Pocos artistas transmiten tanta ilusión por lo que hacen como María José Llergo. La complejidad de su música contrasta con la mirada y las maneras de niña con que te explica la importancia de que su nuevo disco ‘Ultrabelleza’ trate sobre la diversidad, sobre la libertad, sobre la importancia de valorar a las mujeres, al colectivo LGTB+ o a las personas racializadas. Alguien de su compañía te dice que es un gustazo trabajar con ella. Te lo crees en una industria saturada de lanzamientos, estrategias, featurings y también de comparaciones. Su inocencia -solo aparente, insisto, su producto está muy bien terminado- no es algo que se vea todos los días.
La artista que conocimos con un pequeño disco de 7 canciones llamado ‘Sanación‘ lanza ahora esta nueva obra con más cuerpo y consistencia. Llergo, que en uno de sus temas definitivos, ‘Superpoder’, cuenta que «aprendió a llorar cantando» y «aprendió a cantar llorando», no olvida los orígenes de su familia en Andalucía. La primera persona a la que escuchó cantar fue a su abuelo, que creaba sus propios cantares, cuando se peleaba con los vecinos, y de ahí y no de otro lado es que surgió la raíz flamenca de gran parte de su música. A la que añade otras cosas, de manera muy visible su conocida obsesión por Björk, muy perceptible en los beats del mismo tema, y que con la producción de Zahara y Martí Perarnau IV podríamos vincular a ‘PUTA’, pero sobre todo a ‘Homogenic’.
Decía que ‘Superpoder’ es una de las composiciones definitivas de María José Llergo, pues es en ella en la que habla de su versatilidad («años y milenios tardé en comprender que puedo ser torero, espada y toro a la vez») y de sus orígenes humildes («los ceros de mi cuenta no son heredaos, yo sola cantando los he ganao»). También relevante es el texto de ‘Ultrabelleza’, en el que se opone a que el color de piel o nuestra forma de amar nos diferencie. La misma temática que presenta el aflamencado ritmo de ‘Novix’, que presume de novio gitano y de novia gitana a la vez.
En ese punto y añadiendo la particular adaptación de ‘Sabor a mí’, más cerca de lo ambiental que del bolero, el álbum presenta un aire zen que no dista tanto de la new-age. María José Llergo quiere entregarnos un mensaje claramente positivo en un mundo en el que predomina el mal (o muchas veces lo parece), y de ahí el sentido de esa parte más luminosa. Después, es cierto que existen los contrastes: ‘Visión y reflejo’ es un tema mucho más oscuro -también con la firma de Zahara y Martí- y en el disco aparecen otras influencias como el hip hop (‘Juramento’) o el R&B.
Para cerrar ‘Ultrabelleza’, la artista ha escogido dos piezas muy relevantes, ambas co-producidas por artistas internacionales como George Moore y Knox Brown: ‘Lo que siento’ habla de su relación con el escenario, y ‘Lucha‘ de lo que es ser una mujer. «Corre como una niña, pelea como una chica», se burla de las burlas que sufren las mujeres desde pequeñas cuando son ellas quienes dan a luz, «la mayor prueba de fortaleza que hay», en sus palabras.
El disco de María José Llergo puede llegar en un momento en que en la yuxtaposición de flamenco y electrónica brumosa ya no es tan rompedora como hace un par de años. Sí puede vendernos en cambio autenticidad, mensajes bonitos más necesarios de lo que pensabas y una humildad plasmada en el primer tema del álbum después de la «Oración». ‘Aprendiendo a volar’ nos revela que esto es solo el principio del camino, cuando incluso se había dudado de él: «Veo todas las cimas, las cumbres, desde mi ventana. Tan lejos de mí que no he soñado con alcanzarlas», plantea en un primer momento, antes de presumir de que sí, de que el vuelo está, cuando menos, emprendido.