Música

Marcelo Criminal / La última casa de apuestas

Marcelo Criminal regresa con un álbum de 22 canciones. Pero no se asusten: son temas breves, muchos de apenas un minuto, sobre los grandes temas de la “criminalidad”: angustias del hombre joven contemporáneo ante una sociedad hostil. Bueno, del hombre y mujer jóvenes. Y de no tan jóvenes, qué puñetas. Básicamente, para cualquier habitante del hemisferio occidental que (sobre)viva en las procelosas aguas del mundo actual: inseguridades, ansiedad, síndrome del impostor, el capitalismo… Marcelo tiene una sensibilidad especial para recoger la cotidianidad y servirla como algo extraordinario. Cualquier gesto sirve para construir una canción. La cantidad de frases para enmarcar es demasiado abrumadora para enumerarlas todas aquí.

Pero no hay ninguna voluntad de epatar, sino de crear enormes canciones pop de desarmante sencillez. Sigue en su línea casi esquelética, esta vez es más sintético que en el anterior ‘Momento de auténtica realidad’, muy en la línea del Baix Llobregat (La estrella de David, Joe Crepúsculo, Primogénito López) en muchos de los temas. Pero todo llevado a su terreno personalísimo, conducido por su peculiar voz monocorde, producido una vez más por Alex López y coros de Juana García.

Porque a algunas ya nos gana desde el minuto uno cantando “¿Qué voy a hacer con mi colección de discos?” en la inicial ‘Cómo negociar en Qtar’, una melancólica oda a la acumulación sin sentido. Casi todo guitarra y sintetizadores, ‘La nueva sinceridad’, es uno de los momentos más primeros Magnetic Fields, junto con ‘Renovarse o morir’, canción de bajona y, a la vez, chanza de aquellos que buscan redención personal en la autoayuda o viajando al Tercer Mundo (“dicen que de los pobres se aprende un montón”). También hay preciosas miniaturas folkies como ‘Café de máquina’, sobre amoríos universitarios. O jangle pop a la Housemartins en la zumbona ‘Bromazepan’. La encantadora ‘Canción para llorar’ es apoyo emocional con algo de mala leche escondida. O ese pequeño quiebro final que remite una vez más a Stephin Merritt pero también a Los Planetas en ‘Loterías y Apuestas del estado’, con puyita a las casas de apuestas incluida.

Suma y sigue: hay folk con mandolina (y Nacho Vegas prestando fantásticos coros) en la fantasía política ‘El día que murió Pedro Sánchez’, que resulta cada vez más siniestra a medida que más la escuchas, pero a la vez es absolutamente adhesiva, porque no hay manera de quitársela de la cabeza. Aunque quizás la más acongojante sea la confesional ‘Mi propio infierno’, 55 segundos a capella donde Marcelo canta/recita: “seré mi propio infierno / porque hay dentro de mí algo que no quiero”, que culmina en un mantra “no puedo más”, que remite a los momentos más intensos de Astrud.

Pero si tuviera que escoger la mejor canción, me quedaría con ‘Qué hacemos luego’, un crescendo sincopado con sintetizadores mínimos que trata de amigos muertos a los que añoras y odias al mismo tiempo. Pero aún hay más: la guitarra desatada de ‘El Corte Inglés’, o ‘Examen de conciencia’, que es la balada-declaración de amor del disco. Otro momento culmen es ‘Otra noche más’, que empieza como reafirmación disco-dance para acabar siendo otra muestra de demoledora frustración. Y casi logra colar como suya ‘Labiodental’, versión de Mano de Santo de un bonus-track solo localizable en Spotify, que mejora la original a base de vocoder y ritmos trotones. El final llega con ‘Los últimos días’, que oscila entre la historia de una suicida/fugitiva y la crítica social, pero cierra con un hálito esperanzador: “aunque el mundo parece que va a acabar / nada acaba nunca”, para romper en un estallido casi industrial y house.

‘La última casa de apuestas’ te puede hacer esbozar más de una sonrisa. Pero las mayoría de las veces a ratos te puede romper el corazón o hundirte en la congoja, porque es un disco mucho más oscuro que lo que el maravilloso arte de Anabel Colazo da a entender. Y el mejor de Marcelo Criminal.

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Publicado por
Mireia Pería