Música

Surfin’ Bichos / Más allá

El primer disco en casi 30 años de Surfin’ Bichos suena también a los proyectos en que se han involucrado sus miembros en este lapso. Sobre todo a Fernando Alfaro. La banda de indie rock noventero se caracterizó por unas letras fieras y una voz kinki medio desequilibrada, resultando influyente en artistas que han venido después, tan relevantes como Triángulo de Amor Bizarro. Ahora parecen más bien Chucho en ‘Máquina que no para‘, mientras ‘El baile del más allá’ podría ser un primo hermano carnal de ‘Camisa hawaiana de fuerza’ de Alfaro en solitario. O de su colega Joaquín Pascual.

A primera vista, es como si ambos hubieran decidido firmar esto como Surfin’ Bichos únicamente porque es la marca que mejor les ha funcionado. Algo de lo que no tienen la culpa ellos, pues su deriva artística en solitario o en paralelo no es que haya sido digna, sino que ha sido por momentos espectacular. Solo el público es responsable de no haber elevado obras como ‘La vida es extraña y rara‘ de Alfaro, ‘La Frontera‘ de Pascual, ‘Tejido de felicidad’ de Chucho o ‘Bingo’ de Mercromina a los altares de ‘Hermanos carnales’. La gente, obsesionada con la nostalgia ya por vicio puro y duro.

En cualquier caso, los imperativos que han hecho a la banda reunirse han sido tan casuales como que Fernando Alfaro ha dejado de vivir en Barcelona para volver a hacerlo en Albacete. La rutina de encontrarse con sus compañeros por las calles, no solo para puntuales giras de reunión, ha terminado propiciando que trabajaran de manera espontánea en este ‘Más allá’.

Con la excepción de ‘Conversación ultrafónica a las 4 am’, aportada por Pascual, el punto de partida continúa siendo la mano de Fernando Alfaro, en concreto encerrada en completa soledad en un gigantesco caserón de su familia durante el confinamiento duro. De ahí que muchas de las canciones nos hablen del apocalipsis (‘Señales’) y de la inminencia del fin (‘Lotus Europa’). Así que esto es un disco de Surfin’ Bichos, después de todo: nada de su claustrofóbica visión del mundo ni de su paranoia total se ha ido a ningún lado.

Rock, eso sí, hay poco. Parece relegado a ‘Máquina que no para’, además una canción de amor hasta simpática; la parodia política ‘Yo que te he visto’; el final enmarañado de ‘Señales’; o los mejores momentos de ‘Lotus Europa’, los de la marcha militar. Pero es muy llamativo que la sección de vientos, los pianos, los arreglos dulces suenen tanto en el disco. Alfaro defiende que siempre hubo vientos en Surfin’ Bichos, y sí, ahí quedaron curiosidades como ‘Abrazo en un terremoto’, saxo y ritmo de bossa incluidos. Es solo que entonces eran la excepción y no la regla, y además no parecían como producidos por Iñaki de Lucas para La Buena Vida.

A estos remiten los vientos en ‘El baile del más allá’, en ‘Alumbrando el fin’ o el piano bellísimo de ‘El caballo del mar’. Y por mucho que echemos de menos un poco de furia, más que nada porque son tiempos propicios para la misma, los resultados son más que satisfactorios. No sabía que Surfin’ Bichos podían sumergirse en la dulzura del mar con un riff tan luminoso, medio francés, medio italiano, como el de ‘Luz del Mediterráneo’, que también incorpora el acordeón de Miguel Ángel Rumbo. Me tiene totalmente obsesionado. O que pudieran entregar un villancico medio optimista, medio gracioso, a 30 grados centígrados (‘Tu propia Navidad’).

No tenía sentido que los Surfin’ Bichos de 2023 sonasen a los Surfin’ Bichos de 1994. La voz de Alfaro se ha profesionalizado porque no tenía otro camino. Ninguna persona continúa siendo la misma, y ha de ser para bien. De la misma manera que Slowdive volvieron depurados, controlados, mejorados, nada maqueteros; Alfaro, Pascual, la batería de Carlos Cuevas y el bajo de José Manuel Mora, tenían que ofrecernos algo diferente. Y lo logran además sin salir de casa: con los coros familiares de Isabel León, la producción de Fino Oyonarte y el resto de músicos amigos.

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Publicado por
Sebas E. Alonso