Curtida en los años 90, PJ Harvey es muy difícilmente asociable a ningún movimiento de aquella época. No era una cantautora al uso. Sus guitarras eran crudas pero no grunge. Apenas la vinculábamos con las riot-grrrls americanas, en las que podía encajar por estética e ideas. Ni mucho menos con el pop de MTV, donde solo figuró un par de veces como por equivocación. El Brit Pop le era ajeno igual, pese a ser británica y pese a lo necesitado que estaba aquel movimiento de referentes femeninos. A posteriori, es fácil concluir que siempre fue un género en sí misma.
Mientras muchas figuras de aquella época sobreviven con más o menos dignidad, algunas haciendo aún alguna canción chula, otras ya en el olvido casi total, PJ Harvey sigue su propio camino otra vez. Saca discos cada 5 o 7 años, cuando encuentra algo que decir, y ese algo está siendo incluso más sorprendente de lo que podríamos haber adivinado por discos como ‘Rid of Me’ (1993) o ‘To Bring You My Love’ (1995).
La autora de obras tan accesibles -‘Stories from the City, Stories from the Sea‘ (2001)- como inquietas -‘White Chalk’ (2007), ha pasado a ser una excelente autora de discos conceptuales. ‘Let England Shake‘ (2011) hablaba de la historia de Reino Unido a través de sus conflictos bélicos. De manera más inesperada aún, ‘The Hope Six Demolition Project‘ (2016) aunaba viajes a Kosovo y Afganistán con otro a Washington DC, como reflexión sobre el mundo de hoy. Este nuevo disco, ‘I Inside the Old Year Dying’, el primero en 7 años, puede recordar por lo que tiene de sombrío a esas dos últimas obras hasta ahora, pero a la vez es un proyecto completamente diferente.
Cuenta la artista que por primera vez pensó en tirar la toalla y no volver a hacer música. No se sentía inspirada. Sin embargo, parece que la dedicación a bandas sonoras de televisión y teatro -‘Eva al desnudo‘, ‘Bad Sisters’, ‘The Virtues’- la empujaron en la buena dirección. Escribió un libro de poemas llamado ‘Orlam’, centrado en una población imaginaria de Dorset llamada Underwhelem, donde se habla inglés antiguo. Como en el caso del disco anterior, tal libro de poemas la ha llevado a grabar un álbum junto a sus habituales colaboradores, Flood y John Parish.
La protagonista de la historia es una niña llamada Ira-Abel que tiene como ídolo a un soldado-fantasma llamado Wyman-Elvis. Elvis Presley es la inspiración de este personaje idolatrado, como sabemos a través de la repetición del lema «Love Me Tender» a lo largo de todo el disco, y también de la icónica mención a sándwiches de plátano y mantequilla de cacahuete de la letra de ‘Lwonesome Tonight’. Esta letra es una clara metáfora del paso de niña a mujer en un álbum de 12 canciones en que cada corte representa un mes diferente del año. El peligro de la muerte y la pérdida de la inocencia son algunos de los temas principales.
En ‘I Inside the Old Year Dying’ no encontramos tanto la recreación de una historia con presentación, nudo y desenlace, como la de unas imágenes muy visuales que nos sitúan en esta localidad de Dorset. ‘Autumn Term’ hace un paralelismo entre «un autobús escolar que sube una colina» y «ascender 3 pasos al infierno». Detrás de ti, unos ojos rojos aguardan entre la niebla salvaje. Y el tema incluye unos sonidos de patio escolar que aportan cierta inquietud.
Por su parte, ‘I Inside the Old I Dying’ describe con detalle el bosque -los fresnos, las hayas, las ranas, los sapos, los erizos- para hablarnos de una infancia que se desliza a través de nuestra piel. ‘A Child’s Question, July’ es una conversación con un seto que no tiene tanto que ver con el personaje de Lady Leño de ‘Twin Peaks’, pero que sí nos sugiere la creación de un universo propio como el de David Lynch, solo que por parte de PJ Harvey. 7 años después de modas y tendencias, este álbum es todo un mundo en sí mismo.
Y lo consigue no solo por la fuerza poética de la artista, complementada con referencias a ‘Hamlet’ de Shakespeare o Juana de Arco (final de ‘The Nether-Edge’), o con las narraciones de actores como Colin Morgan en ‘A Child’s Question, July’ y Ben Whishaw, este último haciendo de Elvis en ‘August’. Podemos considerar que el disco tiene un final, ‘A Noiseless Noise’, una invitación a volver a casa, que suena a forma de salvación («vete a casa ahora, amor, deja de deambular»). Pero son la música -esas percusiones ligeras, los efectos de guitarra, los sonidos ambiente- y la voz de Harvey las que enriquecen todo el discurso, dado su carácter nocturno y misterioso, desinteresado por situarse en ningún momento de la historia del pop concreto. Flotando aparte.
‘Seem an I’ («seems to me») tiene un principio ancestral que podría llevarnos a algún año remoto, tan remoto como ese inglés antiguo que domina todo el álbum. Sin embargo, los arreglos electrónicos aparecen y son fundamentales en otras pistas como ‘The Nether-Edge’ y ‘All Souls’. Las campanas de fondo en ‘I Inside the Old I Dying’ son un recurso excelente y PJ Harvey ha trabajado su voz para lograr que fuera lo más irreconocible posible, experimentando en los extremos. Por ejemplo, Flood le hizo cerrar los ojos y no le dijo dónde iba a situar el micrófono durante una de las grabaciones. ‘Prayer at the Gate’ tenía que ser cantada con la voz de una anciana, y ‘Autumn Term’, con la voz de una niña.
Aunque a veces es frustrante lo obtuso de algunos textos, el décimo disco de PJ Harvey vuelve a ser un tesoro que ir descubriendo durante meses. El tiempo que podemos tardar en comprender todos los entresijos de esta población con un diccionario de inglés antiguo en la mano. Nunca una obra de usar y tirar, es un nuevo gran disco de PJ en el que los “doo-doo-doo” de ‘Prayer at the Gate’, los menos de 2 minutos de la necesaria ‘I Inside the Old Year Dying’ o el guiño a sus inicios rockeros que supone el tema final, ‘A Noiseless Noise’, pueden tener tanta vida por separado, como ya la tuvo el adelanto ‘A Child’s Question, August’. En caso negativo, da igual. Tratar de repetir una fórmula ya testada nunca iba a ser una opción para esta artista.