Música

The Rolling Stones / Aftermath

La primera de nuestras revisiones de la carrera de los Rolling Stones sólo podía comenzar con la que es su primera verdadera gran obra, ‘Aftermath’. Supone la culminación de un año -1965- en el que el grupo había experimentado los avances y cambios más importantes de su carrera. Una metamorfosis que empezó en 1964, con su manager Andrew Loog Oldham obligando a Jagger y Richards a componer juntos para no quedarse a la zaga de la nueva era propiciada por los Beatles: necesitaban alejarse estilísticamente del purismo rhythm and blues de sus comienzos para encaminarse hacia canciones más beat y pop, y -crucialmente- compuestas por ellos mismos.

Los resultados empezarían a lucir a principios del 65. ‘The Last Time’ (y su soberbia cara B ‘Play With Fire’) sorprendió y deleitó a fans y crítica en febrero, ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’ explotó en junio con una onda expansiva que aún perdura, y la excelente ‘Get Off My Cloud’ confirmaría en septiembre que Jagger y Richards definitivamente tenían más talento para componer que lo que el propio Loog Oldham se había imaginado cuando meses atrás les había encerrado en una habitación de hotel y prohibido salir hasta que tuvieran su primera canción acabada.

Pero este nuevo rol compositivo provocaría un inevitable movimiento tectónico en el grupo, que desplazaría a Brian Jones a un papel cada vez menos relevante y más resentido. Hay que explicar -aunque quizá cueste entenderlo en la actualidad- que en los primeros años del grupo Jones era el líder de la banda: a nivel musical era quien más peso tenía a la hora de elegir y arreglar un repertorio fundamentalmente de versiones, además de ser el miembro más popular entre lxs fans: su deslumbrante melena rubia, su carisma y su presencia escénica acaparaban todavía más atenciones que Mick Jagger.

‘Aftermath’ se empezó a grabar en diciembre del 65, y es el primer disco en el que todas las canciones las compusieron Richards y Jagger, sellando así definitivamente ese cambio en la estructura de poder de la banda, y que propiciaría la lenta irrelevancia (y consecuente decadencia) de Jones. Pero por suerte todavía en aquel momento tenía energía y motivación para encontrar su hueco creativo y aportar elementos esenciales al nuevo repertorio, un momento dulce de equilibrio artístico entre los tres que no duraría mucho más tiempo, pero que ‘Aftermath’ cristalizó con gran belleza.

A los Stones les ayudarían otras circunstancias. Por ejemplo, que por primera vez para ellos las sesiones de grabación no se harían a contrarreloj, proveyéndoles de un espacio creativo que les permitiría experimentar en el estudio, algo en lo que Jones se mostró particularmente hábil. A lo largo de todo ‘Aftermath’ sus aportaciones con arreglos instrumentales enriquecen las composiciones de Jagger y Richards en una admirable sinergia. Todo esto les sintonizaba además con el ambiente musical del momento, en el que soplaban exploratorios aires nuevos: ‘Rubber Soul’ de los Beatles acababa de salir, y en él se empezaban a ver elementos de experimentación de la mano de instrumentos inusuales, como el harmonium o el sitar. De ahí que tenga toda la lógica que el mismo año en que los Beatles grabaron ‘Norwegian Wood’ y los Kinks ‘See My Friend’ (ambas incorporando sitar) los Stones grabaran ‘Paint it Black’ durante las sesiones de ‘Aftermath’. El propio George Harrison había introducido a Brian en el uso de este instrumento meses atrás.

A nivel estilístico, pues, en ‘Aftermath’ conviven el pasado de la banda más adepto al rhythm and blues y el rock and roll, pero a la vez ese nuevo lado más curioso, en busca de nuevas sonoridades, pero con un ojo puesto en crear canciones con gancho que se clasificasen en los “charts”. A la par de esto, las letras de Jagger comienzan a abordar temas nuevos, como la literatura o la sátira social.

‘Mother’s Little Helper’ abre el disco como excelente combinación de todos estos elementos: un retrato burlón sobre amas de casa de clase media enganchadas al Valium, envuelto en una canción de corte muy Kinks, a la que Jones aporta un arreglo de guitarra slide de tonos hindúes que le da un cáracter único, y que expresa de manera abstracta el desasosiego paranoico de ese tipo de enganches. Como contraste, ‘Lady Jane’ (una plegaria de amor no correspondido escrito a la manera de un poema antiguo) es una preciosa composición mínima, acústica, a cuya muy inspirada melodía Jones dotó de un aire de música barroca en el arreglo, para el que utilizaría algo nada barroco: el dulcimer, un instrumento de cuerda propio del folk de los Apalaches. De nuevo, una combinación insospechada de elementos con resultado sorprendentemente bello.

A la vez, ‘Aftermath’ contiene los primeros ejemplos de una larga saga de canciones de los Stones de temática misógina. Quien se pregunte por qué las generaciones más jóvenes apenas escuchan estos discos podrá quizá entender (más allá de otras razones) que versos como “Mira a esa chica imbécil / la forma en la que se empolva la nariz, su vanidad se ve cada vez más / ella es la peor cosa que hay en el mundo / mira a esa chica imbécil” (‘Stupid Girl’) no encontrarían un espacio particularmente cómodo en la escena musical actual.

Lo mismo pasa con ‘Under My Thumb’. Es una de las grandes canciones de ‘Aftermath’, musicalmente brillante. Una estructura y arreglo firmemente soul que se funde con el clásico sonido de los Stones gracias a las inconfundibles guitarras de Keith Richards, y cuya excelente melodía está coronada por un genial riff de marimba, un motivo que Brian decidió incorporar animado por Jack Nietzsche, otra figura crucial en el resultado final de ‘Aftermath’.

Admirado por los Rolling Stones por ser el arreglista fundamental en las grabaciones de Phil Spector, Nietzsche figura en los créditos simplemente como músico de sesiones, pero prácticamente ejerció de director musical del disco, y animó mucho a Brian a probar instrumentos y sonoridades diferentes. La marimba en cuestión yacía abandonada en un rincón del estudio hasta que se decidieron a usarla, con tan brillante resultado. Un motivo musical que aporta tanto carácter a la canción que el propio Nietzsche y el bajista Bill Wyman sostuvieron siempre que Jones tendría que haber recibido créditos de composición (un ejemplo más de la guerra por el dominio de la banda).

Resulta pues una pena que los méritos musicales de ‘Under My Thumb’ los empañe una letra que celebra el control tóxico sobre una mujer: “Bajo mi yugo / la chica que antes me dominaba, la que me manejaba, ahora está bajo mi yugo / Es gracias a mí que ha llegado el cambio / la diferencia en la ropa que lleva, la forma en la que hace lo que se le dice / es gracias a mí». Jagger ha declarado en entrevistas posteriores que en aquella época tenían relaciones no muy sanas, y que ‘Under my Thumb’ es un reflejo de aquello, una canción que era “un poco una caricatura, en respuesta a una mujer que era muy controladora”.

Como comentábamos antes, en ‘Aftermath’ la banda no olvidaba para nada sus raíces: en la sección central del disco, formada por ‘Doncha Bother Me’, ‘Going Home’ y ‘Flight 505’, reaparecen los Stones más parecidos a sus discos iniciales, con guitarras muy rhythm and blues y rock and roll clásico, slides de Brian y armónicas de Mick, mostrando que su columna vertebral musical seguía intacta y en excelente estado… Sin embargo el tratamiento extensísimo de ‘Going Home’ sí tiene algo de avanzado, una jam session prolongada hasta los 11 minutos que habría sido impensable en 1962.

La cara B continúa con ‘High and Dry’ (una incursión en el sonido country que muestra la versatilidad estilística de la voz de Jagger) y ‘Out of Time’, otra de las piezas centrales de este álbum. Se trata de la otra gran canción con marimba de ‘Aftermath’, y una joya absoluta de pop: resulta un verdadero placer escucharle a Jagger cantar ese delicioso “you’re obsolete my baby”, en modo “bitchy” pero sin toxicidad. “Te alejaste de mí… y ahora estás fuera de onda, a destiempo, cariño”. La canción sería meses después un gran éxito en la versión de Chris Farlowe, lo que la dejaría durante décadas un poco desapegada del legado de los Stones. Pero su reciente inclusión en la película ‘Once Upon a Time in Hollywood’ (en la que suena íntegra durante una secuencia entera) le ha devuelto relevancia, hasta el punto de que el grupo la tocó en directo por primera vez en su historia (¡tras 56 años!) el año pasado en Madrid.

Tras el infalible rock and roll a lo Chuck Berry de ‘It’s Not Easy’, con su bajo fuzz y un Jagger más empático (“Resulta un fracaso en un hombre / dar por sentada a su chica”), aparece ‘I Am Waiting’, una maravilla folk-rock totalmente hipnótica. Vuelve el dulcimer de Brian Jones, y las letras de Jagger explorando otros territorios menos rockeros (un enigmático “sigo esperando a que alguien salga de alguna parte”). Existen razones de sobra para sostener la argumentación de que, hipotéticamente, los Rolling Stones verdaderamente más interesantes son los acústicos, y no tanto los rocanroleros, y no sería difícil de defender. Los Stones de ‘Wild Horses’, ‘Play with Fire’, ‘Moonlight Mile’, ‘Lady Jane’, ‘Sweet Virginia’, ‘Torn and Frayed’ y un larguísimo etcétera. Pero dejémoslo simplemente en que ambas facetas convierten al grupo en algo infinitamente más interesante que simplemente “la mejor banda de rock and roll del mundo”.

El final del disco toma un giro curiosamente anticuado: ‘Take it or Leave’ suena a canción beat de 1964, muy Beatles, pero muy “girl group” también, con esa voz doblada de Mick, tan Shirelles. Quizá la presencia de Jack Nietzsche les animó o inspiró a ello. ‘Think’, a pesar de su guitarra fuzz y aires de folk-rock, también suena ligeramente plana y típica frente a los logros del resto del disco. Afortunadamente el cierre con ‘What to Do’ y sus aires r’n’b y doo-wop vuelve a elevar el nivel con una letra más significativa, que conectaba con el aburrimiento adolescente de buena parte de su “fandom”: “¿Qué hacer? Cuando la tele se acaba… quizá quedarte mirando la pantalla simplemente desvanecerse / Hay un sitio para cuando te aburres / Es para eso que ganas dinero / Beber y bailar hasta las 4 de la mañana / Hablar con gente que no conoces de nada”. Un final digno para un disco en el que quizá (con 14 cortes en total, algo rarísimo en la época) no se habría echado en falta la ausencia de este trío de canciones.

Antes de terminar parece justo hablar de ‘Paint it, Black’, teniendo en cuenta que se incluyó en la edición americana de ‘Aftermath’ (aunque no en la británica o la española), y además abriendo el álbum. Más aún si nos fijamos en un fascinante dato: resulta ser -de lejos- la canción de los Rolling Stones con más escuchas en Spotify (casi mil millones frente a los 500 millones de ‘Start Me Up’). Un curioso caso parecido al de ‘Here Comes the Sun’ de los Beatles, y que evidencia cómo los gustos del nuevo oyente medio no siempre se decantan por los clásicos más canónicos de los grupos legendarios.

‘Paint it, Black’ es probablemente la canción de todas estas sesiones en la que más impacto tuvo la mano de Brian Jones. Lo que comenzó siendo una canción de tempo lento y aires más soul fue transformada medio en broma por Bill Wyman sentado frente a un órgano, tocándola al estilo de un “klezmer” judío. En ese momento la canción hizo clic con la incorporación de una línea de sitar ideada por Jones en una escala menor de sonido muy oriental, y el resto es historia. Asimismo, la letra es evocadora y fascinante, con esos versos que parecen expresar los sentimientos depresivos de alguien que quizá ha perdido un ser querido (“Veo una puerta roja y quiero que esté pintada de negro / Ya no más olores / debo apartar la mirada hasta que mi oscuridad desaparezca / Veo una fila de coches, todos pintados de negro / con flores y mi amor, ambos idos para siempre”).

El legado de esta canción es prueba de cómo el salto cuántico que dieron los Stones en 1965/66 con ‘Aftermath’ no sólo los salvaría de la obsolescencia temida por Loog Oldham, sino que los impulsaría a una secuencia de álbumes posteriores que pasarían a la historia.

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Publicado por
Jaime Cristóbal