecho se echan de menos arrebatos así en la secuencia de este disco de portada pulcra.

En cuanto a ‘Pichamán’ -y a la Carrà le habría encantado salir en un tema llamado así-, contiene cierto afán de superación en medio de un desamor que nos ha dejado dañada la autoestima. Son sus teclados los que nos convencen de que tal cosa como salir adelante será posible, tan juguetones y pizpiretos como se han mostrado en otros puntos del álbum, como en la costumbrista ‘La higuera’ o en la tarareable ‘Mosquito’.

El abuelo de Germán, con nombre más folclórico imposible -José Marchena- es quien suena sampleado al principio de ‘Sol y sombra’, que luego se inclina hacia Los Brincos de ‘Flamenco’. El dúo explica en el encarte de su vinilo que este álbum está dedicado a sus abuelos por ser “la verdadera Alegría de nuestras vidas”. Por haberles enseñado un par de cosas que saben sobre la música, suponemos. Añadamos también que han hecho un disco lozano de todo ello, petardo en el buen sentido de la palabra, que no nos habla tanto de la pandemia (¡gracias!), como de tener hambre. Suena mucho mejor.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: morreo