Algunas ya las había visto: ‘Infiesto’, ‘Lobo feroz’, ‘Centauro’… Y otras me las he tragado estos días para corroborarlo: ‘Fenómenas’, ‘Las niñas de cristal’, ‘A través de mi ventana’… La última ha sido ‘Tin & Tina’, la más vista de la plataforma estas últimas semanas. ¿Por qué la producción de películas españolas de Netflix es tan mediocre? Thriller vulgares, comedietas del montón, romances juveniles que parecen funciones del colegio…
Hasta los proyectos a priori más interesantes como ‘Un hombre de acción’ y, sobre todo, ‘Rainbow’, han resultado un fiasco. Sin apenas presencia en festivales, sin nominaciones a premios… Por no hablar de los documentales, claro: ‘La creación de Malinche: Un documental de Nacho Cano’, ‘El caso Figo: El fichaje del siglo’, ‘¿Qué le pasó al rey de los delfines?’…
¿Dónde están las equivalentes españolas a ‘El poder del perro’, ‘Sin novedad en el frente’, ‘Roma’, ‘Blonde’, ‘Fue la mano de Dios’, ‘Atenea’, ‘Estoy pensando en dejarlo’, ‘Okja’… por poner ejemplos de distintas nacionalidades?
Lo curioso es que no empezaron mal. Los primeros títulos que distribuyeron -‘7 años’, ‘Fe de etarras’, ‘Hogar’, ‘Diecisiete’- estaban bastante bien. Eran producciones modestas, sin demasiadas pretensiones, pero con resultados como mínimo aceptables. Nadie se preguntaba “qué hago yo viendo-pagando por esto”. En los últimos años, la cantidad de producciones ha aumentado. De una o dos por año, se ha pasado a más de diez. Pero la calidad ha caído en picado.
Un buen ejemplo es ‘Tin & Tina’. El debut en el largometraje del prometedor cortometrajista Rubin Stein (el filme es la versión larga de su corto homónimo) es un cuento de misterio narrado echando mano de todos los recursos dramáticos facilones y gastados que te puedas imaginar: nostalgia ochentera, imaginería católica “siniestra”, infantes chungos (que hacen dibujitos igual de chungos), música que es el equivalente a subrayar con un rotu fosforito, trucos de guión que se ven venir de lejos si has visto más de dos películas en tu vida (¿hay algún espectador que no sepa lo qué le va a pasar al perro o al abusón?)…
Salvo alguna solución de puesta en escena imaginativa, que demuestra que Stein tiene más talento expresivo de lo que parece, todo lo demás es un desastre: los actores están increíblemente mal (en vez de hablar, susurran o berrean), los personajes parecen caricaturas (Milena Smit peinada a lo Mia Farrow en ‘La semilla del diablo’ entra a su gallinero diciendo “pitas, pitas”), el guión es tan ortopédico como la pierna de la protagonista (un guiño a Buñuel sin mucho sentido) y el final, un plano secuencia de veinte minutos, es más un ejercicio gimnástico que artístico (y eso sin entrar en la lógica de la planificación, con ese fuego que sube y baja por donde a Stein le sale… le viene en gana).
En suma, una tortilla de referentes –en el caso de ‘Buenas noches, mamá’ (2014) bordea el plagio- con los huevos más caducados que la carne mechada sevillana. ¿Subirá el nivel de Netflix con las esperadas ‘La sociedad de la nieve’, de J.A. Bayona, y ‘Hermana muerte’, la precuela de la excelente ‘Verónica’ (2017) de Paco Plaza? Esperemos.