Independientemente de lo que signifiquen los 3,5 millones de usuarios únicos que han conectado esta temporada con Operación Triunfo, la llegada del formato a Amazon Prime solo puede considerarse un éxito enorme. El programa ha vuelto a ocupar la conversación social, recordando aunque sea tímidamente a la primera edición de 2001 y a la que en 2017 ganó Amaia. Juan Sanguino, que ha publicado en nuestras páginas unas crónicas imperdibles que trascienden el morbo del reality para llegar a lo social, visita nuestro podcast para analizar el fenómeno. Juan sitúa esta edición en la «mitad superior» de las que se han realizado, consciente de que «el milagro 2017 no se va a volver a repetir», porque «como el de OT1, no se puede planificar».
En esta hora y media de podcast, y sin voluntad de intelectualizar el formato, hablamos de su valor social. «Toda la televisión que ha tenido repercusión explica la sociedad. Incluso los programas que han fracasado también explican la sociedad que los rechazó. Pero OT es el único programa que lleva 22 años en antena, de manera más o menos ininterrumpida», indica Sanguino.
Continúa después: «OT no puede evitar reflejar la sociedad del momento en que se produce, como programa de telerrealidad. Las películas y las series están más calculadas. Pero OT suelta a 16 chavales en una Academia, que representan unos valores y un espíritu de trabajo». Claudio M. de Prado considera que el programa «fuerza determinados valores», en esta edición el componente LGTB+: «No es lo mismo que hacer un reality de Derecho». En otro momento Sanguino puntualiza que «la masculinidad de Javián, Bustamente y Manu Tenorio (el primer OT) muestra una civilización distinta a la masculinidad de Lucas, Juanjo o Chris (de la última edicion)». Por eso cree que Operación Triunfo muestra «la evolución de los valores, de la economía, de la estética, de las sexualidades disidentes».
Igualmente es un reflejo de la sociedad el modo en que se ha moderado el jurado respecto a los tiempos de Risto o incluso el modo en que los periodistas nos autocensuramos para no hacer daño a los concursantes desde nuestro textos, en la era en que por fin se ha puesto sobre la mesa la salud mental. Dice Juan: «Es casi inevitable comentar el programa como si fuera ficción, como si fueran personajes de ficción. Hay quien dice: «Sale en TV, que se aguante». Y eso es una mentalidad de la que no quiero participar. He sido muy bruto. Me he pasado de ácido, de mordaz, he tenido momentos que se podrían considerar de maldad, de crueldad. Pero siempre desde la broma y el cariño por todo el mundo que está involucrado. ¿Que hay gente de la organización que me odia a muerte? Sí. Y lo entiendo. Pero son textos que, si has leído varios, o uno desde el principio, el tono desde el principio es de amor absoluto, y cariño absoluto al formato».
Sobre lo blanco que ha sido el jurado, indica: «Hay actuaciones que son malas. Decir lo contrario es ser jurado de OT 2023. Solo han dicho cosas buenas. Y los profesores. Ha sido una edición caracterizada por el miedo a hacer bullying. Recordemos que a Los Javis les acusaban de torturar a los chavales, y las interpretaciones que han sacado Los Javis, no las han sacado otros profesores». Criticando la falta de tensión, hablamos de la excepción de Buika, finalmente algo atrapada en su propio meme. Y no nos olvidamos de Masi.
El podcast también tiene una amplia parte meta en la que Juan nos cuenta quién era su favorita desde el principio, qué fans son los más pesados, cómo ha realizado sus larguísimas crónicas de madrugada, qué se ha autocensurado, qué decálogo se ha impuesto y qué le ha aportado todo esto. «Nada me ha dado tanto feedback como las crónicas de OT. Un amigo me dice que sacan lo mejor de mí. Nada me hace tan feliz como escribir sobre OT», señala antes de anunciar que seguramente no volverá el año que viene…